No todas las ciudades están pensadas para ejercitarse. En realidad, hay grandes metrópolis que por sus altos índices de contaminación y pocos centros recreativos y áreas verdes dificultan la actividad física. Los espacios verdes son la esencia de lo urbano, porque son, en definitiva, sitios de encuentro e intercambio; alimentan las prácticas urbanas y su interés por el ocio. Una metrópoli sin plazas ni espacios para ejercitarse resulta insostenible no solo desde el punto de vista ambiental, sino también urbanístico. Sin duda, el concepto del espacio público continúa ligado a la existencia de áreas verdes esenciales para alentar el gusto por la actividad física en ciudades donde el ritmo de vida no parece dejar tiempo para el esparcimiento.

En las últimas décadas, los estudiosos de lo urbano han sustituido el término de espacios verdes por espacios libres con el afán de ampliar el papel que desempeñan estos escenarios, concebidos para el deporte, para el paseo y por qué no para el descanso. En nuestro país, no todas las ciudades disponen de estos espacios y si los tienen no siempre reciben el mantenimiento adecuado para atraer a la gente a la práctica deportiva. Una de las urbes más amigables para desarrollar actividad física es Cuenca, donde ciudadanos de todas las edades ocupan los parques y recorren las vías próximas a los ríos para ejercitarse.

Los espacios verdes son vitales, porque no solo funcionan como reguladores del medioambiente, sino como sitios vitales para la salud.