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El jambatu, una especie en peligro crítico de extinción

El jambatu, una especie en peligro crítico de extinción
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
23 de julio de 2017 - 00:00 - Carlos Novoa

Una de las especies de anfibios más representativas y apreciadas de la Sierra centro está en peligro crítico de extinción. Se trata del jambatu, pequeña rana cuyo nombre científico es Atelopus Ignescens y es fácilmente identificable por la coloración negra azabache de su cuerpo.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, este es uno de los animales con mayor riesgo de desaparecer debido a varios factores.

Entre ellos el cambio climático, la progresiva explotación de su hábitat y patógenos emergentes, entre otras causas. Por tales motivos, en las últimas 3 décadas se ha notado su ausencia de forma significativa en montañas, valles, cultivos, bosques y ríos del Ecuador.

Así lo informa Luis Coloma Román, director del Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios.

“La ranas Atelopus Ignescens encabezan la lista de animales más amenazados en centro y Sudamérica. El hongo quítrido es un patógeno que afecta directamente a estos anfibios mermando significativamente su población en los últimos 30  años, sin embargo recientes hallazgos demuestran que aún existen colonias de jambatus en varias localidades de la serranía”.

A más de esto Coloma explicó que el área de distribución de esta especie va desde Imbabura hasta la provincia de Chimborazo, tanto en la cordillera oriental como en la occidental. Otros de los sectores donde hasta mediados de los años 80 se la podía visibilizar son los valles interandinos.

El rango de altitud habitable  del jambatu va desde los 2.500 hasta 4.200 m, por lo cual en aquel entonces no era extraño observarlos en los páramos de la Reserva Natural Chimborazo, el Parque Nacional Cotopaxi e incluso en Los Llanganates.

Esperanza de recuperación

Si bien los ambientalistas y biólogos del país no guardaban muchas esperanzas de encontrar colonias de jambatus, en los últimos 5 años varios hallazgos  han hecho que cambien su opinión sobre el tema.

Uno de los recientes descubrimientos tuvo lugar en Azuay, en septiembre de 2015. Allí, técnicos del Ministerio del Ambiente (MAE) encontraron 3 ejemplares de Atelopus en el sector de Cerro Negro, perteneciente al bosque protector Moya Molón, del cantón Sígsig.

De inmediato los ojos de la comunidad científica internacional se posaron sobre este lugar. Las ranas halladas fueron reportadas al Centro de Conservación de Anfibios Amenazados del Zoológico Amaru, en Cuenca y al Centro Jambatu.

De inmediato se hicieron esfuerzos por juntar a un macho y una hembra del grupo hallado en Sígsig con la finalidad de que se reproduzcan.

“La desaparición del Jambatu significa perder a una de las especies insignes de la Sierra centro, pues para nuestros padres y abuelos era normal verlos y escucharlos en las riberas del río Ambato y más afluentes de la región, pero además es una gran afectación para la agricultura. Estas ranas, como el resto de anfibios, se alimentan de insectos, muchos de los cuales son verdaderas plagas para cultivos de frutas, verduras y hortalizas”, comentó Washington Salinas, biólogo ambateño.

Al igual que él, andinistas, turistas y otros ambientalistas tungurahuenses afirman haber observado colonias de jambatus en las márgenes del río Pastaza, en Baños de Agua Santa.

“Esta rana y el gallito de la peña (pequeña ave muy colorida y en peligro de desaparecer), son 2 especies que se creían extintas hasta hace poco. No obstante son ya varios los testimonios que afirman haber encontrado grupos de jambatus en el sector de Río Verde y Río Negro, en la vía Baños-Pastaza; incluso varios extranjeros comentan haber filmado a las ranas no solo en zonas cálidas sino además en las que están próximas al Parque Nacional Llanganates, sobre los 3.500 metros de altura, en el cantón Patate”, aseguró Jairo Balladares, guía naturalista de la provincia de Cotopaxi.

Hallazgo más reciente

Otro de los más recientes encuentros con ejemplares de Atelopus Ignescens, tuvo lugar en un pueblito de la serranía ubicado a 6 horas de Quito.

Este caso fue documentado por un medio de comunicación extranjero, el cual relató que 2 niños de esa localidad hallaron a una pequeña colonia de jambatus.

“Es preferible mantener en reserva el nombre de dicho lugar para evitar una exploración  desmesurada, lo que complicaría la delicada situación actual de la especie. No obstante es alentador saber que cada vez hay más hallazgos de esta especie”, agregó Luis Coloma.

Como en este caso, el objetivo de los científicos y fundaciones de protección de anfibios a nivel nacional es poner en marcha planes de conservación en estas zonas y conseguir que las ranas se reproduzcan en cautiverio.

Según el portal web del Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios del Ecuador, en los ranarios de esta unidad se ha logrado la reproducción exitosa de esta familia de anfibios.

Luego de la recuperación de 43 individuos del Jambatu Negro de Páramo en el 2016, una pareja de la especie reprodujo 500 huevos que se encuentran en crecimiento en el Centro Jambatu.

Además se informa que en el Bioparque Amaru de Cuenca, se ha realizado el mismo procedimiento extra situ con la rana  Arlequín Triste, otra de las especies amanezadas en el país.

“Estos son grandes logros para la conservación de fauna silvestre del Ecuador y grandes pasos para la comunidad científica nacional. Cuando hablamos de salvar una especie siempre nos imaginamos al solitario George, una tortuga única en su género que murió en 2012 en Galápagos, pero no tomamos en cuenta animalitos tan pequeños como el jambatu, pájaros, insectos y hasta roedores, los cuales muchas veces resultan indispensables para la agricultura o la polinización natural de los campos”, dijo Mireya Játiva, conservacionista de la capital.

Tanto en el Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios del Ecuador como en el Bioparque Amaru de Cuenca, el aporte del MAE ha sido significativo.

Esta cartera de Estado, con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, ha equipado este primer espacio con tecnología de última generación dirigido a laboratorios y ranarios del lugar.

Allí además se cuenta con un Banco de Vida en el que hasta el momento se albergan pieles, moléculas, germoplasma y otros elementos bióticos del 36%, aproximadamente, de las 186 especies de anfibios en amenaza de extinción en el país.

Afectación por hongo

El factor patógeno más dañino para el jambatu es el hongo quítrido, el cual afecta la piel de la especie.

Su nombre científico es Batrachochytrium dendrobatidis y es un organismo microscópico que se caracteriza por descomponer materia orgánica del suelo y agua.

Se reproduce por esporas que se transportan a través de los líquidos y provoca una enfermedad altamente infecciosa que afecta exclusivamente a los anfibios de todo el mundo.

Su presencia en el jambatu es fácilmente reconocible pues deforma las verrugas naturales de esta especie y decolora la piel de la espalda y vientre.

“Esta última sección del cuerpo de la rana tiene una coloración que va desde el amarillo claro hasta el rojo intenso, dependiendo del piso climático en el que se desenvuelva el ejemplar. Cuando el hongo a infestado las extremidades y espalda, socava la epidermis y por lo tanto la tonalidad negro azabache que caracteriza a esta ranita, se atenúa”, explicó Fernando Logacho, biólogo de la Universidad Técnica de Ambato.

Según el experto, lo mismo ocurre con la coloración del pecho y estómago del animal.

“Esta enfermedad se denomina quitridiomicosis y en la mayoría de casos resulta ser fatal puesto que las llagas ocasionadas por el hongo se infectan gravemente al tener contacto con el agua de ríos, tierra, lluvia y más espacios donde crece, se alimenta, reproduce y caza la  rana”.

Otras especies

Esta enfermedad no solo afecta al jambatu. También ha reducido considerablemente las colonias de otras familias de anfibios anuros del país, como las ranas verdes, la de cristal, la arborícola y de la caña.

Estas especies se extienden desde el Litoral hasta la Amazonía ecuatoriana. La rana de cristal es una de las especies más apreciadas en cantones como Baños de Agua Santa, Patate y Pelileo, en Tungurahua.

Hasta los valles de estas ciudades llegan biólogos, científicos y extranjeros con la finalidad de analizar las propiedades de los líquidos que segregan estos anfibios, por sus poros.

“Hay muchos rumores sobre aplicaciones de estas sustancias contra enfermedades como el cáncer y lepra, se ha comprobado que sí poseen propiedades que pueden curar varios males humanos. Esta es la razón por la que los expertos en el tema buscan con equipos de última tecnología a estos animalitos, además de estudiar la piel y su capacidad de transparentarse casi en su totalidad”, señaló Ismael Aldaz, biólogo de Baños.

Sin embargo, el experto alertó el peligro que representa manipularlos sin protección. “Esto porque algunas especies de ranas segregan sustancias con toxinas muy potentes. Si bien los vivos colores de sus cuerpos  resultan llamativos, en caso de ser venenosas podrían causar en un ser humano los mismos efectos que una picadura de una serpiente o alacrán”. (I)

Datos

El cambio climático es uno de los principales factores que han afectado la supervivencia de anfibios como el jambatu en la Sierra y Amazonía.

Otro de los causantes de su desaparición es la explotación de su hábitat natural, es decir bosques húmedos, valles tropicales y praderas cercanas a ríos.

La esperanza de prolongar la existencia de esta especie renace gracias a planes de reproducción en cautiverio que se aplican con apoyo del MAE. (I)

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