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Ecuador, 13 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Reencuentro con sus parejas se frustró para dos cañarenses

Los nombres de María Inés Muñoz Alvacora, de 24 años, y Luis Ariosto Calle Inga, de 22,  engrosan desde el pasado 4 de noviembre la lista de víctimas del río Bravo, y con ellos en lo que va del año son ya 30 los migrantes indocumentados que han muerto  ahogados tratando de cruzarlo.

Los dos compatriotas en compañía de Aída  Janeth Flores Siguencia, de 26 años, quien logró salvarse gracias a un pescador que la ayudó,   habían emprendido viaje desde  Malal, una población perteneciente al  cantón Cañar. María Inés, madre de un niño de  4 años, y Aída iban a reunirse con sus esposos; el propósito que tenía   Luis Ariosto era trabajar para enviar dinero a su esposa embarazada y a su hijo de 3 años que se quedaron en Ecuador.

La Secretaría Nacional del Migrante (Senami) y el Consulado de Ecuador en México  se  encargaron de  las diligencias respectivas en cuanto a la identificación de los cuerpos y los trámites para la repatriación de los mismos.
“Nosotros nunca estuvimos de acuerdo con que viajasen, pero por la insistencia de los esposos no tuvimos otra opción que apoyarles”, dijo Andrés Muñoz, padre de una de las víctimas. Los tres ecuatorianos, antes de iniciar su travesía, se dedicaban a la agricultura.

Una noticia publicada en el diario “El Mañana”, de Nuevo Laredo,  en su edición del 9 de noviembre, informó que “la sobreviviente de esta tragedia, que fue salvada por un pescador, compareció ante el Ministerio Público y ya más tranquila, sin temor a ser arrestada, dio sus datos, pues cuando fue auxiliada por elementos de Protección Civil alteró su nombre y el de sus acompañantes por miedo a ser encarcelada”.

La nota continúa que ella señaló  que   decidieron viajar a Estados Unidos para trabajar, ya que algunos parientes y amigos que viven ilegalmente en el vecino país les habían comentado que se ganaba bien en dólares. Así que iniciaron su viaje el 15 de octubre, atravesaron Centroamérica, para finalmente llegar a Nuevo Laredo en México, el 2  de noviembre.

Como no  consiguieron ayuda decidieron cruzar el río por su propia cuenta. Lograron llegar a territorio estadounidense, pero el temor por  la presencia de la patrulla fronteriza los obligó a lanzarse nuevamente al río, y en esas circunstancias Aída Flores tuvo la suerte de ser empujada hacia la ribera mexicana y pudo ser auxiliada, no así sus compañeros.

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