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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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¿Aguilar meterá preso a patadas a un Mashi en el año 2017?

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Aguilar se precia de culto, de ser un político elegante y de vestirse caro, de mirar a los ojos a sus contradictores. Mantiene la mirada fija cuando se faja con quien no cree en su palabra, en sus poses o critica sus estrambóticos trajes. Lo de culto desaparece en el primer round y aflora su más básico instinto de venganza: asume que tiene la verdad absoluta por delante (gracias a la inmunidad). Se proclama, además, el único que no quiebra un plato o, simplemente, quien después de restarse de SUMA ya no es ni lo uno ni lo otro: solo es otro y uno al mismo tiempo.

Si alguien revisa sus “escritos” y expresiones políticas advierte una difusa contradicción entre los buenos modales falsos y aquellas expresiones auténticas que no salen precisamente de una diplomática personalidad que revele estudios, libros, lecturas o referencias intelectuales.

Dice en su cuenta de Twitter: “A ese Mashi Roberto voy a tener un placer especial de meterle a patadas a la cárcel el 2017”. ¿De qué se trata esto? ¿Es una broma o una ironía? ¿Una amenaza o una infamia a un tuitero que lo encara y dice cuatro verdades? ¿Lo hace como matón de barrio o como legislador de la República? ¿Se siente desde ya Poder Judicial, policial y carcelario para determinar quién puede ser recluido en una prisión por la omnímoda determinación de quien ahora legisla supuestamente a favor de los derechos y las garantías ciudadanas, incluidas las de quienes piensan diferente a él?

Sorprende que quien legisla para garantizar los derechos de los privados de libertad, de quienes violaron la ley, ahora se arrogue el poder de caerle a patadas a quien no coincide con él. Y es que a pesar de las diferencias personales hay límites éticos para expresarse y también para resolver las discrepancias de orden político.

Se trata de la misma persona que escribe en un blog bien fondeado, cuyos recursos nadie conoce de dónde salen para sostener el aparataje mediático que lo sustenta, y que recibe elogios de supuestos periodistas perseguidos y ninguna crítica de aquellos que, ante la mínima reacción oficial sobre determinados temas, sudan hasta el cansancio tecleando en las redes sociales.

Más allá de las merecidas y justas reacciones de solidaridad con el tuitero @MashiRoberto agredido por estas amenazas, no hay cómo olvidar que el agresor es personaje público, recibe una remuneración con recursos públicos y tiene responsabilidades públicas y éticas muy concretas en su calidad de legislador. Y mucho menos podemos dejar de lado que ese tipo de reacciones y/o amenazas violentas y virulentas revelan cómo se comportaría alguien si llegase a tener poder político y policial. ¿Alguien que ligeramente haya discrepado con este señor podría sentirse tranquilo si él llegase a ocupar un ministerio, la presidencia de la República, el cargo de comisario, intendente, gobernador o cualquier otra función pública con posibilidades de reprimir?

Y, por supuesto, dirá que todo es culpa de la polarización política que vivimos, que solo reacciona como esperaría el pueblo llano, la masa, esa manada de trolls que aplauden este tipo de exposiciones y agresiones mediáticas. Incluso se justificará señalando que solo lo hizo contra una persona que por ser correísta no solo se merece meterle preso a patadas sino que también podría ser objeto de cualquier tipo de vejación o crimen.

No, aquí hay una revelación manifiesta de lo que en el fondo son los personajes de esta naturaleza: Villavicencio amenazando a los periodistas de los medios públicos; Balda construyendo venganzas a partir de algunas estructuras mafiosas y oscuras; Páez buscando mayor protagonismo mediático desde odios arraigados por la frustración de no haber llegado a ser ministro del actual Gobierno; Quishpe y Tibán, haciendo del buen humor y de la sátira (acicalados desde un indigenismo falseta) la peor expresión de unas ideas anquilosadas y trastocadas de la supuesta tradición de resistencia. Bien podríamos imaginar qué pasaría entre todos ellos si llegaran a constituir una alianza y alcanzaran el poder político.

Pero sin elaborar pronósticos ni hacer elucubraciones, la realidad muestra todos los días en las redes sociales (donde no se esconden unas damas de supuesta alcurnia y ciertos intelectuales de poca monta), cuánta sed de venganza, de saldar cuentas a partir de una inoculación permanente de falsos dilemas y de muchos moralismos, tienen Aguilar y sus acólitos. Y sin embargo, son modositos cuando se etiquetan de tolerantes y libertarios.

Pero hay algo más: ¿dan por hecho que en el 2017 serán el poder absoluto? ¿Es que ya ganaron las elecciones sin todavía haber empezado la campaña electoral? ¿Están seguros de que un exbanquero será el futuro presidente de Ecuador y de que con él podrán llevar a cabo sus anhelos de meter a patadas a la cárcel a sus adversarios políticos? ¿O es que para el 2017, la Constitución, que garantiza derechos a todos, incluidos a quienes cometen delitos y/o violan la ley, será reformada para darle al actual asambleísta prerrogativas jurídicas y patente de corso para patear, encarcelar, torturar, difamar u ofender a las personas?

Por ahora no hay cómo subestimar ni ignorar la afirmación de Aguilar: solo se la debe consider como una expresión literal y simbólica de la verdadera esencia política de quienes han dicho que solo se ajustan a la ética cuando en realidad exudan violencia pura y temeraria. (O)

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