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Entrevista

Luz María Olloa renunció a todo por la solidaridad

Luz María Olloa renunció a todo por la solidaridad
Foto: Leiberg Santos Gaibor / SD
30 de abril de 2018 - 00:00 - Vivian Zambrano Macías

El panorama de sembríos de maíz, trigo, lenteja y alverjas sobre una finca de Cotacachi (Imbabura) quedó impregnado en la memoria de Luz María Olloa (51 años). Ahí en esas tierras de sus progenitores José Gaspar (+) y Margarita Coellar aprendió desde muy pequeña a compartir la producción con los demás. Ponía manos a la obra para junto a nueve hermanos seleccionar la cosecha. Por esa acción su padre la premiaba con un sucre (anterior moneda de Ecuador). “Era bastante, porque con eso invitaba a mis compañeros de escuela (Pedro Fermín Cevallos) a comer”. Aprendió desde entonces que la solidaridad es lo que debe primar. “Siempre nos dijo mi padre que tenemos que aprender a dar lo mejor”.

Esta imbabureña habita en Manta. En esta ciudad manabita vive hace 22 años y lidera la fundación Rostro de Jesús, institución de ayuda social cuyo servicio se focaliza en terapias físicas, terapias de lenguaje, terapia ocupacional, audiometría, psiquiatría y traumatología. “Aquí no pagan las personas adultas mayores ni personas con discapacidad, pero el resto de la comunidad cancela apenas $ 3”. Luz María dialoga y regresa a su infancia. Escuchaba decir que hay que restaurar al Cristo roto -ella se refiere a las personas con necesidades que no son apoyadas- que está entre hermanos y prójimos. A los 7 años, en un sueño visualizó el lugar que hoy frecuenta a diario en el sector Urbirríos (donde está la institución al noreste de la ciudad).

“Soñé con esta estructura, lo único que no coincidía era la entrada, pero luego se cambió y quedó tal cual la vi; siento que fue una revelación en mi infancia. Nunca pude olvidarla. Estuvo en mi mente”, dice mientras mira la terapia que recibe una paciente. Así fue creciendo en medio de la generosidad y humanismo. La fundación surge a través de una misión. A Luz María la invitaron a misionar en Manabí hace 22 años. En ese tiempo observó que por cada 10 casas había 5 personas con discapacidad. “En esa época la discapacidad no era política de Estado; me partió el alma, encontré hermanos amarrados a la cama en Los Bajos de Las Palmas, en Montecristi. Eso golpeó mucho mi vida, lloré; no podía tener la inhumanidad. Eran dos Cristos rotos en silencio, maltratados sin piedad”.

Al regresar a Imbabura tomó sus cosas y renunció a todo. Comenzó su nueva vida. “Me vine por ellos, con tres trajes nada más y dos millones de sucres que recibí como liquidación de la empresa que trabajé como jefa de recursos humanos. Se trataba de una industria exportadora de espárragos”.

Con esos primeros fondos comenzó a estructurar lo que quería. Se vino sin conocer a nadie. La familia Álvarez Zambrano le abrió las puertas y permaneció allí hasta hace 4 años. Hoy vive en las instalaciones de la fundación. Esta institución comenzó a funcionar hace 20 años en el barrio Horacio Hidrovo (noreste de Manta); luego pasó a otros lugares, incluida  la zona del Área de Salud N° 2. Gestionó espacio propio y desde hace 10 años, con aportes del Municipio y el Gobierno Provincial, se construyó la infraestructura donde –además– funciona el taller de órtesis y prótesis donde laboran los jóvenes del sector. El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y el Consejo Nacional de Discapacidad (Conadis) apoyaron con la implementación y hoy cientos de personas son beneficiadas.

“Hemos firmado convenio para fortalecer el taller de órtesis y prótesis con una empresa que nos apoya en capacitación para los técnicos”. A Luz María le satisface observar cuando una persona llega con un problema físico y sale con una solución.  “Es emocionante”. Pone como ejemplo el caso de Patricia Piloso, con síndrome de Down, quien estuvo en cuidados intensivos en Guayaquil; hoy ya tiene movimiento en sus extremidades. La misionera, a raíz que le diagnosticaron cáncer en el estómago, decidió habitar en las instalaciones de la fundación. No se dejó caer. Halló por internet una receta a base de bicarbonato de sodio y afirma estar curada. “Me siento bien,  no necesité quimioterapia”. Asegura que seguirá en la fundación hasta que termine la misión. “Pero la obra tiene que seguir”.  (I)

Datos personales

Luz María Olloa Coellar nació el 27 de julio de 1966 en Cotacachi, Imbabura. Es la tercera de 10 hermanos procreados por José Gaspar Olloa (+) y Margarita Coellar. Se crió entre su tierra y Quito.

Durante su vida estudiantil tuvo una beca en la Universidad Católica. Le faltó un semestre para obtener la licenciatura en Teología. Fue el tiempo en que se vino a vivir a Manabí. Ya cuando intentó retomar los estudios no lo pudo hacer porque pasó mucho tiempo. No obstante, asegura que lo hará.

Cuando vivía en Quito trabajó en la empresa María Teresa Vidal como jefa de personal, pero renunció luego que decidió dejarlo todo para viajar a Manabí. En la liquidación recibió dos millones de sucres (anterior moneda de Ecuador).

Luz María tuvo inicio de cáncer de estómago, pero lo detectaron a tiempo. Su fe e indagación a través de internet le hizo que tuviera como principal receta bicarbonato de sodio y limón, que consumía a diario. Asegura haberse curado. Actualmente vive en las instalaciones de la fundación. Su intención es servir desde allí hasta el último día de su vida.

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