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Las reformas borbónicas también tuvieron un impacto en Cuenca

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Las Reformas Borbónicas han ocupado un lugar central en los estudios sobre el siglo XVIII tanto en España como en la que fue la América hispana. Pensemos en Cuenca y su región durante este siglo para preguntarnos ¿cómo la llegada de un nuevo funcionario real a la recién creada Gobernación de Cuenca afectó el desarrollo de la vida política, económica y social? y, por otra parte, ¿por qué la sociedad percibió que Joseph Antonio Vallejo Tacón, nuevo Gobernador, cambió las normas de esta región? Tomaré como punto de partida un documento encontrado en Archivo Nacional del Ecuador y que se refiere a los conflictos entre el Gobernador y Bernardino de Espinosa y Alvear.

Cuenca ha sido un caso particular en la historia por varios factores, su economía, por ejemplo, no respondía directamente a los intereses de la capital de la Audiencia, ya que mantuvo fuertes relaciones económicas con Guayaquil y Piura, lo que le permitió exportar cascarilla y tejidos de algodón. Merece por lo tanto un estudio focalizado sobre lo que sucedía en su región en medio de los cambios generados al convertirse en una Gobernación y la llegada de nuevos funcionarios a ‘disciplinar’ todos los ámbitos de la vida de los cuencanos. Las Reformas Borbónicas —enmiendas políticas, económicas, sociales e incluso morales—, afectaron de manera desigual los territorios donde fueron aplicadas. Los nuevos planes puestos en ejecución por los reyes borbones y sus funcionarios provocaron reacciones dispares.

En el marco de estas reformas en la década de 1770, Cuenca se erigió como Gobernación por orden de Carlos III y fue enviado el alférez de Navío Joseph Antonio Vallejo y Tacón, quien tomaría posesión del cargo ante el Cabildo cuencano. Descrito como un hombre de esmerado comportamiento al sustituir al Corregidor incorporó en él sus funciones “con la añadidura de las políticas y militares […] más la inspección de la Hacienda Real. Su prestigio era mayor, y tenía todos los derechos, facultades y atribuciones de los demás funcionarios en toda la provincia”.

La sociedad cuencana experimentó un notable crecimiento económico en el siglo XVIII debido al auge de la cascarilla, un producto de exportación que entró en la lógica de las reformas por ser una materia prima; y en lo político y territorial por haber sido elevada a Gobernación. Tuvo un proceso de mestizaje temprano, pero también era una sociedad llena de contradicciones que gustaba de los llamados ‘juegos prohibidos’, dados y apuestas, que se practicaban a vista y paciencia de las autoridades. Los distintos funcionarios reales que pasaron por esta comarca vieron con preocupación el “relajamiento moral” de los cuencanos. Los episodios de violencia llegaron a su punto álgido con la muerte del cirujano de la Misión Geodésica francesa, Seniergues.

A su paso por Cuenca Joaquín de Merisalde y Santisteban escribió “y es notable la extravagancia de su genio y sus costumbres. Presumen generalmente de valientes, y para mantener este crédito cometen indispensablemente frecuentes, alevosos homicidios”. Aunque la cuestión de la defensa del honor era muy común y estaba muy arraigada en la mentalidad española, a juzgar por esta observación los cuencanos habían llegado hasta situaciones consideradas extremas para defenderlo. Vallejo y Tacón, ante la situación, pretendió “una necesaria, inevitable y creciente intervención del estado”.

Ese era el contexto de Cuenca y su provincia en el siglo XVIII, y esa la sociedad que el reformador borbón encontró a su llegada. Este personaje quizá pensó que Cuenca, en su condición de ciudad secundaria en la Audiencia, estaría predispuesta a un cambio profundo, pero no fue así. La recaudación de los impuestos —que aumentaron notoriamente— causó en los comerciantes y hacendados gran descontento, así como una resistencia que llevó a denuncias y pleitos con el Gobernador. Es el caso de Espinosa y Alvear, quien se dedicaba al comercio de la cascarilla. La intervención en todos los aspectos que Vallejo y Tacón aplicó en Cuenca alcanzó a dicho señor en 1779, como efecto de las políticas fiscales del reformismo, que llevaba a exigir mayores presiones fiscales, uno de los aspectos del cambio en la política económica fue el del comercio; es justamente en este aspecto que se produce el conflicto con Espinosa y Alvear. El asunto recogido en el expediente del caso señala que se había ordenado el remate de las haciendas Rumi Urcu y Nucay, propiedad de Espinosa y Alvear, para cubrir la deuda que este mantenía con el Real Fisco y la cofradía de Santo Chisto de Xiron (Santo Cristo de Girón).

El acusado decía haber pagado con las mejoras realizadas en el hato de Calsari. La situación se complicó cuando se encontraron problemas en la venta del hato al caballero por parte de los capellanes de Girón y desde Quito se invalidó la venta. Él escribió 2 peticiones en las que indicó que su deuda había sido pagada con las mejoras, entre las que constaban ganado, utensilios y “las deudas de los Yndios de su serbicio [que] ajustaban la quenta” y que fueron los herederos de Tomás de Neyra quienes dilapidaron las mejoras. Indicó que de no atender con “justicia” a sus peticiones recurriría a una instancia superior. Lo que hizo en noviembre de ese año. Tildó el remate como un acto “tirano, é inhumano [para] que dichas fincas salgan de mi poder” pero se negó la suspensión del procedimiento por parte del Gobernador. Ante esto, Espinosa y Alvear recurrió al tribunal en Quito y acusó de indebido “el modo conque se manejan los Ministros secular y eclesiastico” en Cuenca. Pidió que se dicte sentencia en Quito ya que desde la Gobernación se había dilatado un arreglo. De estas acusaciones se defendió Vallejo y Tacón, quien denunció como falsas las afirmaciones del hacendado y lo culpó de querer vender a altos precios el ganado, la cascarilla y de asegurar que las mejoras realizadas sumaban más de lo que en realidad valían. Parte del problema de las reformas, o su efecto en la colonia es que las comunidades criollas se vieron seriamente limitadas en la toma de decisiones económicas y administrativas, los criollos fueron relegados de los principales cargos de la administración virreinal, lo que aumentó su descontento, además, los indígenas sufrieron las presiones más fuertes y se sublevaron en distintas ocasiones y territorios. (F)

Las tensiones del poder: el control del gobernador

Cuando se introdujeron las reformas Borbónicas en la América Hispana, el orden moral de antiguo régimen se vio estremecido por las nuevas regulaciones. La creación de la Gobernación supuso la llegada de Joseph Antonio Vallejo y Tacón, funcionario real enviado para disciplinar política, social, económica y moralmente a una sociedad muy contradictoria. Su intervención significó una ruptura en las costumbres de la sociedad cuencana, desde la prohibición de los juegos a los que eran aficionados, hasta un control político y económico que no fue bien visto. Espinosa y Alvear pretendió pagar la deuda a las Cajas Reales por medios que no eran las habituales, lo que Vallejo y Tacón debió considerar una alteración al orden que él representaba, un perjuicio al Fisco Real —y por lo tanto al rey—. Un hombre de las convicciones de Vallejo y Tacón, dispuesto a cumplir con las órdenes, no permitiría ver burlado su gobierno. Buscó la forma de cobrar la deuda y decidió poner en remate los bienes de dicho caballero, quien se vio perjudicado por el exceso de intromisión del gobernador y comenzó el pleito cuyo desenlace desconocemos. Sabemos que incluso la misma Audiencia criticó al gobernador; la resistencia al funcionario no solo se debió a su rígido carácter y a veces su doble moral, de lo que se le acusó en repetidas ocasiones, sino a que parte de la sociedad se oponía a los cambios que se estaban dando a partir de la aplicación de las Reformas. (O)

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