Ni samba ni caipirinha. Los gaúchos, gentilicio de los  nacidos en Río Grande do Sul, tienen preferencias distintas a los oriundos de Río de Janeiro o Sao Paulo: el chimarrao (hierba mate) y el churrasco (trozo de carne vacuna cocido sobre una plancha o a las brasas, son parte del día a día).

Porto Alegre, su capital, está ubicada en la unión de cinco ríos. Entre ellos se encuentra el  Guaíba, que es la continuación del Jacuí, ubicado poco antes de su desembocadura en la Laguna de los Patos o Laguna de los Tapés.

Esta urbe, que tiene más de 4 millones de habitantes, es un gran centro industrial del sur de Brasil y está ubicada en una zona estratégica para el Mercosur por su proximidad con Buenos Aires y Montevideo. Sin embargo, las favelas, las edificaciones abandonadas y la presencia de indigentes en las calles afectan su  imagen de metrópoli.

Tiene un clima subtropical húmedo y presenta las cuatro estaciones del año, aunque por ubicarse en una zona de transición su temperatura  es muy variable. En agosto, por ejemplo, es normal pasar de un día soleado que supere los 30 grados a otro nublado, con menos de 15.

Su gente, que recorre sus grandes avenidas a pie, en bus o en tren, acoge con facilidad a quienes visitan su ciudad que, sin embargo, tiene problemas de seguridad. “Cuidado con caminar por la noche en tal sector y en el día por este de acá”, es el consejo más común de parte de los gaúchos a los turistas. 

En Porto Alegre, la ciudad que vibró en los últimos años de la década de los 90 con la aparición de un chico dientón llamado Ronaldinho, abundan los comedores tipo tenedor libre. Ahí se puede comer sin límites por una cantidad específica de dinero. La carne y la bebida de guaraná, como en todo el país, son fijos en las mesas de los gaúchos, que a partir de las 20:00 comienzan a desaparecer de las calles. (I)