La procreación dejó de ser una prioridad para muchas parejas. Aunque se constituyó en uno de los mandatos más importantes de toda unión, cada vez hay más personas que asumen que la felicidad humana no depende de los hijos, lo cual echa por tierra ese aspecto casi idílico de la maternidad y, por supuesto, de la paternidad. Este nuevo prototipo de familia, que hace oídos sordos al llamado ‘creced y multiplicaos’, contradice lo que muchos llaman el objetivo final de todo ser vivo: la perpetuación de la especie. Sabemos que la función de la reproducción consiste precisamente en la capacidad de todo ser vivo para producir otro semejante.

Desde el punto de vista biológico, la procreación es crucial para la supervivencia humana, pero en las sociedades contemporáneas dejó de ser trascendental, porque las nuevas generaciones, al parecer, no están interesadas en tener hijos, un fenómeno que está cada día más presente en los países desarrollados. A estos hogares de solo 2 integrantes se los cuestiona por rechazar el ‘destino’ que la propia naturaleza ha determinado para la humanidad: tener descendencia.

Mientras más los critican, más convencidos están de continuar con su proyecto de vida, lejos de las responsabilidades que exige traer niños a un mundo inequitativo y sobrepoblado. Aunque a muchos todavía les cuesta asimilarlo, se trata simplemente de otros modelos de pareja, nuevos prototipos familiares que están convulsionado la estructura tradicional.