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Narcisa y una responsabilidad que se multiplicó por cinco

Han pasado 15 años desde que esta cuencana trajo al mundo a los quintillizos. Hoy siente que la responsabilidad para cuidar a sus hijos no ha disminudo, pues tiene que seguir trabajando para costear su estudio y alimentación. Foto: DIANA VERA/EL TELÉGRAFO
Han pasado 15 años desde que esta cuencana trajo al mundo a los quintillizos. Hoy siente que la responsabilidad para cuidar a sus hijos no ha disminudo, pues tiene que seguir trabajando para costear su estudio y alimentación. Foto: DIANA VERA/EL TELÉGRAFO
11 de mayo de 2014 - 00:00

De por sí el hecho de ser madre, por los dolores del parto y la crianza de los niños, es calificado por algunas personas como una tarea difícil, para Narcisa Guamán todo este esfuerzo se multiplicó, pues no fue uno, sino 5 al mismo tiempo.  

En los primero meses Narcisa mostraba su cansancio. Alimentar a sus 5 pequeños le tomaba más de una hora; diariamente debía lavar la ropa de los niños y en las noches no dormía. Terminaba sus días con dolor de espalda y de cabeza y sin embargo, esta mujer, ahora de 48 años, jamás se lamentó por haber traído al mundo a sus quintillizos.

Hoy Narcisa celebra el Día de la Madre recordando que mañana se cumplen 15 años desde que se convirtió en madre de Diana, Pablo, Gloria, Eddy y Miriam, quienes ayer celebraron su cumpleaños en un local de la parroquia El Valle.

Criar a los quintillizos, tanto para Narcisa como para su esposo, Vicente Chapa, no fue fácil. Hoy  sienten que la responsabilidad que tenían cuando eran infantes, no ha disminuido. Solo esperan que sus hijos puedan estudiar y ser buenos profesionales. 

Todos viven en una zona rural conocida como Cruce de Monay, a unos 15 minutos de Cuenca, su vivienda esta ubicada en una loma donde crían animales de corral.

“Yo esperaba uno y me llegaron 5, pero cuando una se dedica, una puede. Fue durito estar sola con ellos”, mencionó la madre, quien durante los primeros tres meses de su embarazo continuó trabajando.

“Si yo me sentía vencida, ¿quién me iba a dar una mano? Ni él (su esposo), ni yo teníamos a nuestras mamás para que nos ayuden”, contó esta luchadora.

Como una guardería en la que únicamente se dedican al cuidado de los niños, describió Narcisa a sus primeros años como madre, cuando lo más difícil —según destacó— fueron las malas noches: “No dormía, había que cambiarles el pañal, preparar tetas, debía atenderlos toda la noche”, a la vez, recuerda que durante las horas del día, por cerca de un año, recibió la ayuda de una señora contratada por el entonces Instituto Nacional del Niño y la Familia (INNFA).

Luego, hasta que los pequeños cumplieron los 2 años, el cuidado estuvo a cargo únicamente de ella y  de su esposo.A esta edad los quintillizos ingresaron a una guardería y fueron atendidos durante las mañanas por una monja, lo que permitía a los padres dedicarse a trabajar. 

Ni Diana, ni Gloria, ni Eddy, ni Pablo, ni Miriam se pueden imaginar cómo hizo su madre para criarlos y trabajar al mismo tiempo.

“Mi mami nos contó que cuando estaba embarazada se quedaba sola en la casa, porque mi papi se iba a trabajar y para poder salir del cuarto había colocado unos clavos en la pared para poder agarrarse”, relató Miriam.

Los quintillizos indicaron que fue a la edad de 6 que se enteraron que habían nacido el mismo día.  “Ella es valiente, a todos nos ha sacado delante y todos los días se esfuerza”, dijo Gloria.
Hoy los jóvenes se han convertido en una ayuda para Narcisa apoyándola incluso con las tareas del hogar. Entre semana se reúnen todos una tarde y “como tenemos que ahorrar nos vamos al río y cada quien lava su ropa”,  acotó la mujer.

En estos días, los padres reparten el tiempo entre el cuidado de sus hijos, la venta de abono; y, por las noches y madrugadas se dedican también a ‘pelar’ pollos en una distribuidora de la zona, para ayudarse en la economía familiar.

De esta manera Narcisa, quien señaló que siempre ha contado con el apoyo de su esposo, ha logrado mantener a una familia de 8, pues antes de tener a sus quintillizos crió a un pequeño que aunque no lleve su sangre ha sido siempre como su propio hijo.

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