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Los tatuajes de Juan Eduardo ayudan a dejar atrás el cáncer

Juan Eduardo Olivares reside desde hace más de 20 años en Ecuador. Este año se trasladó a Manta, donde tiene un local en el que diseña tatuajes de todo tipo.
Juan Eduardo Olivares reside desde hace más de 20 años en Ecuador. Este año se trasladó a Manta, donde tiene un local en el que diseña tatuajes de todo tipo.
Foto: Leiberg Santos / El Telégrafo
25 de diciembre de 2016 - 00:00 - Vivian Zambrano Macías

Manta, Manabí.-

El teléfono sonó. Al artista tatuador Juan Eduardo Olivares, de 46 años, se le hizo extraño cuando la persona al otro lado de la línea se identificó como médico de Solca (Sociedad de Lucha Contra el Cáncer). Era el año 2012 y estaba en Quito cuando el galeno le habló de un trabajo que requería.

Se trataba de hacer tatuajes oncológicos (pintar areolas en implantes mamarios, realizados a mujeres luego de la mastectomía por la presencia de cáncer de seno). En esos instantes Juan Eduardo exclamó: “¡Yo no hago eso; yo hago tatuajes artísticos! No tengo idea cómo se hace”.

De inmediato recordó la experiencia que vivió con su hermana Ángela, fallecida en 2011. Ella tuvo cáncer de mama.

Un año antes de su muerte le colocaron un implante sin la areola del pezón y el artista se la dibujó. “Me demoré 40 minutos. Mi hermana reaccionó normal, bien chévere al verse”.

La primera vez que fue a Solca aprendió con el doctor la técnica. Él le marcaba los puntos por dónde debía trabajar, le explicó las medidas usando una cinta métrica, para poner finalmente el círculo.

El chileno, quien reside en el país hace más de 20 años, compró tintas (hipoalergénicas y orgánicas de toda gama, jugando con las tonalidades) y una máquina especial. Fue una inversión de $ 700 para especializarse en este tipo de trabajos, en los que ahora se demora 20 minutos.

Ya ha dibujado los pezones de más de 100 mujeres de diferentes partes del país que llegaban a Solca.

En el momento que hace su labor la concentración es máxima, pero el estilo cambia. “Lo artístico tiene como mayor libertad, generalmente hago diseños que yo dibujo o que trabajo con los clientes. Pero lo oncológico es un patrón que hay que seguir, imitar el lado izquierdo y derecho de la areola y tratar de que tenga todas las texturas de antes”.

El chileno, quien tiene un local de tatuajes llamado Tribal, ubicado en la avenida 24 y calle 20, en Manta (Manabí), destaca que “hay que estar súper pilas para que quede igual. Yo hago un buen trabajo”.

La reacción que ha visto en muchas mujeres es romper en llanto. Se emocionan mucho. “Cuando han pasado tantas penurias no tienen vergüenza. Preocupación sí hay, al inicio, y nerviosismo, como la persona que se hace un tatuaje artístico. La situación es que esto es más emocionante porque recupera la autoestima, se ven como ‘completas’, según lo que ellas me comentan”.

Para Juan Eduardo, este trabajo fue complicado al inicio, por la cuestión emocional, “pero después a uno le gusta porque termina feliz. Me gusta ver ese rostro de alegría”.
Ahora recibe llamadas para hacer tatuajes de areolas de manera continua. Esta semana viajó hasta Quito para un nuevo trabajo oncológico.

Como anécdota cuenta que no recuerda el nombre del oncólogo con el que aprendió esta técnica y que ya no está en Solca. “El médico era muy carismático. Yo tuve la suerte de aprender de él”.

Sus tatuajes, una forma de ayudar

El trabajo lo pagaba la paciente como un servicio anexo de Solca. “Es una alternativa, si quieren”. El monto de esta labor es de $ 60. “Con la misma experiencia que tuve (el caso de su hermana), a inicios se me hacía muy raro cobrarles a personas que están pasando mal, pero después hablamos con el doctor y me indicó que yo tampoco puedo regalar el trabajo. Ese valor es significativo, porque comercialmente se debería cobrar mucho más, como unos $ 300”.

No tiene fotos de su trabajo porque no se permite, “esa parte no me interesa. Lo que me importa más es que la persona esté contenta”.

En lo personal, el cáncer es algo que le causa pesar. “Te va carcomiendo de a poco, al que lo sufre y a la familia”.

Con su mamá, también llamada Ángela, que al igual que su hija padeció cáncer de seno, habla siempre de su hermana fallecida. “Era una persona que supo dar hasta lo que no tenía, yo sí soy así, pero ella era al extremo”.

Mirando hacia arriba dice (a su hermana): “vos me mandaste esto, has de estar pura risa, porque me estás enseñando a dar”.

Al principio, el trabajo se le hizo muy difícil. “Me costó porque al hospital también van niños, veo el sufrimiento de la quimioterapia, eso hace recordar los malos ratos que nuestra familia pasó. Quien tiene un pariente con cáncer, sabe lo que pasa... es horrible ver sufrir al otro”.

Su madre, una adulta mayor, se siente orgullosa de la labor que Juan Eduardo realiza. Mientras que su esposa, la quiteña Angie Tinoco, está encantada de que haya acogido esta actividad. “Yo quiero ver el trabajo que hace dando forma de la areola, al pezón, pero eso es una cuestión bien privada”.

Juan Eduardo llegó al Ecuador en uno de sus viajes al estilo mochilero. Conoció las playas manabitas y se enamoró del país. “Me gustó y dije yo vuelvo”. Lo hizo al terminar el trabajo en la línea 5 del metro, que se estaba construyendo en Chile (es arquitecto de profesión). Luego juntó el dinero y se mudó a Ecuador.

A Manta llegó el 20 de febrero. “Me cogió el terremoto en mi departamento, por Barbasquillo. Ahora estoy por la ciudadela universitaria”.
Aprendió a tatuar en un viaje a Brasil, hace como 25 años. “Por el cuento de la dictadura, no se podía usar arete, pelo largo, ni tatuaje y a mí siempre me gustó ese estilo.

Entonces, cuando llegué a Brasil me hice el tatuaje a los 3 días (la imagen de un payaso). Y allí por suerte fui a un lugar donde el tipo era un artista, tenía su familia, su departamento”.

Concluyó que entonces todo el mito que antes se tenía, sobre que los tatuajes se los hacen las malas personas, era un cuento. “Yo me dije: ‘el tipo es supernormal, vive con su familia, con sus hijos, fue a un buen colegio, qué chévere vivir de esto’. Allí quedé con el bicho del tatuaje”. (I)

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