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Ecuador, 28 de Diciembre de 2024
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Sociedad

"Después del cáncer, la vida nunca volverá a ser igual"

"Después del cáncer, la vida nunca volverá a ser igual"
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Casi medio año después de que me diagnosticaran adenocarcinoma de células en anillo de sello (cáncer), supe que la vida no volvería a ser igual.

La historia empezó el lunes 25 de enero de 2016, cuando sentí un dolor inexplicable desde la parte derecha del abdomen hasta la punta del pie. En la clínica el diagnóstico fue apendicitis aguda.

Por casualidad me operó un cirujano oncólogo y creo que desde que extirpó el apéndice supo que algo no estaba bien. Sentí como si la vida, de pronto, no me perteneciera, me faltaba la respiración, me ahogaba, hasta que alguien (mi mamá) me dijo: “Si pudiera cambiar de lugar contigo lo haría”. Entonces, de alguna parte de mi cuerpo saqué fuerzas, me sequé las lágrimas y me hice la valiente. Tenía que empezar a hacer cosas: exámenes, tomografías, tratamiento para la alergia, colonoscopia y un sinfín de análisis.

La segunda operación fue el 1 de marzo de 2016: hemicolectomía derecha y vaciamiento ganglionar (retiro de un metro de intestino y de los ganglios que hay alrededor). Hospitalización de 9 días (5 sin tomar líquidos y los 4 siguientes con dieta blanda) Reposo: un mes. Resultado: parte de lo extirpado del intestino tenía cáncer.

¿Cuándo y por qué me dio cáncer? Mi cirujano y mi psicóloga tienen varias teorías. El doctor dice que este puede ser genético o causado por factores externos: el tabaco, la mala alimentación, el ambiente y más. La psicóloga asegura que la ira, la tristeza o la angustia, fueron absorbidas por mi apéndice y cuando no pude más, mi cuerpo me avisó. De pronto y los 2 tienen razón, lo que sí es seguro es que lo detectaron a tiempo. ¡Un milagro! —dice el doctor—, y yo le creo.

¿Recuerdan que se llamaba adenocarcinoma de células en anillo de sello? Pues resulta que encima de raro es agresivo (creció en mí en unos 6 meses), así que por prevención y por recomendación del oncólogo clínico tuve que someterme a un ciclo de quimioterapias, 6, una cada mes más o menos.

Cuando piensas que lo peor ha pasado, te das cuenta de que nada es mejor o peor. La quimioterapia hace que a tu cuerpo se le bajen las defensas y cuando eso sucede te pones débil, triste y lloras por todo. ¿Qué hubiese sido de mí sin mis hermanos, amigos, familiares, en especial sin mi mamá? Ella jamás dejó de sonreír y me prestó sus manos y me dio los abrazos que me levantaban todos los días, como si me volviera a parir. Así me sentía después de cada quimio, sin nada de fuerza en todo el cuerpo, incluso sin ganas de abrir los ojos. Entendí que ya nada estaba en mis manos.

“Cuando te diagnostican esta enfermedad, sientes como si la vida, de pronto, no te perteneciera, te falta la respiración, te ahogas”. La historia empezó en enero de 2016.

Yo era lo que decían los doctores, un manojo de medicinas que debían ser tomadas a ciertas horas, los alimentos necesarios y sanos, los cuidados de mamá con sus aguas milagrosas (el agua en todas sus presentaciones). Era las recomendaciones y remedios caseros de todos “los expertos”. Incluso era la mirada de aquellos que me veían con lástima o me decían “por suerte no estás calva o demacrada”.

No estoy calva, ahora los tratamientos contra el cáncer son distintos, hay unos más agresivos que otros. Estoy volviendo a mi ritmo normal, quiero salir corriendo y comerme el mundo, por ahora tengo que calmarme, se vienen más exámenes para monitorear que no vuelva a aparecer, dicen que hay que esperar entre 2 y 5 años para sentirme libre de esta enfermedad.

El cáncer ha sido para mí un cambio de vida y esa experiencia que me puso a prueba como ser humano, me enseñó que la vida es un ratito —como dice Juanes—, que el tiempo que transcurrimos en esta Tierra siempre debe valer la pena, que debemos hacer lo que nos gusta y no lo que los demás quieren. Entendí que las personas que se quedan a tu lado son las que realmente importan, que el ser humano tiene la fortaleza de enfrentar estos males como si estuviera en una batalla épica, y que el amor sana (el de tus seres cercanos y más el que tenemos por nosotros mismos), el resto de cosas pasan a un segundo plano.

Escribo en nombre de muchas personas que no se atreven a contar el dolor que sienten, que se echaron a morir porque creen que esto ya es una sentencia. Escribo por los que encontré en el camino y merecen ser reconocidos por las batallas que enfrentan todos los días, por aquellos que hace rato se ahogaron en un vaso de agua y no saben cómo salir o no quieren hacerlo. Y porque escribir para mí es una manera de sanar. (O)

Emociones y cáncer

Cada persona tiene su forma de enfrentarse a esta enfermedad. Los efectos emocionales pueden durar más allá del tratamiento. Las personas descubren que enfrentarse al cáncer ha cambiado su vida para mejor.

Adaptarse a la vida después del tratamiento puede tomar tiempo. Lo que antes era normal puede parecer distinto después. Esta experiencia hace que reconsideres  qué es importante y ayuda a desarrollar una nueva actitud ante la vida. (I)

1.- Paola Aguayo con sus padres durante un viaje familiar.
2.- En esta imagen Paola en el Jardín de Infantes. Siempre ha recibido el apoyo y el cariño de sus familiares y amigos.

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