Aunque han transcurrido más de 70 años desde que los científicos eclipsaron al mundo con el concepto inteligencia artificial y dejaron abierta la posibilidad de crear máquinas ‘pensantes’, aún no han logrado alcanzar al mayor de todos los retos: imitar el complejo cerebro humano. Las posibilidades de diseñar robots que puedan competir, en algún momento, con los humanos solo se restringe a las películas de ciencia ficción y a los libros de Isaac Asimov que, muchas veces, nos han quitado el sueño.

El mayor problema de los supuestos de la inteligencia artificial es que los científicos asumen que una máquina puede replicar las funciones del cerebro, lo cual sería imaginable únicamente bajo el supuesto de que conocemos todo el cerebro. Solo entonces, sería posible soñar con la idea de crear máquinas a ‘imagen y semejanza de los seres humanos’. Son varios los investigadores que se muestran escépticos sobre la factibilidad de desarrollar máquinas capaces de procesar la información como lo hace el cerebro.

Incluso, si la humanidad fuera capaz de lograrlo, ¿qué ocurre con las reacciones de felicidad, de temor, de duda que tienen lugar en la mente? Sabemos que estas sensaciones no solo son el producto de simples procesos mecánicos, así que todo indica que los científicos tendrán que esforzarse por sortear estas dificultades para que nos puedan convencer de que son capaces de crear estas supermáquinas. Por muy eficiente que sea un programa computacional, un humano siempre será infinitamente más completo a la hora de resolver un problema. Eso lo saben bien los científicos.