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Ecuador, 06 de Febrero de 2025
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El Telégrafo

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Mudos recuerdos en blanco y negro del cine cuencano

Varios teatros han sido remodelados pero casi no se proyectan películas, sirven más bien para presentaciones en vivo. Foto: José Luis Llivisaca / El Telégrafo
Varios teatros han sido remodelados pero casi no se proyectan películas, sirven más bien para presentaciones en vivo. Foto: José Luis Llivisaca / El Telégrafo
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Toma uno: Para quienes se aventuran a dar una mirada al pasado y revivir la nostalgia como un álbum de fotos en blanco y negro para entender las dinámicas que motivaban los encuentros entre cuencanos, no pasarán inadvertidos los días de cine.

Es cierto, el cine no es un recuerdo, es un presente. Pero el cine de butacas largas, duras y sin espaldar, con una tela blanca pintada por la luz de las imágenes mudas y la división exigida entre hombres y mujeres que imponía el cura Carlos Crespi, esa sí es una película en blanco y negro. Este cine medio improvisado detrás de la iglesia de María Auxiliadora era el refugio dominical de muchos cuencanos —sobre todo niños— que en medio de la inocencia descubrían que el arte de la cinematografía era un desafío a límites geográficos y culturales.

Pero este no fue el único escenario

Toma dos: En el perímetro del actual centro histórico, en la calle Juan Montalvo, entre Presidente Córdova y Sucre, un templo religioso usurpa el espacio de lo que hasta hace 2 décadas fue el Teatro Alhambra, también conocido como Teatro Popular. Desde las rejas exteriores se ven las butacas viejas y el endeble escenario; hacia la calle quedan 2 faroles sin alumbrar y en las paredes mensajes de la iglesia, nada más. Solo recuerdos en las cabezas de los vecinos.

¿Un edificio dedicado al culto, era realmente un refugio de cinéfilos?

Toma tres: Seguramente el Alhambra era tan refugio como el Teatro Cuenca, también ubicado en el Centro Histórico, pero desplazado por un gran parqueadero de 3 pisos. Fue uno de los últimos cines que perdió esta categoría; un movimiento ciudadano tardío intentó mantenerlo como sala de proyecciones. Cuando el Municipio local autorizó la habilitación como parqueadero, los propietarios del predio se comprometieron a mantener una sala de proyección en el último piso. Y si se cumplió la oferta, pues también estará en el olvido por falta de carteleras apropiadas.

Así mismo, un centro comercial se llevó la memoria del Teatro España, ubicado en la calle Mariscal Lamar, próximo a la avenida Huayna Cápac. Quienes recuerdan este espacio, saben de duplas cinematográficas como: El Dragón Nunca Muere, en la primera película, seguida de La Muerte del Dragón, como segunda.

Toma cuatro: Sebastián Arévalo, un jubilado que a fuerza de olvido superó su adicción al celuloide, era apenas un adolescente cuando tomó como hábito el cine. Recuerda que las funciones usuales en todos los cines de la época, eran: matiné, de 14:00 a 18:00 con 2 proyecciones y la función de las 21:00, también con una dupleta hasta la medianoche. Como para la segunda película ya nadie compraba boletos, “la costumbre de los guambras era el ‘segundazo’ que consistía en pagarle un sucre al guardia para que les deje ver el filme de fondo”, dice Arévalo.

Las películas que se exhibían en el Alhambra, el Cuenca o el España eventualmente eran las mismas. Entonces, si una se proyectaba primero en el Cuenca, esa misma se presentaba como segunda en el Alhambra. “No faltaba el majadero que esperaba que salga el cohetero con los rollos de película en su bicicleta, para meterle el pie… y esos rollos rodaban primero por las calles de Cuenca”, recuerda. El cohetero era el encargado de operar el proyector de imágenes. Cuando una película estaba censurada, por decisión del cohetero o por las moralinas de los habitantes del entonces pueblo chico, él se encargaba de cortar la parte censurada y remendar el resto con cinta para cumplir con la proyección.

Toma cinco: En la calle Pío Bravo un coliseo se tomó los rastros del teatro Lux, sala especializada en “películas de chinitos”. Parecida suerte corrió el cine Nueve de Octubre —hoy es un parqueadero de una sola planta— y el Candilejas, teatro de cine erótico y artístico que premonitoriamente hoy es un sexy shop.

Créditos: ¿Salas de cine por toda Cuenca? Si lo duda, quizá es una buena idea mirar desde la luneta del teatro Sucre o el Casa de la Cultura; son lo que nos queda de esa Cuenca en blanco y negro.

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