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“Cuando apuesto dinero me siento feliz y no me arrepiento”

En los centros comerciales de Guayaquil un grupo de personas juega en máquinas de azar. Con $ 1 las personas pueden escoger entre 8 alternativas que el aparato ofrece.
En los centros comerciales de Guayaquil un grupo de personas juega en máquinas de azar. Con $ 1 las personas pueden escoger entre 8 alternativas que el aparato ofrece.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
07 de mayo de 2017 - 00:00 - Redacción Sociedad

Margarita no consume alcohol ni fuma. Es septuagenaria y luce bien arreglada. Lleva una blusa azul y un pantalón negro planchados. Sus cejas están pintadas de negro y su boca de rojo.

Dentro de su cartera de mano, como es habitual, siempre lleva un espejo, lápiz labial, rímel, base, rubor para la cara y, además, un mazo de naipes.

Desde hace 3 años ella juega, con hombres y mujeres, rummy. Sus apuestas superan los $ 60.  También se afilió a un grupo de bingo al que destina $ 30 cada semana. Estos 2 ‘pasatiempos’ los alterna cada mes.

El ‘vicio’, como lo llama  Margarita, empezó hace más de 40 años. A diario acudía a los casinos de los hoteles. En una noche perdía entre $ 800 y
$ 1.000 y se amanecía cuando ganaba. En el tiempo que lleva como apostadora ha gastado
$ 70.000. “No me arrepiento”.

Ha vendido joyas de oro para jugar cuando el casino le dejó de dar crédito.

“Tenía un cofre lleno de alhajas de 18 quilates, las cuales me vi obligada a cambiar por dinero, para no dejar de acudir a estos lugares que me hacen sentir feliz. Me dan placer”.

¿Qué la impulsó a entrar en el juego? Margarita, antes de responder, empieza a llorar. Pero, sin dudarlo, se abre: “La soledad”. “Para mí, esto es un refugio ante lo que me ha tocado vivir”.

La psiquiatra Julieta Sagñay, del Instituto de Neurociencias (Guayaquil), explica que la ludopatía es una enfermedad solapada y que se caracteriza por la compulsión y la pérdida de control. “A diferencia de otras adicciones, que son químicas, esta es conductual. El ludópata usa el juego como una manera de escapar de un problema”.

También aclara que hay una diferencia entre el juego social  y el patológico.

Para catalogar a una persona como ludópata tiene que cumplir 5 síntomas:  ponerse irritable, estar inquieto por jugar, mentir sobre la cantidad de dinero que apuesta o hacerlo a escondidas, necesidad de prestar dinero y pensar todo el día en el juego. Margarita evidencia algunos. Madre de 4 hijos, ella reemplazó las máquinas tragamonedas por el juego de cartas y  bingo.

Aquello fue luego de que los  juegos de azar como casinos cerraron definitivamente en marzo de 2012 (en la consulta popular de 2011 la población aceptó que se prohibieran). 

Aunque accedió a buscar un especialista, luego lo dejó.

Para el psicólogo Carlos Díaz, gerente de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública (MSP),  el cierre de estos establecimientos de apuestas permitió limitar el acceso, pero aparecieron nuevas alternativas. “Las personas buscan, sin tener un tratamiento previo, alimentar su ansiedad debido a que el juego se convierte en una  necesidad”. 

Él asegura que la frecuencia con la que se lo practique hace del juego algo patológico.

En el país no hay cifras exactas sobre cuántos ludópatas se registran. Díaz señala que en 2015 se reportaron al MSP 40 casos anuales, aunque reconoce que no resulta una cantidad representativa para lo que realmente existe.

Fernando García, de 48 años, en diciembre de 2011 fue descubierto por su esposa apostando en un casino. Tuvo que elegir entre ella y el juego. Se quedó con su cónyuge, pero hace un año recayó.

Su esposa, Natalia Camacho, cuenta que ahora él hace apuestas por internet que superan los $ 500. Indica que cuando juega un equipo de fútbol de Guayaquil o de otros países, él también apuesta. Cuando pierde, se pone de mal humor y no hay quien lo aguante. “A veces lo he escuchado decir que para no perderlo todo se va a ‘cubrir’ (...). Me preocupa que llegue a arriesgar nuestra casa y termine mal todo”.

Para Sagñay, el cierre de casinos ‘trasladó’ la adicción a su hogar. “Se abrieron otros negocios. Hay casas de apuestas o los juegos por internet”.

Actualmente, en ciertos centros comerciales de Guayaquil hay máquinas con juegos de azar. En un mall se puede apostar con $ 1.

Margarita lleva los naipes siempre que sale de casa. Hace 3 años juega rummy con hombres y mujeres. Sus apuestas van de $ 50 a $ 70.

Medida en otro país

En Argentina está prohibido que este tipo de aparatos estén cerca de cajeros. La medida se dio debido a que entre el 60% y el 80% de la población cercana a estos sitios cayeron en adicción.

Este país, además, tiene una ley de regulación y transparencia de juegos de azar. En ella se establece la creación de un programa de asistencia para los jugadores compulsivos dentro de los lugares.

La psicóloga Lady Rojas, responsable de salud mental del distrito 7 del MSP, señala que uno de los problemas para que los ludópatas accedan a tratamientos es que el sujeto no reconoce su dependencia, sino que lo ve como un estilo de vida que lo pueden manejar. “Se ha evidenciado que la persona llega a quedarse en la ruina”.

A su consultorio han llegado casos de mujeres de 40 años, accionistas de camaroneras, que hacen grandes apuestas. Sus padres solicitaron la ayuda. “Ellos la identificaron como una adicción y no como dependencia emocional. La querían internar en un centro de rehabilitación, pero les  expliqué que había otro método”.

El tratamiento que deben recibir, según Sagñay, debe ser múltiple. La terapia cognitiva conductual es la que se aplica para que el paciente aprenda  nuevas formas para manejar sus emociones. “La persona que apuesta dinero en juegos de azar lo hace por estrés,  problemas o aburrimiento. El índice de recaída es alto”.

También reconoce que es más difícil  tratar a un ludópata que  a un adicto a las drogas, porque el primero, al verse devastado por su apariencia, busca la ayuda; el otro, al ser una adicción solapada, no. (I)

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