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Los bordados de Otavalo trascienden en 3 marcas de ropa ecuatoriana

Silvana y Soledad rescatan la simbología otavaleña en blusas y sandalias.
Silvana y Soledad rescatan la simbología otavaleña en blusas y sandalias.
Fotos: Miguel Castro y cortesías/El Telégrafo
24 de julio de 2016 - 00:00 - Redacción Sociedad

Silvana Dejo lleva puesto una blusa chifón de color melón con  cuello en V, donde se visualiza un bordado con símbolos de origen otavaleño. Su socia Soledad Bucaram luce una blusa de algodón con poliéster que tiene en su bolsillo izquierdo un bordado colorido con simbologías como la figura del pez que representa la fertilidad.

Silvana es de tez blanca, cabello rubio y ojos azules, mientras que Soledad tiene una cabellera negra y ojos oscuros. Sus rasgos hacen que las prendas no pasen inadvertidas cuando reciben a sus clientes que llegan al local Candyland en la Piazza Samborondón en busca de Nativa by S&S Basics.

No es la única marca de ropa en Ecuador que ha adaptado lo étnico a las prendas modernas. A escala internacional se ha convertido ya en una tendencia. Silvana y Soledad cuentan que Nativa by S&S Basics surgió hace un año después de un viaje que hicieron a Otavalo.  

“Tuvimos que aprender de los otavaleños el significado de su simbología que están plasmadas en las etiquetas de cada artículo y también cada una de las formas del bordado”. Desde entonces llevan más de 1.000 prendas vendidas por pedidos en diferentes provincias e incluso en otros países. Sus costos varían entre $20 y $35.

Carlos Tutivén, docente de Sociología de la Comunicación en la Universidad Casa Grande, explica que una de las herencias que dejó el posmodernismo de finales del siglo XX fue el multiculturalismo, una ideología de fin de siglo que veía con respeto y hasta admiración a las diferentes culturas, a las formas de vida, la diversidad étnica, más allá de las formas occidentales.

Señala que aunque en el presente este multiculturalismo entusiasta ya no sobrevive tras el atentado a las Torres Gemelas, ha quedado un remanente en el mercado, y especialmente en el de las modas. “Algunos símbolos de la religiosidad ancestral, la gastronomía autóctona, y hasta ciertos rituales indígenas, sobreviven, aunque resignificados, en los consumos híbridos de los sujetos occidentales. La moda posmoderna asimiló lo étnico como una oportunidad de renovación y exotismo transcultural”.

En 2013 Boem se convirtió en una de las primeras marcas de ropa en llevar los bordados a la alta costura. José Ricardo Peralta cuenta que junto con su esposa lanzaron una línea de chaqueta, abrigos, vestidos con tejidos otavaleños, bajo los precios desde 120 y hasta 200 dólares.

La línea de Boem comprende chaquetas, vestidos.

Este año viajaron a Berlín en busca de la internacionalización. “Creemos en el conocimiento ancestral que son estas artesanías que llevan las comunidades a crear una interculturalidad. La idea de nuestros diseños es conectar las culturas. Es por esto que hacemos la fusión de un diseño moderno  con estas artesanías. Con la moda puedes trascender un poco más. Ahora  que estamos en Alemania nos llena de orgullo ver puesto a una alemana una chaqueta con bordado de la cultura ecuatoriana. Algo que en Ecuador han empezado de a poco a valorar”.  

Según el semiólogo Hoover Mora, esta puede ser la oportunidad de tomar la vestimenta como una herramienta más de refuerzo de nuestra identidad. Explica que para el extranjero, nuestros productos son muestra de talento y belleza… para nosotros, esta belleza se vuelve tan cotidiana y propia que no necesariamente implica una novelería.

Sin embargo, no ha alcanzado la aceptación de uso cotidiano. Esto se debe a que el empoderamiento viene de la aceptación, y en ese sentido, las prendas que se aceptan en nuestra identidad son aquellas que permiten su uso en nuestra realidad geográfica.

Agrega que si se combinan elementos propios de identidad con productos de calidad de exportación, más allá del lucro merecido por la ruptura de un paradigma, se puede obtener el plus de la proyección de un elemento de nuestra identidad, pero con nombre propio y no confundido como el “Panamá Hat”.

A diferencia de las otras marcas Tayka Love solo se enfoca en moda para niños.

Carolina Endara, quien es la dueña de la marca, cuenta que apostar por los tejidos otavaleños se debió a los 150 años de destrezas artesanales que gracias a la globalización se encuentran en extinción. Por esa razón escogió trabajar con bordados y tejidos indígenas. “La idea es poder contar la historia de cada uno de los lugares de Ecuador, donde se trabaja cada colección para que los niños desde pequeñitos aprendan sobre las raíces de su cultura”.

Con Tayka Love, Carolina busca despertar esa curiosidad en los niños al utilizar cada prenda y dar la oportunidad a sus padres de recordar también de dónde provienen y la gran calidad que podemos tener con la mano de obra de nuestro país.

Para el antropólogo Eduardo Kingman  hay un uso mercantil de las culturas. “Al mismo tiempo veo que se trata de un proceso inevitable. Es la dinámica del mundo  y en ello no solo participa la industria de la moda, sino muchos miembros de las propias comunidades”.

Lo que más le preocupa es la expropiación de los diseños y de elementos de la estíptica popular, indígena y negra; su pérdida de sentido. Algo que no puede definirse en abstracto, sino dentro de un campo de fuerzas. Agrega que el estado con su política de patrimonialización y de transformación del multiculturalismo en un  elemento retórico contribuye a eso.

Sin embargo, para la otavaleña Susy Andrango la prendas permiten una difusión de su cultura a otros grupos. “Lo importante es hacer valer la propiedad intelectual y de donde proviene”.

Ya es mediodía. Silvana y Soledad cortan unas telas con los bordados que serán plasmados en otros productos que pronto lanzarán al mercado. Mientras lo hacen Silvana recibe una llamada para  cerrar los pedidos que tienen desde otras provincias. (F)

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