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Personajes populares son parte de la cuencanidad

El conocido ‘Suco del Cenáculo’ camina por varios sectores de Cuenca en busca de una ayuda. Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
El conocido ‘Suco del Cenáculo’ camina por varios sectores de Cuenca en busca de una ayuda. Foto: Fernando Machado / El Telégrafo
11 de octubre de 2015 - 00:00

Fernando Brazales

Además de sus héroes, cada ciudad de Ecuador fue creciendo con la presencia de personajes populares. En Cuenca, la mayor parte de estos personajes han quedado ya en la historia, el único que aún sobrevive es el ‘Suco del Cenáculo’.

“Conocimos personajes pero también nos contaron de algunos. Uno de los principales problemas es que hoy en día no les contamos a nuestros hijos sobre los personajes populares de diferentes décadas, de ahí que ellos tienen una memoria social contemporánea pero no tienen una memoria social histórica”, señala el escritor Simón Valdivieso.

Uno de los hombres más mentados en Cuenca es el del ‘Atacocos’. Su historia se remonta a las décadas de los cuarenta y cincuenta. Manuel Villavicencio fue su nombre propio, se dice de él que fue hijo de un cura Villavicencio, quien, según investigaciones realizadas por Adolfo Parra, era párroco de Turi, a inicios del siglo XX. El ‘Atacocos’ fue un personaje que se expresaba a través de poemas, existe un libro del escritor Gerardo Humberto Mata en el que se recoge parte de los poemas y de la biografía de esta figura.

“‘Atacocos’ fue un declamador de poesía popular, alto, bien parecido, poeta y soñador, muchos se burlaron de sus defectos, otros de sus poesías. Con frecuencia se le encontraba en el parque Calderón, en medio de intelectuales, ministros, abogados y gobernadores; mas estos, curiosos, se deleitaban escuchando sus discursos y a menudo se burlaban de él”, señala el historiador.

‘Atacocos’ no perdía el tiempo en recitarles, según Humberto Mata, frases como: “Asómate a la ventana para darte una manzana, mantención de la semana, palomita cuculí”; “Déjate querer guambrita, que a ti no te cuesta nada, en esto no tiene parte ni tu taita ni tu mama”.

Unos años más tarde aparece el ‘Suco de la Guerra’. Se dice que deambulaba por la av. 9 de Octubre, caminando en forma de zigzag; era de estatura pequeña, gordo, de ojos claros, colorado, pelirrojo, pecoso con ropa sucia y remendada, en la tarde cargaba los sobrantes de comida de las vivanderas del mercado.

“Recuerdo que cuando salíamos de la escuela le abordábamos y nos contaba la historia de la guerra, hablaba con tanta seguridad debido a que vivió en la época de la Segunda Guerra Mundial”, señala Valdivieso.

También se dice que fue un cargador de leña que frecuentaba los barrios de Todos Santos, La Merced, y la calle de los Obreros. Los muchachos acostumbraban esperarle muy cerca de Las Conceptas, y él siempre, antes de interceptarse, tomaba la calle de La Merced y esperaba para poder relatar un poco de la historia de su vida y la guerra del 41, esperando que le regalen un cigarrillo, que en ese entonces, no sobrepasaba el mínimo valor de 2 reales.

De acuerdo con sus relatos, en una ocasión dijo que se subió a un tanque de guerra, pero había muchas historias más insólitas, como aquella vez en que tuvo que treparse a la parte inferior de un helicóptero o cuando tuvo que combatir con más de cien soldados del regimiento opositor simultáneamente y siempre resultaba triunfante y victorioso. Lo más extraño, en su opinión, fue cuando había tenido que enfrentarse con el diablo, a quién le engañó y luego le derrotó.

“En la mayoría del tiempo pasaba ignorado y desapercibido por la gente adulta, pero su recompensa era ser el ídolo de los niños de ese lugar; generalmente andaba cabizbajo, pero ante la presencia de los niños, se le notaba muy orgulloso y prosudo, aunque no podía disimular el apuro por entregar la leña...”, señala Valdivieso.

El ‘Suco del Cenáculo’, es otro de los personajes actuales de nuestra ciudad que vaga por las iglesias, especialmente por el Cenáculo, llevado por su “locura”. Se caracteriza por vestir un saco y botas y tiene el cabello claro. Es un personaje, muy conocido en la ciudad que causa sorpresa a todos los que frecuentan las diferentes iglesias.

“Cuando el cura está dando el sermón a sus feligreses, él se adelanta en pedir las limosnas antes de que las personas que apoyan al sacerdote pasen por las bancas solicitando el apoyo económico. Esto es mal visto por los miembros de la iglesia, y ahora este personaje está prohibido de entrar hasta que no se hayan recibido las limosnas para el templo”

‘Carlitos de la bicicleta’, el ‘Atacocos’, ‘María, la guagua’, el ‘Suco de la Guerra’, entre otros, “deberían estar sus nombres en las plazas de la ciudad y, quién sabe, a corto tiempo hacerles un monumento o un busto como parte de la historia”, señala Valdivieso. (F)

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