Es innegable que hay una corriente en el mundo que reivindica el valor de lo natural y de lo orgánico. Para ser consecuentes con este principio que promueve lo sano frente a lo artificial, muchas personas desterraron de sus dietas a la comida chatarra y optaron por alimentos sin grasas, colorantes y peor aún preservantes.

Son los seguidores de esta corriente quienes han hecho suya esa frase que dice: “Eres lo que comes”. Sabemos que el sobrepeso es solo una de las enfermedades derivadas de llevar una mala alimentación, así que no se equivocan los nutriólogos cuando insisten en que la salud depende mucho de una dieta equilibrada. No obstante en este afán por alimentarse de manera saludable, muchos han llegado al extremo de convertir un hábito en una obsesión.

Hace poco, la Organización Mundial de la salud (OMS) estimó que hay un 28% de personas en el mundo que sufren de un nuevo trastorno alimenticio denominado ortorexia, que es descrito por los especialistas como la obsesión patológica por ingerir comida saludable. Están tan preocupados por mantener su dieta que incluso evitan restaurantes o comidas con amigos, porque corren el ‘riesgo’ de probar alimentos que no estén libres de colorantes o pesticidas.

Es evidente que la sociedad actual tiende a los extremos: mientras hay personas que se cuidan en exceso hay otras que no hacen nada por cambiar sus hábitos alimenticios. En el caso de los ortoréxicos están más preocupados por la dieta que por el placer de comer.