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El Telégrafo
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Guayaquil, una ciudad que creció con aporte extranjero

La danza del dragón fue uno de los atractivos en la inauguración del cuarto puente de la Unidad Nacional, obra de Guangxi Road.
La danza del dragón fue uno de los atractivos en la inauguración del cuarto puente de la Unidad Nacional, obra de Guangxi Road.
Foto: cortesía de la Presidencia de la República
09 de octubre de 2016 - 00:00 - Silvia Murillo

Guayaquil es una mezcla de nacionalidades, olores, colores y costumbres. Es una ciudad cosmopolita que ha acogido a todo aquel que abandonó su tierra en busca de mejores días. Es una urbe dinámica marcada por la llegada de inmigrantes extranjeros que la convirtieron en su casa y donde echaron raíces.

Así perciben a Guayaquil — que hoy conmemora 196 años de independencia— los habitantes extranjeros, cuyos ancestros llegaron a este puerto al finalizar el siglo XIX y a inicios y mitad del XX.

La historiadora Jenny Estrada explica que esta ciudad tiene 4 grandes colonias de inmigrantes encabezadas por los españoles, a quienes les siguen los italianos, los chinos y los sirios-libaneses-palestinos.

Cuando Ecuador se convierte  en República, en 1830, se expide la primera Constitución y con ella la Ley de Extranjería. Así, el país abre sus puertas a grupos de extranjeros que ayudan al progreso y desarrollo de Guayaquil.

Los españoles (en su mayoría catalanes) —dice la historiadora— fundan empresas de hotelería y comercio, los primeros salones de la ciudad y refresquerías como La Palma o La Colmena.

“La segunda inmigración fuerte llega después de la Primera Guerra Mundial. Las colonias más fuertes en la segunda mitad del siglo XIX fueron la italiana y la española”.

Estrada resalta que no hay que confundir a los españoles inmigrantes que llegaron después de que Ecuador se convierte en República con aquellos que llegaron “cuando fuimos colonia de España”.

Los inmigrantes de ese entonces llegaron a Guayaquil jóvenes, solteros y pobres, y a base de esfuerzo y emprendimientos se convirtieron en personajes notables. Sobre ellos Estrada escribió 2 libros: Los españoles en Guayaquil y Los italianos de Guayaquil.

Persecución y discrimen

No todo fue fácil para estas personas, sobre todo para los ciudadanos orientales, ya que en 1889, el presidente del Ecuador de ese entonces, Antonio Flores Jijón (hijo de Juan José Flores), expidió un decreto que prohibía el ingreso de chinos.

“Esta raza noble, trabajadora, emprendedora vivía vigilada, perseguida. Esta ley ignominiosa estuvo vigente hasta la Asamblea Constituyente que siguió a la Revolución del 28 de mayo. Entonces la Constituyente de 1945 la abolió”.

Según Estrada, pese a todo lo ocurrido, los chinos nunca guardaron resentimiento ni animadversión. “Ellos educaron a sus hijos y los encaminaron dentro de las normas de la decencia total y el estudio. La primera generación de hijos nacidos en Ecuador se convirtió en profesionales”.

En ese sentido, el excónsul de China en Ecuador, de 1995, An Xinghua, aclara que los chinos nunca utilizaron a Guayaquil como un trampolín para viajar hacia Estados Unidos.

“Hoy en día el pueblo chino puede ir a cualquier parte, cada año más de 2 millones de chinitos pueden viajar a EE.UU.”.

El excónsul dice que no hay una cifra específica de cuántos chinos viven en Guayaquil debido a que algunos llegan y se regresan a su país. Sin embargo, indica que el número que manejan es de 50 mil, que están radicados en el país, y de ellos, 10 mil están concentrados en el puerto principal.

Benson Ma, presidente ejecutivo de la Sociedad de la Colonia China del Ecuador, manifiesta que los primeros compatriotas que llegaron al país, hace unos 150 años, provenían de la parte sur, especialmente de la provincia de Cantón.

Antes de venir a Ecuador,  llegan primero a Panamá y ayudan en la construcción de las rieles del ferrocarril, en 1850. Luego aportan con mano de obra al canal de ese país.

“Una parte de los chinos inmigrantes llega a Sudamérica: Perú, Ecuador, en el primer país hay más ‘paisanos’”.

Al arribar a Ecuador se asientan en la Costa y empiezan a trabajar en la agricultura, porque el clima es parecido al que tiene la provincia de Cantón. “De las últimas 5 o 6 generaciones han salido diputados, profesionales; gente reconocida, agricultores sobresalientes como Gustavo Chonqui, Segundo Wong...”.

De la segunda y tercera generación —refiere Benson Ma—  salieron profesionales como el exministro de Trabajo y Recursos Humanos, Guillermo Chang, en el gobierno de León Febres-Cordero; la exministra de Salud, Caroline Chang, en el actual gobierno; el también exministro de Salud, Teófilo Lama, en el mandato de Lucio Gutiérrez.

Otro grupo de asiáticos prefirió dedicarse a los negocios, en especial a la venta de comida china y actualmente de mercadería. Benson precisa que “de los años 90 para acá, forman empresas, traen su propio capital, su tecnología, porque el desarrollo de China fue muy rápido, y ahora ya tienen dinero”.

A este comentario se suma el excónsul, quien argumenta que en el Ecuador existen unas 90 empresas chinas, entre ellas  se destaca Huawei.

El aporte italiano

En el libro Lazos Culturales: Relatos sobre la inmigración italiana en el Ecuador, de la escritora mexicana Estela Castañeda Macías, se detalla cómo fue el desarrollo de las familias italianas en Guayaquil y su aporte a la ciudad.

Por ejemplo, cita que el 90% de los italianos inmigrantes provenía de la región de la Liguria, especialmente de Génova.

Estos extranjeros se destacan por mejorar la imagen de la urbe a través de la construcción de edificios como el Vignolo, el Fiore, la Clínica Guayaquil, La Sociedad Filantrópica del Guayas, el Palacio Municipal, el Hospital Luis Vernaza, el Muelle de la Aduana y otros.

Florencio Compte Guerrero, decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil (UCSG), rememora que en 1920, en Italia, el inversor Leopoldo Parodi creó la Compañía Italiana de Ecuador, con la finalidad de invertir en el país andino en los campos minero, de la construcción y bancario.

Paralelamente se conformó una filial de la constructora en Milán llamada Compañía General de Construcciones y otra con técnicos italianos: la Sociedad General de Construcciones.

“La Compañía General de Construcciones se instala a partir de 1923 y estuvo en funcionamiento hasta cerca de 1940, tiempo dividido en 3 etapas: en la primera, Arnaldo Ruffilli, fue director técnico; en la segunda, el arquitecto ecuatoriano Héctor Martínez Torres; y, en la tercera, el húngaro Fernando Shimanetz, quienes construyeron el Palacio Municipal, el Hospital Luis Vernaza, hicieron el relleno de la ciudad...”.

El arquitecto Compte, de ascendencia catalana, señala que la Compañía General de Construcciones tuvo una vigencia reducida, de 1923 a 1925. En ese tiempo se inició la construcción de La Catedral, obra que fue concluida por el catalán Juan Orús. Muchos de esos técnicos y constructores, que llegaron de manera temporal, se radicaron de forma definitiva en Guayaquil como el caso de Francesco Maccaferri Colli, Paulo Russio, Luiggi Macatta y otros.

Asimismo destaca que por ese tiempo se conformó el Banco Italiano que luego daría origen al Banco de Guayaquil.

Compte percibe a Guayaquil como una urbe dinámica, brillante, muy diversa, pero un poco caótica y desorganizada.

“Refleja la naturaleza de la gente de aquí, pero es una ciudad que a lo largo de su historia ha sabido renacer literalmente de sus cenizas, porque se destruyó muchas veces por incendios. Es una urbe pujante, mercantil, con gente trabajadora”.

Añade que en Guayaquil hubo migraciones constantes de catalanes y del resto de España, así como de italianos, suizos, alemanes, judíos, chinos, libaneses. “Es una ciudad, como todo puerto, que recepta gente de todas partes del mundo”.

“El italiano era bien visto”

El hecho de que Guayaquil haya acogido a diferentes nacionalidades de extranjeros dio paso a la inclusión de nuevas costumbres culturales, por ejemplo, la gastronomía.

La comida italiana, china, árabe, española, francesa, peruana es ahora parte de este Guayaquil que se fusionó con los inmigrantes en pro del desarrollo y progreso.

El cónsul honorario de Italia en Guayaquil, Mario Canessa, precisa que hubo 2 flujos importantes de inmigrantes italianos: uno fue antes de la Primera Guerra Mundial y, el segundo, a partir de 1910 hasta 1930.

La mayoría de italianos provenían de la región de la Liguria y llegaban a esta ciudad para ejercer el comercio. “Eran expertos comerciantes y tenían la capacidad de adaptarse a las costumbres del ecuatoriano”.

Canessa, quien es abogado y por 38 años trabajó en el Banco de Machala, ahora está al frente del Grupo Caravana. Él dice que “el italiano era bien visto como hombre trabajador, agradable. El resto se fue configurando; aquí han venido grandes arquitectos, diseñadores que se han quedado; pintores, escultores, constructores y la mayor parte de los comerciantes”.

Según el Cónsul, en Ecuador hay asentadas unas 50 mil familias de ascendencia italiana, de las cuales, el 30% (15 mil), está radicada en Guayaquil.

Resalta que la fábrica La Universal, por ejemplo, fue fundada por italianos, al igual que el Colegio Salesiano San Cristóbal.

“El turismo en Guayaquil ha aumentado y los números son halagadores. Sin embargo, tiene el problema de las ciudades con gran crecimiento que es la inseguridad.

Ahora la urbe crece de una manera más organizada, no como lo hacía en las décadas del sesenta y setenta, cuando hubo el boom de la invasión”.

Oportunidades

Una de las colonias que tuvo peso en el desarrollo de Guayaquil fue precisamente la catalana-española.

Nieves Tuset, presidenta del Casal-Catalá, fundado en marzo de 1983, es hija de chilenos y nieta de catalanes. En este espacio, que funciona en Urdesa, se reúnen inmigrantes provenientes de Cataluña, España, para realizar actividades culturales y celebrar fechas emblemáticas.

Ella describe a Guayaquil como una ciudad de oportunidades, con su lado bueno y malo. Destaca la hospitalidad del guayaquileño y su cariño. “Es un buen anfitrión”.

Tuset cuenta que sus abuelos llegaron a Chile en 1912, en la época del salitre (mineral que había en ese tiempo en el desierto de Atacama) e hicieron su familia. “En 1948, mi padre y mi madre salieron en busca de mejores tiempos; primero llegaron a Lima y luego a Guayaquil”.

Su progenitor, Ángel Tuset Ros, trabajó en sus inicios en un hotel, luego se trasladó a Salinas para atender un negocio ajeno, pero antes se reencontró con su amigo argentino, Marcial Romero.

En ese lapso conoce a Gustavo Matheus, un empresario con quien se asocia para traer a Guayaquil un ballet y circos chinos y rusos. “El catalán es muy emprendedor y Guayaquil tiene una gran influencia que está muy compenetrada. Los Astilleros, el (estadio) Barcelona, el monumento de San Martín, el de La Rotonda, el Obelisco del Parque Centenario tuvieron grandes aportes españoles”.

Ella comenta que los azulejos que tiene la Torre Morisca, ubicada en el Malecón Simón Bolívar, fueron donados por la extinta Montserrat Maspons.

Tuset calcula que en la Costa están radicados unos 3.500 catalanes. “De hecho, muchos de ellos, cuando llegaron aquí (Casal-Catalá) no tenían idea de que existía uno”. Argumenta que la nueva ola de catalanes está más preocupada de ubicarse y trabajar que de hacer comunidad con sus coterráneos.

“Vienen cuando hay alguna fecha emblemática como San Giorgio, el 23 de abril, o el Día Nacional de Cataluña, el 11 de septiembre, o para una traducción: Hay gente que se quiere ir a estudiar allá y buscan clases de catalán aquí”.

Llegada de libaneses

Jenny Estrada indica que al final del siglo XIX, y a comienzos del XX, empiezan a llegar los libaneses al país.

“Digamos que es la última colonia que llega en forma numerosa y se constituye en un grupo muy pujante en el comercio. Ellos abren un nicho que no estaba trabajado; cada uno de estos inmigrantes tiene un papel determinante en el desarrollo de la ciudad”.

La inmigración libanesa, según la historiadora, crece en las primeras décadas del siglo XX,  cuando los extranjeros dedican su esfuerzo a un nicho de mercado no explorado y despuntan con la venta de textiles y tejidos.

“Se dan cuenta de la gran habilidad de las mujeres, de las modistas para coser. Traen telas que las venden principalmente en la calle antiguamente llamada ‘del comercio’, hoy Pichincha”.

La escritora destaca que inicialmente no padecen de ningún prejuicio, pero eso sí, sus costumbres son muy cerradas. “Las inmigraciones españolas, italianas se mestizaron, se casaron con ecuatorianas; los libaneses no, se casan entre gente de su colonia; recién ahora se han abierto a contraer matrimonio con ecuatorianos”.

En el libro Los Libaneses en el Ecuador, de Lois Crawford de Roberts, cuyo editor fue Henry Raad, se resalta el hecho de que antes de la apertura del Canal de Panamá, en 1914, Guayaquil no estaba entre las opciones de los barcos provenientes del océano Atlántico.

Los extranjeros que querían llegar a esta ciudad debían cruzar Panamá ya sea en ferrocarril o en mula y luego tomar un vapor en el Pacífico para trasladarse a la cuenca del Guayas.

Crawford enfatiza que “los relativamente pocos sirios-libaneses que llegaron a Ecuador viajaron solos, o en pequeños grupos de 3 o 4 personas. Ellos sabían que para llegar a Guayaquil debían hacer trasbordo en Panamá”.

En la obra La Nueva Semilla, del libanés Henry Raad, publicada en 1986, se hace una retrospectiva del pasado y presente de los inmigrantes libaneses y de lo que podían avizorar como su futuro en Guayaquil.

Esta fue llevada al teatro y luego representada en la televisión. Sirvió para que libaneses y ecuatorianos unieran aún más sus lazos entre las risas y lágrimas que la historia provocaba.

En 2001, Raad presentó su libro Al Desnudo, un compendio de todos sus artículos publicados en diario EL TELÉGRAFO.

La historiadora Estrada reitera que los libaneses son muy rígidos en sus costumbres.

“No se casan con gente que no sea de su raza y eso persistió hasta muy entrado el siglo XX. En la segunda mitad de este se consideran un poco normales los matrimonios de familias descendientes de árabes con ecuatorianos; lo mismo los chinos con ecuatorianos, pero ya el prejuicio era ecuatoriano”.

El libro antes citado refiere que los libaneses y los lugareños se casaban entre primos; los pioneros lo hicieron por necesidad y criticaban los matrimonios con extraños. En 1979, con el fin de la dictadura militar, hubo elecciones nacionales en Ecuador. Allí 7 descendientes de libaneses ganaron curules en el Congreso Nacional unicameral.

En Guayaquil convergen después de estas colonias, en menor número, inmigrantes de Colombia, Alemania, Chile, Colombia, Perú, Francia, Israel, Estados Unidos y otros países. (I)

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