Es un hecho que la actividad educativa está saturada de responsabilidades que superan, con creces, la capacidad de los docentes para dedicar el mismo tiempo y esmero a cada una de ellas. La sobrecarga de tareas predispone a los maestros a sufrir estrés, ansiedad y depresión. En ocasiones, la presión diaria golpea con tanta fuerza al profesorado que quebranta su organismo. Este desgaste permanente puede dar lugar al síndrome de agotamiento profesional que también se conoce como síndrome del quemado que se manifiesta en cansancio extremo.

El mayor problema no es que los maestros sean proclives a sufrir este tipo de trastornos, sino que son pocos son los que cuidan su salud. El temor a perder el trabajo, a la percepción de sentirse indispensables y a la poca credibilidad en torno a las licencias psiquiátricas (salud mental) hacen que los docentes aplacen la consulta al médico. Así como se presta atención al rendimiento del profesorado, con evaluaciones continuas, es necesario que haya una propuesta para impulsar actividades recreativas para los maestros.

La propia relación con los alumnos resulta tensionante en sí, aunque genere grandes satisfacciones. El estrés —lo han advertido los psicólogos— puede incluso comprometer la salud mental del profesor y los 2 factores más comunes que inciden son la depresión que muchos padecen al sentirse ineficaces y la ansiedad: hay maestros que sienten que aunque luchan y se esfuerzan no alcanzar determinados objetivos, porque en el camino encuentran obstáculos.