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Más de 99 mil trabajadoras remuneradas del hogar tienen Seguro Social en Ecuador
Las trabajadoras remuneradas del hogar cuentan con una asociación, respectivas filiales y, recientemente, con un sindicato nacional que lucha por sus derechos.
¿Qué han logrado? “Mucho”, dice Maximina Salazar, presidenta de una de las asociaciones en Guayaquil. Lo primero fue que la actividad sea reconocida como un trabajo para recibir un sueldo básico lo que trajo un mayor crecimiento a la afiliación al Seguro Social.
En el país se registran 99.614 trabajadoras remuneradas, según el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). Pichincha y Guayas concentra el mayor número de afiliaciones con 44.469 y 31.536, respectivamente.
Maximina, recuerda que concentrar a mujeres dedicadas a esta labor implicó reunirse en parques y en casas de las integrantes. Ahora ya cuenta con una oficina para realizar encuentros de mujeres que llegan de diferentes cantones, para aprender sus derechos.
El pasado diciembre defendieron lo que han conseguido al rechazar la forma en la que el actor y locutor Andrés Pellacini se refirió a su actividad. Esto las llevó a iniciar una demanda por discriminación y vulneración a sus derechos. La denuncia está en proceso. (I)
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Gabriela Lindao, 35 años, playasense
"Las vacaciones ahora las comparto con mi hija"
Lleva 18 años en esta actividad y desde hace 8 cobra su salario básico todos los meses. Además, recibe el decimotercero y el decimocuarto sueldos. Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO
Gabriela Lindao al llegar a casa, en Socio Vivienda II, es recibida por su hija de 3 años con los brazos abiertos. Con ella comparte el mayor tiempo, cuando sale temprano del trabajo.
Desde los 18 años, la mujer, nacida en el balneario Playas (General Villamil), se desempeña como trabajadora remunerada del hogar. Presta sus servicios a una familia en Samborondón.
Gabriela, de 35 años, vivió la transición de la valorización que ganó la actividad a la que se dedica. Su sueldo mejoró. “Antes ganaba 80 mil sucres ahora recibo un sueldo básico como en cualquier empleo”.
En los últimos 8 años fue afiliada por sus jefes al IESS. Asimismo, recibe el decimotercero y decimocuarto sueldos. Esto último —dice— no ha dejado de percibir desde que ingresó a trabajar al hogar.
La mujer cuenta que cuando quedó embarazada su patrona se sorprendió. Ella había trabajado por 15 años puertas adentro. “No esperaban que formara una familia, pero aun así ellos se portaron muy bien. Me cuidaron y respetaron el tiempo que estuve fuera cuando nació mi niña”.
Reconoce que su caso es inusual. “Cada vez que me subo al bus escucho tantas historias de chicas que trabajan para una casa, yo soy agradecida con los patrones que me tocaron. Eso ha hecho que me quede 17 años”. (I)
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Elizabeth Ponguillo, de 39 años, guayaquileña
"No permitiría un sueldo bajo"
La mujer trabajaba desde los 13 años. Hoy es educadora del programa del MIES. Foto: Karly Torres / EL TELÉGRAFO
En 2016 Elizabeth Ponguillo, de 39 años, recibió una llamada para requerir de sus servicios como trabajadora remunerada del hogar. Lo primero que les pregunté fue si me iban a pagar el sueldo básico y si tendría vacaciones. La mujer que la contactó contestó que pedía mucho.
Elizabeth tenía 13 años cuando empezó a trabajar para una casa en los quehaceres del día. “La paga no era buena. Eran como 80 mil sucres, pero como era una niña no lo veía así”.
En su primer trabajo —relata— sintió discriminación por parte de la familia. “Tenía mis propios platos para comer y que solo podía utilizar. No se podían mezclar con los de ellos”.
Durante el año que trabajó Elizabeth no fue afiliada al IESS, no recibió un sueldo básico y solo tenía los domingos para verse con su familia. La historia se repitió en las posteriores casas a las que llegó.
“Ahora sé que son mis derechos, que ese trabajo era como cualquier otro que genera productividad, pero había mucha discriminación”.
En la actualidad, la mujer vive en la Cooperativa de Monte Sinaí, trabaja como educadora para el programa ‘Creciendo con Nuestros Hijos’ (CNH) que promueve el Ministerio de Inclusión Económica Social. Ahora gana cerca de $ 500 y mejoró su calidad de vida. (I)
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Francisca Lirio, 53 años, riosense
"Me trataron de ladrona sin pruebas"
Emigró a Guayaquil a los 26 años. Se dedica a la zapatería. Foto: José Morán / EL TELÉGRAFO
En 1978, la riosense Francisca Lirio vivió una de las experiencias más amargas como trabajadora remunerada del hogar.
Recuerda que en casa de su primera patrona la culparon porque se extravió una plancha. “Les dije que era pobre, pero no ratera. Luego apareció y nunca recibí una disculpa”.
Allí permaneció un mes y luego salió. Durante ese tiempo —señala— tuvo que soportar gritos y tareas de limpieza que en un inicio no acordó.
Para Francisca, quien nació en el recinto Vía Plato, Peripa, de la provincia de Los Ríos, el día comenzaba a las 06:00 y finalizaba después de las 22:00 (trabajaba puertas adentro), horas que al llegar el fin de mes no eran reconocidas. “Cuando se cumplió el tiempo no me querían pagar lo que quedamos, me dijeron que no tenían, pero me les molesté”.
En la segunda casa para la que trabajó no recibió un mal trato, pero tampoco tuvo los beneficios de vacaciones y la afiliación al seguro.
Hoy Francisca está dedicada al cuidado de su padre que tiene alzhéimer y de su nieta. Sus ingresos se dan a través de los arreglos del calzado que hace a diario.
Cuando conoció al padre de sus 6 hijos aprendió el oficio. “Por un par de botas cobro entre $ 3 y $ 6, todo depende de los daños que tenga”. (I)