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La principal actividad de la comunidad es el trabajo artesanal

Maluay, parroquia El Valle, se dedica al tejido de la paja toquilla

Maluay, parroquia El Valle, se dedica al tejido de la paja toquilla
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El tejido artesanal de la paja toquilla es una herencia cultural que se mantiene en la comunidad de Maluay —parroquia de El Valle en la provincia del Azuay—, que tiene larga tradición en este arte y también forma parte de la memoria e identidad de la región.

Los tejedores de Maluay realizan esta labor con cariño y entrega, así mantienen su identidad, sus raíces y costumbres. En esta comunidad, al igual que en gran parte del Austro ecuatoriano, muchos se dedican a tejer sombreros de paja toquilla, de esta manera la actividad, además de ser la herencia de sus abuelos, se constituye en una fuente de ingresos y de revalorización cultural.

Se realizó una visita a la casa de 3 artesanos: Antonio Criollo, de 82 años; su esposa, la señora María Sánchez, de 78 años; y su nuera, la señora Celia Chacha, de 57 años. Ellos relataron su historia y nos mostraron el proceso de elaboración del sombrero de paja toquilla.

Cuenta don Antonio Criollo que desde que era un niño aprendió este oficio. “Yo he tejido sombreros aproximadamente 60 años, me enseñaron mis tíos que eran nativos de Poloma, ellos ‘me daban cruzando’ el inicio del proceso del sombrero, cuando apenas empecé a aprender”, dice.

El material para la elaboración del sombrero lo compran cada 15 días en el sector del mercado Nueve de Octubre, en la ciudad de Cuenca, lo traen vendedoras desde Azogues. Para un sombrero se necesita mínimo 7 tallos o cogollos, cada uno de los cuales tiene un costo de $ 0,22. “Yo compro 70 tallos cada 15 días, y de eso saco 10 sombreros para la venta”, relató Antonio, quien, a pesar de su avanzada edad, no ha dejado su labor.

La señora María Sánchez indica que lo primero que se hace en el proceso del tejido es “componer la paja”, que consiste en quitar las hebras que no sirven, es decir, arrancar aquellas partes ásperas.

La confección del sombrero está dividida en 3 partes: plantilla, copa y falda. El tejido empieza por la plantilla, que tiene una forma circular, cuenta con 18 hebras exactas y es la parte más difícil; posteriormente se teje la copa, en este paso se utiliza la horma de madera, un instrumento esencial para dar forma a la copa; finalmente se teje la falda. Una vez finalizado este proceso se hacen remates de derecha a izquierda, sin cortar la paja sobrante.

Tanto el lavado, como el azocado, el sahumado, el prensado y el ‘semiblichado’ (blanqueado) se realizan en las fábricas de sombreros, que son las que generalmente los ponen a la venta. Es allí donde ‘rematan’ la obra que ha sido entregada por parte de los artesanos.

Durante la elaboración del sombrero las hebras podrían quebrarse debido a la mala calidad de las fibras o al mal manejo durante el tejido; eso no significa que se tenga que deshacer todo el trabajo realizado, o que esa cantidad de paja ya no pueda ser utilizada, únicamente se añaden hebras en el lugar en que se haya arrancado una fibra, y se va dando forma al sombrero.

Existen distintos modelos de tejido, refiere don Antonio Criollo, quien dice que los sombreros que él teje son los ‘pareados con chulla hebra’ y los ‘randeados’ que se realizan dejando huecos al momento de tejer. Económicamente, el sombrero pareado resulta más caro al momento de elaborarlo, debido a que las estructuras de las hebras son más estrechas y por lo tanto se necesita más paja y más tiempo para realizarlo.

Sobre los aspectos técnicos una de las especialistas en la materia, la doctora María Leonor Aguilar dice: “El número de cogollos que deberán comprar [los artesanos] depende del tipo o clase de sombrero a confeccionarse. Así, para un sombrero fino se requiere de 12 cogollos, 10 para el grueso o corriente y 8 o 9 para el calado, que resulta el más económico y rápido de manufacturar”.

Los señores Criollo y Sánchez nos dicen: “Anteriormente vendíamos el sombrero en $ 7, pero actualmente sí nos están pagando $ 10”; fue muy difícil la situación que enfrentaron los tejedores hace pocos años, ya que, debido a la abundancia de sombreros, estos tendían a bajar de precio, sin embargo, este oficio fue un importante sustento económico para su familia, por lo que no dejaba de producirlo.

De acuerdo con los entrevistados, la producción de sombreros fue muy importante en las décadas de los ochenta y noventa y, según dicen, es cuando más desarrollo obtuvo en la región. Habría sido en estos años cuando la gran mayoría de personas aprendió a tejer, y hasta la actualidad sigue siendo una fuente de ingresos económicos para la población de esa comunidad.

Quienes se dedican a tejer sombreros en Maluay son los adultos mayores, algunos se dedican a esta actividad después de realizar sus quehaceres domésticos, en el caso de las mujeres, mientras que, en el caso de los hombres, primero se dedican al cuidado de sus animales (vacas y borregos) y en su tiempo libre tejen.

Ni los niños ni las personas en edad media se dedican a esta actividad, las razones son varias: muchos de ellos no han aprendido; otros se dedican a trabajar en otros lugares, generalmente en la ciudad de Cuenca; mientras que los jóvenes dedican su tiempo principalmente a estudiar, y un numeroso grupo de jóvenes emigró hacia Estados Unidos y España, principalmente. Hay que recordar que el sombrero de paja toquilla, conocido en el extranjero como ‘Panama Hat’ o ‘sombrero Panamá’, tiene a la región de Cuenca-Azogues y a las zonas de Jipijapa y Montecristi como los principales centros de producción. En la ciudad de Cuenca, es en donde se instalaron las casas exportadoras de este producto, que tenían como principal mercado los Estados Unidos, inicialmente las exportaciones salieron rumbo a Panamá, desde donde se repartían hacia distintos rumbos. Desde el siglo XIX, esta tradicional artesanía se afincó en la provincia del Azuay, convirtiéndose en una de las principales actividades económicas de muchos de sus pueblos.

En diciembre de 2012, el tejido tradicional del sombrero de paja toquilla ecuatoriano se convirtió en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconocido como tal por la Unesco. Este es un oficio que hay que honrar, tal como lo hacen los habitantes de Maluay. (F)

Con mingas se levantó la iglesia

La campana llegó desde Huigra

La comunidad de Maluay se encuentra ubicada en la zona rural de la parroquia El Valle del cantón Cuenca. En su iglesia, que es la más antigua de la parroquia, se venera a las imágenes de San José, San Antonio y la Virgen del Rosario, que es la más importante, y cuyas festividades se realizan en el mes de octubre. La fecha exacta de la construcción de la iglesia no está escrita, pero se estima que tiene entre 150 y 200 años.

Manuel García, natural de dicha comunidad, dice que según las memorias que heredó de sus abuelos, la iglesia de Maluay fue construida gracias al esfuerzo y sacrificio de sus habitantes, “la madera la trajeron de Sombrederas y Leocapa; cargando al hombro, han sabido hacer los viajes”.

De igual manera, Antonio Criollo, artesano del lugar, menciona que la madera de la iglesia “fue traída al hombro desde el Portete”. Criollo dice también que para traer la campana de la iglesia se realizaron mingas desde la estación del tren en Huigra: “La campana de Maluay, es traída de Huigra, porque habían mandado a llamar más gente y comida ya que no avanzaban a traer”.

Hace aproximadamente 60 años la iglesia de Maluay empezó a deteriorarse, así que decidieron realizar una restauración, Criollo intervino en este trabajo. Lo primero que se cambió fue el techo, también se realizó un blanqueamiento de las paredes y un control de la madera a través de químicos para que no entre la polilla. (O)

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