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El dolor de la pérdida nunca desaparecerá, pero puede ser llevadero

El dolor de la pérdida nunca desaparecerá, pero puede ser llevadero
Foto: Internet
08 de octubre de 2017 - 00:00 - Redacción Séptimo Día

La semana anterior iban a cumplir 25 años de casados. Sin poder contener sus lágrimas y con la voz entrecortada, Kléver Paredes cuenta que su compañera de vida falleció hace un mes. Hoy, en medio de su sufrimiento, piensa en quién sostendrá su mano cuando él envejezca o si enferma. Si el amor de su vida ya no está.

Justamente la ausencia de Lídice, su esposa, es lo que más le atormenta. No hay palabras que lo consuelen o abrazos que alivien su dolor.

Sabe que debe luchar por sus dos hijos, pero siente que ya no tiene razón de vivir. “Yo ya no le tengo miedo a la muerte, siento que al otro lado ella me está esperando”, comenta Paredes mientras limpia sus lágrimas.

Las imágenes de cómo el cáncer la consumió en pocos meses lo martirizan. Un dolor en la espalda y en el pecho, a finales del año pasado, anunció a la pareja que algo andaba mal.

Los primeros meses trataron el malestar como una infección que le afectaba a los pulmones, después le diagnosticaron neumonía, incluso la operaron de la apéndice.

En febrero el dolor aumentó y se extendió al estómago. En abril la familia recibió la peor noticia: Lídice tenía un cáncer en fase cuatro, que es la terminal, con un pronóstico de vida de no más de un año. Un tumor en el pulmón con metástasis en la cabeza y columna vertebral.

Iniciaron un tratamiento de quimioterapia y radioterapia al mismo tiempo. Pero la mujer, de 51 años, cada día empeoraba.  

“Es como una lucha contra el tiempo. La vida te cambia totalmente. Es horrible, se te muere todo. La familia se va derrumbando”, comenta Paredes, palabras que le cuesta terminarlas porque se ahoga con su llanto.

Su hijo Iván, de 22 años, dejó la universidad para cuidar a su madre. Su hija Alison, de 17 años, se encargaba de la casa. Toda la familia se turnaba para cuidarla tanto en el hospital como en el hogar.  

Aunque Paredes junto con sus hijos se aferraban a cualquier esperanza de vida por pequeña que sea, a la par sus creencias religiosas entraron en duda. No podía creer lo que le sucedía a su esposa, a quien la cataloga como una mujer buena, alegre y apegada al trabajo social.  

Sumado a su dolor, tuvo que compartir con más pacientes de cáncer y sus familiares. Observó otras realidades igual de dolorosas en los hospitales. Recuerda que lo que más le afectaba eran los niños que recibían los mismos tratamientos de su esposa y verlos quejarse -dice- eran experiencias traumáticas.  

“Mirando a la persona que quieres, llega un punto en el que dices ‘ya no más’, mejor que descanse. Te cuestionas del porqué se dan estas cosas. Yo veía a mi hijos y no podía más”, se queda en silencio sin poder contener las lágrimas.

El 14 de septiembre falleció Lídice. Aunque primó el dolor de que se fue su compañera, Paredes se decía a sí mismo que ella no se merecía esa vida. “Ahora de dónde saco fuerzas, cómo sigo adelante, si perdí el horizonte. Ella era mi todo, ya no hay nada que me alegre, me quedé en el limbo. Vivo como en piloto automático”, expresa.

Los dolores son diferentes. Sus hijos sufren porque su madre ya no está, Paredes porque el amor de su vida se fue. No hay día en que Paredes no se quiebre, pasa el tiempo y siente más la ausencia de su esposa y el dolor se agudiza. Espera que en algún momento ese sufrimiento sea llevadero, pero está seguro de que no va a desaparecer.

Paredes es consciente de que él y sus hijos necesitan el acompañamiento de un especialista, porque lo que están viviendo es difícil. Al momento ya asumieron la muerte, pero están en un proceso de cómo rendir un homenaje a su memoria. Sus hijos continuarán sus estudios y tienen actividades extracurriculares para mantenerse entretenidos. Paredes trabajará en ayuda social como lo hacía con su esposa.  

Sobrellevar la pérdida de un ser querido es un reto, vivir un duelo adecuado es fundamental para saber vivir con ese dolor.

Silvia Mancheno, presidenta de la Sociedad Ecuatoriana de Psicoterapia y decana de la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad Central del Ecuador, explica que el duelo es una reestructuración frente a una pérdida. Es necesario vivirlo para salir adelante.

Según la especialista, el duelo tiene algunas fases. La primera es la ira, la incomprensión, la no aceptación de la pérdida. Después vienen los cuestionamientos a la situación: ¿por qué a mí?, ¿no era la persona que se debía ir? Además, aparece un dolor por las cosas que quedaron inconclusas.

De acuerdo con Mancheno, es común que los familiares sientan culpa de lo que no se hizo, no se dijo, no se pudo hacer para evitar la muerte, de todo aquello que quedó pendiente.

“De nada te sirve decirle en el momento de la agonía te quiero. Eso se siembre durante toda la vida. Cuando llegue la hora es importante no sentirse vacío, sino sentir que se dio todo por esa persona”, se consuela Paredes.    

El proceso del duelo continúa y se llega a la fase de tristeza y depresión que incluso hace que se pierdan algunas funciones fisiológicas como el sueño y el hambre. Luego llega la fase de reconciliación con uno mismo para finalmente aceptar a la muerte.  

Mancheno dice que el duelo es un proceso que se debe vivir, la persona debe sentir y exteriorizar lo sucedido. El acompañamiento profesional ayuda a que se supere este proceso más fácilmente. El tiempo que lleve depende de la personalidad y equilibrio de cada individuo.

La Asociación Estadounidense de Psicología (APA por sus siglas en inglés) da algunos consejos de cómo superar el duelo. Recomienda hablar sobre la muerte del ser querido con amigos y colegas, esto ayudará a comprender lo sucedido. Negar lo ocurrido podría llevar al aislamiento.

“Lo peor que puedes hacer es encerrarte. Cuando he estado por los suelos, muchas veces la palabra de algún amigo me ha ayudado a levantarme”, dice Paredes.

La APA también sugiere que se acepten todo los sentimientos que se tienen en ese momento, pues es normal sentir tristeza, rabia, frustración y hasta agotamiento.

Ayudar a otras personas que también lidian con la pérdida y compartir anécdotas sobre los difuntos son prácticas para sobrellevar el dolor. Asimismo, comer bien, hacer ejercicio y descansar ayuda a superar cada día y a seguir adelante.

Un duelo no resuelto causa más molestias y sufrimiento, incluso, todos esos sentimientos pueden en cualquier momento detonar en depresión, hasta en suicidio. Para Mancheno es importante manejar correctamente los diferentes momentos y espacios del duelo, hay que vivirlo como un proceso que lleva tiempo. (I)

Un duelo bien llevado hace que el dolor se transforme. Habrá recuerdos dolorosos, pero no interferirán en la vida y la persona podrá dar un paso adelante. Foto: Internet

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DATOS

El apoyo de las redes sociales es importante. Estas son un núcleo cercano, como familiares o amigos, quienes dan el apoyo que se necesita durante la pérdida y ayudan a sobrellevar el duelo.

La Asociación Estadounidense de Psicología recomienda que si las emociones por la pérdida abruman a la persona, lo mejor será hablar con un profesional de salud mental calificado, como un psicólogo, quien podría ayudar a lidiar con los sentimientos y recuperar el rumbo para salir adelante. (I)

Cuando ya se acepta la partida del ser querido, se miran las cosas desde otra perspectiva. Se ve con más claridad que la vida continúa y que se debe levantar sin culpas. Foto: Internet

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