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El Telégrafo
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Miembros de la comuna reciben a los visitantes en sus hogares y les permiten compartir su cotidianidad

En San Clemente, los visitantes viven el turismo comunitario

Durante su estadía, los visitantes comparten una pampa mesa con la comunidad. El menú se adapta a los requerimientos de los visitantes.
Durante su estadía, los visitantes comparten una pampa mesa con la comunidad. El menú se adapta a los requerimientos de los visitantes.
Foto: John Guevara / EL TELÉGRAFO
08 de julio de 2017 - 00:00 - Coralía Pérez

Ibarra.-

Perteneciente a la parroquia La Esperanza, en Ibarra, la comunidad San Clemente se destaca como la primera en desarrollar el turismo comunitario en Imbabura, una actividad que dinamiza la economía de la zona y difunde su cultura.

La comunidad, conformada por 700 habitantes, ofrece a los turistas la oportunidad de conocer sus costumbres y tradiciones, además de compartir alimentos y actividades muchas veces desconocidas para los citadinos.

“Es interesante porque les permitimos hacer cosas que nunca en su vida se han imaginado. El arado tradicional con bueyes, por ejemplo, o el bordado de blusas”, indica Juan Guatemal, coordinador de turismo de la comunidad.

Una forma de aprender

Manuel Guatemal,  presidente de la comunidad, comenta que cada vez es mayor el número de visitantes que llega hasta San Clemente para compartir con la comunidad.
“Los jóvenes, especialmente, vienen para aprender, y además se divierten con todas las actividades que hacemos”, asegura.

Un día normal en San Clemente inicia a las 06:30, hora en la que se da de comer a cuyes y gallinas, además de ordeñar a las vacas.

Luego de ello viene el desayuno, donde cada familia ofrece a los huéspedes alimentos recolectados o  elaborados por ellos mismos: huevos, leche de vaca, tortillas de tiesto, máchica y jugo.

Posteriormente, dependiendo de la temporada, los turistas se involucran en las actividades del campo, como el arado de la tierra y la siembra o cosecha de productos.

Todas estas actividades se desarrollan de forma tradicional. La labranza, por ejemplo, aún se realiza con bueyes.

Aquellos más hábiles y pacientes pueden aprender a bordar a mano; una actividad que, según registros históricos, inició en 1940 en la hacienda Zuleta, propiedad del expresidente Galo Plaza Lasso.

Los turistas también pueden realizar cabalgatas y caminatas en la zona o hacia el lago Cubilche o el volcán Imbabura. En este recorrido, los guías van explicando a los turistas los usos y bondades de las diferentes plantas medicinales que abundan en el camino.

La cultura es un aspecto fundamental que se comparte con los visitantes, que pueden ser parte de rituales chamánicos a cargo del maestro andino Aany Yamay, o aprender melodías típicas interpretadas en violín y guitarra por Manuel Belensaca y Carlos Chuquín.

Juan Guatemal afirma que convivir con la comunidad es una experiencia enriquecedora. Para ello, recomienda que la visita sea de tres días y dos noches.

El valor diario de la estadía es de $ 45, que incluye las tres comidas y el desarrollo de todas las actividades propuestas. (I)

El bordado es una de las principales actividades que realizan las mujeres en la comunidad. También elaboran artesanías para su comercialización. Foto: John Guevara / EL TELÉGRAFO

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