Toda una vida haciendo tortillas de maíz
Hacer tortillas es su oficio de todos los días, y para Flora Gómez, oriunda del cantón Gualaceo, provincia del Azuay, no es cosa que le asusta, al contrario, es el sustento para su familia.
Con sus 65 años, no tiene problemas para levantarse a las 05:00 y comenzar con los preparativos antes de salir al mercado del cantón, donde la esperan sus fieles clientes.
A la semana compra tres quintales de choclo y dos de trigo para sus tortillas.
De igual forma, diariamente recibe entre 12 y 13 galones de leche y 50 libras de quesillo, que también utiliza en su trabajo, esta entrega le hacen personas dedicadas a vivir de estos negocios, por eso, ella no descansa ni un solo día a la semana.
Para elaborar las tortillas de choclo, entre toda su familia diariamente desgranan un saco por día, muelen en la máquina, añaden huevos, manteca, sal y azúcar al gusto y todo queda listo para el día siguiente. Con los productos preparados se dirige al mercado para comenzar su jornada. Mujer alegre, carismática y sonriente, lleva siempre puesta su vestimenta del cantón.
Recuerda que hace 35 años comenzó con la venta de morocho, humitas, chachis (empanada de harina de maíz de similar preparación) y que hasta ahora le ha ido bien en su negocio.
Las tortillas calientes son las más ricas, como ella misma afirma, y para eso emplea 20 y hasta 25 libras de harina, en sus respectivos recipientes, a eso le añade agua, margarina, manteca de chancho y sal al gusto.
Aproximadamente a las 11:00, todos los días por la puerta principal del mercado 25 de Junio, doña Flora Gómez ingresa con la bandeja de masa para hacer las tortillas. Detrás le sigue su esposo, Aurelio Cují, quien con la ayuda de su yerno, Juan, llevan una olla que está llena de morocho. Más atrás le sigue su hija Laura, ella trae una olla tamalera en sus manos; y Margarita, trabajadora que ayuda todos los días, llega con la canasta llena de vasos y servilletas.
Al llegar al puesto ubican cada cosa en su lugar, encienden las llamas de las cocinetas y ponen a calentar las torteras. Juan, Laura y Aurelio se retiran a su casa.
Con la porción adecuada de masa en la mano comienza el trabajo. Ubican en la tortera y con una pequeña presión, como por arte de magia, se forma una figura circular que es una delicia para el paladar.
Repiten este procedimiento hasta que quedan de siete a ocho tortillas preparándose en las dos torteras grandes.
Además, cuentan con dos tortilleras pequeñas en las que se pueden elaborar de tres a cuatro productos. También tiene dos recipientes llenos, uno de café puro (tinto) y otro de café con leche. Junto a ellos se encuentra la olla tamalera que curiosamente contiene chachis y otra con humitas. Más a la derecha se halla una bandeja con torres de tortillas calientes y listas para ser degustadas por los clientes.
Pero Flora no solo prepara las tortillas, también tiene que hacer el sabroso morocho, para ello lava bien y retira las cáscaras, pone a hervir en una olla y luego añade especias, como canela, anís estrellado y azúcar al gusto. Remueve hasta que la mezcla adquiere el espesor necesario.
Clientes que saben del sabor
El primer cliente del día llega y compra una tortilla de maíz con morocho. Es José, un fiel usuario que acude todos los días al negocio de Flora.
Ella lo reconoce, lo recibe y trata amablemente. Con una moneda de 50 centavos en mano, José cancela con una sonrisa y se retira, no sin antes desearle un buen día.
Más clientes llegan a degustar las tortillas, siguen y siguen sin parar. Con la ayuda de Margarita realiza sus ventas y así todos los días es como trabajan para salir adelante.
Su jornada normal de trabajo inicia desde las 11:00 y se prolonga hasta las 19:00, que se cierra el mercado. El realizar esta actividad durante toda su vida ha hecho que las palmas de sus manos se vuelvan blandas y amarillentas. Varias personas creen que Flora ya no tiene huellas dactilares.
Con las manos en la masa y su sonrisa de siempre la encuentran en su puesto todos los días. José, Cecilia, Elvira y Agustín, clientes de hace muchos años, que siempre regresan por el exquisito sabor de las tortillas de doña Flora.
Datos
Flora Esperanza Gómez nació el 30 de diciembre de 1951; tiene 61 años, se ha dedicado desde niña a la elaboración de tortillas. De pequeña con sus hermanas salía a las calles a vender este producto para tener ingresos y poder vivir.
No lleva una cuenta exacta de las ventas diarias, simplemente prepara la cantidad de masa que tenga disponible, así como de morocho o café.
Sus clientes esperan con impaciencia la llegada de la mujer al mercado del cantón Gualaceo para adquirir sus productos. Muchos van expresamente a comprar sus tortillas porque saben de su sabor.