El mito de Narciso narra la historia de un ególatra que, como muchos saben, se amaba a sí mismo. Este mito, de alguna manera, se relaciona con ese tipo de patología de la personalidad caracterizada por la excesiva autoadmiración y sobreestimación del yo.

Hay quienes consideran que los individuos narcisistas son el resultado de la posmodernidad o peor aún, que esta se ha encargado de reforzar el modelo del ser humano narcisista, porque cada vez hay más personas que se refugian en la esfera privada para rendir culto a la individualidad. En ese sentido, cada persona se convierte en el centro del mundo.

De alguna manera, las civilizaciones actuales se caracterizan por minimizar las necesidades del otro, aunque hay cientos de ventanas que permiten a los seres humanos observar su entorno y a quienes nos rodean. En este mundo, los narcisistas parecen vivir ajenos a los hechos que los rodean, porque son incapaces de ponerse en el lugar del otro. En la civilización occidental, en particular, hay una exacerbación de la cultura del yo. Esta lógica individualista se ha instalado en lo cotidiano.

Como decía el filósofo francés Gilles Lipovetsky, en la sociedad postmoderna reina la indiferencia. Es allí donde aparece el valor narcisista como manifestación del proceso de personalización. El mundo pasó del individualismo limitado al individualismo total. Aunque muchos discrepen, hay psicólogos que aseguran que las sociedades actuales se han encargado de engendrar un ejército de narcisos. El narciso es el símbolo de nuestro tiempo.