Max, de 3 años, fue uno de los últimos perros en ser entregados a una familia durante la jornada de adopción de canes y felinos rescatados del terremoto en Manabí. Adriana Bacigalupo cuenta que hace un año falleció su perrita Vali, una golden retriever. Desde entonces asegura que se empeñó por darle sentido a esa muerte y buscar una mascota rescatada. Apenas lo tuvo entre sus brazos, junto con su hija desbordaba de emoción. “Vali nos dejó un vacío terrible. Él viene a llenar ese espacio. Me había empeñado en buscar un perro que no tuviera hogar, no me importaba cómo fuera”. Max cojea de una de sus patas derechas. “Este perrito no es de Manabí, pero tiene más de un año sin ser adoptado. Parece que fue atropellado en la carretera y por cojo nadie lo quiere”. Pero no es el primer animal rescatado que Adriana tiene en casa. Hace unos años tuvo un pájaro que también fue rescatado. Asegura que en su familia siempre se les ha inculcado el tema del rescate. Recuerda que su abuelo, que falleció hace 10 años, tenía la costumbre de rescatar perritos. “Somos las personas que más necesitamos de los animales. Son importantes porque nos ayudan a despertar ciertas emociones que los seres humanos solemos reprimir. En mi caso, considero que los niños deben crecer con ellos”. Johanna Vera, coordinadora de Rescate Animal, organización que desarrolló la jornada, aseguró que más de 30 familias adoptaron canes y felinos rescatados. “Aquí hay muchas historias aún. El viernes pasado fue rescatado otro perrito que permaneció 3 semanas en una casa que se vio afectada por el terremoto”. También adelantó que prevén en unos 6 meses hacer el encuentro de los perros con las familias de Manabí que debido a la situación y condición en que viven en los albergues no pueden tenerlos. (I)