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Los viejos trapiches aún producen jugo de caña para elaborar panela

La elaboración de la panela tiene un largo proceso que comienza con el sembrío de caña de azúcar.
La elaboración de la panela tiene un largo proceso que comienza con el sembrío de caña de azúcar.
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“Esta actividad solo es familiar, ya no hay para pagar al jornalero”. Con ese sentimiento, Sixto Loayza Romero, habitante de la parroquia San Roquito, del cantón Piñas, ubicada a unos 60 km de Machala, describe el trabajo y los secretos que tiene para elaborar la panela.

El hombre lleva uno de los apellidos que por generaciones ha venido elaborando este producto, ya sea en barra o granulado, no solo en Piñas sino también en el cantón Atahualpa y específicamente en el poblado de Ayapamba. Los Loayza Romero, pese al tiempo, continúan con esa actividad, aunque aseguran que ya no es muy rentable, como hace dos décadas atrás.

Y es que hay que recorrer 60 km desde Machala, en una vía que en varios tramos está descuidada y que tiene mucha neblina. San Roquito es uno de los pueblos más antiguos de Piñas y de la provincia de El Oro, donde las familias se han dedicado por generaciones a la elaboración de panela.

Al llegar al poblado pueden divisarse, entre los cañaverales, nubes de humo negro, acompañadas del ruido de motores. Es la señal de que un trapiche (molino de caña) está operando y produciendo jugo de caña. “Es un trabajo muy laborioso, pero es una herencia de mi padre y nunca la dejaré”, comenta don Sixto de 48 años.  

“Desde mi infancia mis padres me tenían trabajando en el cultivo de la caña de azúcar, en ese entonces solo se producía panela en barra, pero desde el año 1996, para no dejar la tradición de nuestros antepasados, de los 13 hermanos que éramos solo yo empecé a sacar panela granulada porque es orgánica y medicinal”, cuenta el agricultor.

José Loayza, de 60 años, es otro de los que ha dedicado toda su vida a fabricar este producto. Este trabajo no es nuevo, se inició hace varias generaciones y llegó a constituirse en la base de la economía de Piñas y Atahualpa. “Hoy esta actividad es más bien una tradición que sustenta a unas 25 familias de la zona”.

Según los paneleros de Piñas, la labor toma mucho tiempo debido a que hay que cuidar la plantación, limpiar, deshojar y esperar que madure para cosechar; luego se corta, se raspa y se traslada en mula hasta la ramada.  

Tras este proceso, en una máquina que funciona con energía eléctrica se extrae el jugo o guarapo, para luego pasar a los calderos o evaporadora, donde se le da “punto” a la miel. Después se la saca a la fuente para batirla con espátula (paleta de madera) hasta que se cristaliza, se cierne y se coloca en un envase para el traslado.  

Sixto manifiesta que el 90% de la panela granulada se va a Cuenca, al por mayor, a un precio de entre $ 35 y $ 37 el quintal; mientras en el mercado de Piñas la libra se vende a 50 centavos.

El trabajo se realiza más en el verano, es decir, desde mayo a enero, porque “en invierno es más crítico y baja la producción; ahí más bien nos dedicamos a la limpieza del cultivo”, dijo. Ese trabajo realiza junto a su familia.

Son cuatro hectáreas de su propiedad, pero compra la caña a la mayor parte de los que tienen el cultivo en los sectores de La Inmaculada, San Roquito, San Jacinto, La Cruz, Lourdes, El Recuerdo y otros, a un costo por hectárea de entre $ 200 y $ 250 y desde estos lugares traslada hasta su pequeña fábrica de panelas.

La labor de corte la realizan de lunes a miércoles. Jueves y viernes se dedican al proceso para sacar la panela granulada. Unos 20 quintales por semana procesan, producto que es más rentable –asegura- porque por el quintal de la panela en barra apenas le pagan $ 22.

Los agricultores como Sixto y José instan a los organismos correspondientes a  que apoyen a su producción, tomando en cuenta que son los últimos paneleros que mantienen la tradición en Piñas.

“Deberían apoyarnos para buscar mejores precios y mercado para comercializar este producto que es orgánico, medicinal y de calidad; así mismo, en mi caso es un corto tramo de carretera que necesito mejorar para trasladar la caña en vehículo hasta la ramada”, expresó el cañicultor Sixto.

Jóvenes no se interesan por la agricultura

Atahualpa y Piñas poseen una riqueza agrícola que radica en la caña de azúcar, materia prima de la panela, también está el cultivo de café de distintas variedades; de igual manera, existen diversidad de productos de ciclo corto que a más de embellecer el paisaje, son espacios de trabajo para los habitantes.

Sin embargo, todo esto va desapareciendo poco a poco, ya que la minería y el banano han desplazado a los habitantes (sobre todo a los jóvenes) para trabajar en esa actividad que según ellos es “más rentable”. “Son pocos los jóvenes que se quedan en el pueblo, la mayoría va a las ciudades a trabajar”, dijo Manuel Romero, de 55 años, quien también se dedica a la elaboración de panela y guarapo.

Su trapiche está junto a su casa; bajo un techo de zinc están los implementos básicos para hacer panela, como molino, horno, pailas y moldes. El espacio está rodeado de la materia prima: la caña de azúcar. El producto es cargado en mula y se apila en un rincón.

Por ser San Roquito productor de  panela, el segundo viernes de octubre realizan la elección de la Reina de la Caña de Azúcar, con la participación de candidatas. (I)  

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