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Brasil después del golpe

Brasil después del golpe
Fotos: AFP
18 de septiembre de 2016 - 00:00 - Pablo Giuliano. Corresponsal desde Sao Paulo, Brasil

Tal vez nunca antes estuvo tan certera la definición de Tom Jobim, el maestro de música y uno de los creadores de la bossa nova, cuando dijo que “Brasil no es para principiantes”, para intentar explicar la complejidad social, económica, racial y política de este país continental y sus intereses cruzados, internos y externos.

La política brasileña se ha devorado una presidenta, Dilma Rousseff, en un juicio político que cada vez más, conforme pasan los días, se revela como una obra teatral que podría llamarse “El Golpe” cuyo guion fue escrito por las principales fuerzas conservadoras del país, tanto de partidos como de los actores económicos, sean industriales y financieros.

La resistencia contra el gobierno de Michel Temer incluye el llamado a “Elecciones Ya”, un movimiento callejero que aumenta conforme se van revelando, en las hendijas que dejan los grandes medios, que parte de la crisis fue forzada y que Rousseff nada tenía que ver con la corrupción, es más, su falta de intervención en las investigaciones irritó a la clase política tradicional.

El lunes pasado, Eduardo Cunha, la mano derecha del presidente Michel Temer, fue destituido por ocultar cuentas en Suiza con sobornos recibidos de la corrupción en Petrobras de funcionarios que él apadrinaba. “Sin mí no hubiera librado a Brasil del gobierno de Dilma”, sostuvo el padre del juicio político, ahora abandonado y una bomba caminante para Temer y su gobierno, que perdió 4 ministros por vinculaciones con corrupción.

La caída de Rousseff el 31 de agosto, al recibir 61 votos contra 20 en el Senado para su destitución por supuestos delitos contables —una acusación que es innovadora y para nada aceptada por los especialistas— abrió un fin de época, el cese del sistema de representación partidaria diseñado en la Constitución de 1988, el pacto nacional surgido tras el fin de la dictadura militar con apoyo civil (1964-1895).

El ascenso del vicepresidente de Rousseff, Michel Temer, no es nada más que una traición clásica de la política tradicional al voto popular. Rousseff, con Temer como vicepresidente, fue elegida en 2010 y reelegida en 2014. Temer acompañó a Rousseff a disgusto, ya que era el presidente del Partido del Movimiento de la Democracia Brasileña (PMDB).

“Nunca había que haber puesto a un político tan astuto y rastrero de compañero de fórmula de una candidata sin experiencia electoral, apenas con la experiencia de haber sido jefa de ministros de Lula”, confesó a EL TELÉGRAFO un dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) que lamenta, ahora, con el resultado puesto, aquella coalición.

El PMDB es el partido termita de Brasil: desde 1985 que es oficialista. Y nunca llegó al poder por elecciones. En 1985, un Congreso vigilado por el fin de la dictadura eligió a José Sarney. Luego en 1992, tras la caída del neoliberal Collor de Mello por corrupción asumió su vicepresidente, Itamar Franco, del PMDB. Y ahora lo hace Temer, mediante una articulación parlamentaria que licuó el poder de Rousseff, poco adepta a las concesiones políticas con ciertos dirigentes.

El expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, llora durante una rueda de prensa en la que se defendió de las acusaciones de corrupción de la fiscalía por el caso Petrobras.

Moro a la caza de Lula

Pero el país está ‘patas para arriba’. El hombre más poderoso de Brasil, erguido a este lugar por las empresas de medios opositoras al Partido de los Trabajadores (PT), es un juez de primera instancia: Sergio Moro, quien desde 2014 se dedica en forma exclusiva a la investigación del escándalo de Petrobras. El PT acusa a Moro de ser simpatizante de los partidos conservadores y de haber elegido a sus dirigentes como blanco en la lucha contra la corrupción en la estatal Petrobras.

Dos extesoreros del PT están presos acusados de recibir dinero para campañas en forma ilegal de empresas constructoras que ganaban contratos con la estatal Petrobras. Los exdirectores de Petrobras, vinculados al PMDB y a otros partidos que fueron aliados del PT en la era Lula y Dilma, que delataron los sobornos que recibieron, cumplen prisión domiciliaria. También está preso por firmar contratos de consultoría con empresas corruptoras José Dirceu, mítico exguerrillero de los años de la dictadura que fue jefe de ministros de Lula.

“El PT debe realizar una profunda reflexión por haber cometido prácticas que siempre criticó, que es un problema del sistema político electoral brasileño”, dijo a EL TELÉGRAFO, en medio de la crisis, Paulo Teixeira, diputado y uno de los abogados del PT que denunció el golpe en Brasil contra Rousseff ante la comisión de derechos humanos de la OEA.

La exhibición mediática de Moro, que realiza una investigación inédita que mantiene presos a magnates de la obra pública, deja pocas dudas para ubicarlo en el escenario político: recibió premios como ‘hombre del año’ de la revista Veja y del grupo Globo y participó en actos empresariales al lado de João Doria, el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) a la alcaldía de Sao Paulo en las elecciones del 2 de octubre.

“Ahora parece que el dinero que se aporta al PT es sucio y el dinero que va para los tucanos (como se conoce al PSDB del canciller José Serra) está bendecido”, suele decir el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) para responder la supuesta parcialidad a Moro.

Moro es uno de los responsables por el “incendio” de la crisis política en Brasil, según el juez de la corte Marco Aurelio Mello. Fue Moro —luego sancionado con una advertencia de la suprema corte— quien el 16 de marzo reveló a la cadena Globo escuchas telefónicas producto de espionaje ilegal que la Policía Federal le hizo a Lula y a Dilma.

Dilma y Lula hablando de la asunción del expresidente como jefe de ministros para intentar salvar el gobierno derivó en un escándalo nacional. Al grado de que esa grabación —ilegal porque a la presidenta debe investigarla un juez de la corte y no de primera instancia— fue luego eliminada por la Suprema Corte. Ya era tarde. Moro había inundado las calles de manifestantes convocados por los movimientos neoconservadores. Grandes protagonistas del proceso de destitución, que clamaban por la opción Moro versus Lula.

Al punto de que el juez de la corte Gilmar Mendes, del PSDB, bloqueó la asunción de Lula por creer que buscaba escapar de las garras de Moro. Una medida inédita basada en un supuesto “clamor popular”. Fue una de las contribuciones de la corte para darle rigor y legalidad a todo el proceso que erigió a Temer, sacó al PT y al modelo inédito de inclusión social masiva luego de 13 años de gobierno vía elecciones y restableció a la antigua oposición en la primera línea del poder.

Lula denunció al juez más poderoso del país ante la comisión de derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Ginebra, por abuso de poder: el magistrado investiga al expresidente por su vinculación con reformas en 2 propiedades en el Estado de Sao Paulo realizadas por las empresas OAS y Odebrecht.

Este asedio judicial contra Lula, el presidente más popular de la historia de Brasil, lo está dejando con rechazo en la opinión pública, según las encuestas. Si bien Lula es favorito, “no es descabellado en este clima de ilegalidades que pueda recibir un pedido de prisión”, dijo el abogado del expresidente, Cristiano Martins, ante corresponsales extranjeros en Sao Paulo.

Entre la dirigencia del PT es claro que el asedio judicial contra Lula forma parte del escenario electoral. “A partir de la salida de Dilma para mí comenzó el operativo para el regreso de Lula 2018. Pero hay que tener en cuenta que intentarán evitar su candidatura con estas causas judiciales. Entonces el PT debería, por primera vez, y por la humildad del momento histórico, no presentar candidatos y apoyar a otro”, dijo a EL TELÉGRAFO el senador Paulo Paim, uno de los principales dirigentes sociales del movimiento negro, del PT.

El plan B de la izquierda, si es que Lula está inviable electoralmente, se llama Ciro Gomes, un personaje conocido nacionalmente desde hace 3 décadas pero un perfecto desconocido para el exterior. Gomes es parte de una familia acomodada que domina la política en el estado de Ceará, en el noreste. Desde allí condujo su vida política desde una izquierda nacional.

Fue ministro de Infraestructura de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), fue gobernador de Ceará, ex-candidato presidencial en 2002 y luego aliado férreo de Lula y de Dilma, a quienes critica duramente por haber cedido, a cambio de gobernabilidad, parte de la agenda pro mercado en el Banco Central.

“Seré candidato si Lula decide bajarse”, dijo Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT), fuerza heredera de los expresidentes Getulio Vargas, Joao Goulart y del caudillo nacionalista fallecido Leonel Brizola, exgobernador de Río de Janeiro y Rio Grande do Sul.

El operativo Ciro Gomes como candidato (tiene apenas 6% de intención de voto en encuestas) tendrá mucho que ver con el desempeño de su partido en las elecciones municipales del 2 de octubre próximo.

El propio Lula dio un recado en Belo Horizonte, ante 7 mil jóvenes del Levante Popular, cuando dijo: “Yo ya dejé de ser el problema de mis adversarios, el problema ahora son ustedes, que se levantan contra la injusticia y son actores políticos”.

La reconstrucción de la izquierda brasileña incluye la idea de un Frente Amplio, a la uruguaya, una vieja idea de Lula que fue reflotada luego de aliarse a partidos que apenas buscan cargos para mantener su estructura.

“Lanzamos la campaña ‘Directas Ya’ para pedir elecciones. Esto es un golpe de clase que busca retirar derechos y de a poco la población se dará cuenta. Nuestra propuesta es una reforma constitucional para la reforma política, pero no tenemos fuerza suficiente, ni la teníamos cuando lo impulsó Dilma en 2013”, confesó a EL TELÉGRAFO el presidente del PT, Rui Falcão.

El “Fuera Temer” se extiende

El Brasil después de Dilma se revela intrigante: el gobierno de Michel Temer ha lanzado una represión rabiosa contra manifestaciones que piden la renuncia del presidente en San Pablo, estado gobernado por el PSDB. Incluso, 2  publicaciones han revelado que 21 detenciones arbitrarias de la policía fueron realizadas por información confidencial que pasó un oficial del Ejército que se infiltró en los movimientos juveniles de izquierda.

El domingo 11 de octubre fueron detenidas 3 adolescentes que protestaban con máscaras —durante una puesta en escena teatral callejera— en favor del “Fuera Temer”. Pero la pelea de fondo está en los grandes intereses. Primero, internos. El gobierno de Temer busca flexibilizar la ley laboral para introducir la posibilidad de una jornada de trabajo de 12 horas, legalizar los llamados contratos basura, al modelo español, y elevar la edad jubilatoria. Este es un pedido de las cámaras industriales. Por otro lado, en el ámbito externo, Temer giró 180 grados y conduce una política exterior que menosprecia el Mercosur, busca nuevas alianzas con Washington y pretende darle celeridad a un cambio de rumbo regional, enfrentándose en diversas velocidades con Uruguay, Ecuador, Bolivia y Venezuela.

Dilma Rousseff, tras su caída, se fue a vivir a Porto Alegre. Vio el fin de su verdugo, el diputado Cunha, quien abrió el juicio político por venganza. “Mi destitución, sin delito, es una herida de muerte a la democracia”, dijo en su último discurso. Como una ironía del destino, ella se fue a vivir al barrio llamado La Tristeza. (I)

Sindicalistas y miembros de movimientos sociales se manifiestan en Sao Paulo contra el presidente Michel Temer, quien asumió el cargo tras la destitución de Dilma Rousseff.

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