Su rostro se llena de alegría cuando muestra su colección de rockolas. Más al contar cada una de las anécdotas que vivió para adquirir los diferentes modelos  que ahora son su orgullo.
José Cisneros es un galeno de 60 años, que vive en la Av. 12 de Abril y que desde 1997 guarda estos aparatos ya desaparecidos de los sitios de bohemia. Las rockolas llegaron al país en las décadas del 50 y 60.

La mayoría de estas máquinas  fue adquirida por Cisneros a propietarios de cantinas, bares, cabarets y otros espacios de atención para adultos, sobre todo en la Costa.

Con el pasar de los años, tras el ingreso al país de los equipos con lectores de CD y otros artefactos de alta tecnología, perdieron espacio.

“Hace 16 años  empecé a coleccionar las rockolas, pues siempre he sido un amante de la música”, expresó el médico, quien no solo vive apegado a las melodías de antaño, sino que, además, trabaja como cirujano plástico.

El primer modelo  que adquirió  fue una AMI,  fabricada aproximadamente en 1950. Para llevársela a su casa invirtió 800.000 sucres, aunque dijo que  el valor era lo que menos interesaba, pues fue el primer regalo que se hizo a sí mismo. Quien le proveyó su “capricho” fue Isabel Trujillo, una cuencana que gustaba de la colección de estos objetos.

Desde esa época Cisneros ha continuado con la compra de varias de estas reliquias hasta sumar 16, de diferentes modelos. Pese a la diversidad, tres marcas son sus favoritas: AMI, Wurlitzer y Rock-ola.

 “Cada una de estas máquinas tiene un modelo distinto y particularidad. Siempre que me entero de que alguien las vende por allí  me percato de que no sea la misma de las que tengo. De la primera, lo que más me llamó la atención es que no tenía botones para elegir los temas sino una pestaña para seleccionar el dial, algo así como en las radios”.

En su hogar cada una tiene un espacio especial. Existen unas de colores muy llamativos, mientras que otras se caracterizan por sus modelos modernos, semejantes a los de las desaparecidas tragamonedas.

Cada fin de semana los amigos de este cuencano llegan a visitarlo y a departir momentos amenos, mientras escuchan los cerca de 3.200 temas de distintos artistas que son de su agrado.
Canciones de grupos como Los Strober Maldonado, Los Cuervos, Paúl Sol, Los Escorpión, el dúo Benítez Valencia y los Miño Naranjo no pueden faltar en sus máquinas, que pese a los años  mantienen un audio de calidad.

“Incluso mis amigos, como saben que soy coleccionista,  llegan para regalarme discos  que aún no he conseguido. Cuando voy de viaje, por cuestiones de  trabajo, intento adquirir nuevos temas para compartirlos  con ellos”, comentó.

El hecho de ser cirujano obliga a José a realizar las cosas con total precisión. Al mantener una rockola, su cuidado no es diferente, ya que cada fin de semana enciende todos los aparatos para que permanezcan en óptimas condiciones, pues  una de las causas para que se dañen es la falta de uso.

Uno de los allegados del coleccionista cuencano es Giovanny Sumba, quien les da “vida” a estos artefactos cuando sufren daños mecánicos o se afectan en su estética.

Hace meses, cuando compró el último aparato que posee en su colección, uno de marca Rock-ola, fue Sumba quien construyó una nueva caja de madera que es el soporte de estas máquinas.

“Me gusta que todo esté perfecto”, dijo Giovanny, quien  aprendió a arreglar estos artefactos en el cantón  El Triunfo, en la provincia del Guayas.
En 2000 recibió el llamado de Cisneros para que se traslade a vivir en Cuenca para trabajar con él y de esa manera dar un mantenimiento periódico a estos antiguos aparatos,  también llamados sinfonolas.