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El miedo de los indocumentados en la era Trump
Washington.-
Cuando los inmigrantes Bernardino y Samuel se enteraron en México del triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales, dieron media vuelta y desistieron de la idea de cruzar ilegalmente a Estados Unidos.
El discurso que llevó al multimillonario populista al poder estuvo cargado de promesas de deportar a los 11 millones de inmigrantes sin papeles que viven en el país, y de construir un “gigantesco, hermoso y poderoso” muro divisor con México.
El temor y la incertidumbre crecen entre los indocumentados tras el sorpresivo resultado electoral. ¿Habrá redadas? ¿Expulsiones masivas? ¿Mayores obstáculos para trámites migratorios? ¿Qué pasará? Nadie lo sabe.
Samantha Yánez no pegó un ojo en toda la noche. Esta mexicana llegó con seis años a Estados Unidos y a sus 21 no conoce otra realidad. Pero no tiene papeles, obtuvo un permiso temporal del presidente saliente Barack Obama por haber entrado niña, que Trump ya criticó y podría eliminar.
“Es como si no tuviera tierra, soy extranjera en el único país que conozco”, dijo Samantha con la voz afectada. “Estoy insegura, siento rabia, tristeza, me siento traicionada por el sueño americano”, siguió.
Bernardino, un hondureño de 34 años que no quiere dar su apellido, buscaba un “coyote” que lo hiciera entrar a Estados Unidos por la frontera en Tijuana, cuando desistió. Lo mismo Samuel, de 18, que viene de El Salvador.
Ambos no quieren perjudicar a sus familiares que ya están al norte de la frontera. “Imagínese si me detienen, al rato mi familia que vive allá tiene problemas. La verdad jamás imaginé que fuera a ganar ese rubio”, dijo Samuel en el Desayunador del Padre Chava, un local en el centro de Tijuana donde dan alimento y ropa a más de 1.000 migrantes todos los días.
“Tragedia Trump”
Un 65% de los votantes que se declaran hispanos apoyó a Clinton, pero eso no fue suficiente para detener al candidato republicano. Caras largas, llorosas, preocupadas se veían entre muchos hispanos, la primera minoría del país con 55 millones de personas.
“Estamos viviendo en la incertidumbre, muy preocupados, porque no sabemos qué va a pasar”, dijo Libertad Sánchez, una peluquera ecuatoriana de 50 años que vive en Nueva York y llegó a Estados Unidos hace 17 años pero no tiene los papeles.
José Alejo no obstante asegura no estar inquieto. Este mexicano lleva 22 años en Estados Unidos sin documentos y nunca tuvo problemas. Ya pasó el trago amargo de la derrota — “esperaba tener una presidenta”— y ahora seguirá trabajando.
Todos los días, con la salida del sol, llega a un centro comunitario en Pasadena (a 25 km de Los Ángeles) donde se distribuyen trabajos de pintura, construcción, mudanza, jardinería y limpieza, que le “da para sobrevivir”.
Una charla sobre la “tragedia Trump” tuvo lugar el miércoles en ese centro. Pero José es de los que piensa que muchas de las amenazas a los inmigrantes fueron municiones de la feroz campaña electoral, pero al final “será como con todos los otros presidentes: muchas promesas, poca acción”.
“Porque ¿quiénes son los que recogen la cosecha en el campo, lavan los platos en los restaurantes? ¿Ha visto usted a algún americano, algún güero (rubio) haciéndolo? ¿Qué sería de este lugar sin nosotros?”, lanzó este corpulento hombre de 47 años y de hablar pausado.
“Y Trump tiene un compromiso de mejorar la economía, pues nos necesita para eso”, subrayó.
Obama, “deportador en jefe”
Expertos coinciden en que las clases populares blancas que impulsaron a Trump a la Casa Blanca le exigirán que cumpla las promesas de frenar a los inmigrantes, que incluyen también la prohibición del ingreso de musulmanes a Estados Unidos y un “escrutinio extremo” de aquellos originarios de países afectados por el terrorismo.
Hillary Clinton prometió una reforma migratoria integral en su campaña, pero lo mismo hizo Obama en 2012 y con el Congreso republicano en contra no logró aprobarla.
Muchos hispanos reprochan a Obama haber deportado entre 2009 y 2015 unos 2,5 millones de personas, más que cualquier presidente de Estados Unidos, al punto de que algunas organizaciones lo bautizaron “Deportador en jefe”.
“Tarde o temprano tenemos que volver a casa, si me toca, me tocó”, afirmó José. (I)