Las Herrerías, un barrio de forjas
Caballos amarrados a los pilares de las casas esperando para ser herrados y el temor de salir a una calle llena de ‘bestias’ es lo primero que recuerda de su infancia Zoila Quezada Robles, en el barrio de Las Herrerías, un lugar lleno de cercas hechas de pencos con una sola calle, en donde las herraduras, cruces, faroles, chapas, candados y otros artículos de hierro forjado le otorgaron el nombre a uno de los barrios con mayor historia y leyenda de Cuenca, hoy ubicado en la parroquia urbana Huayna Cápac.
De acuerdo con el libro Rostros de los Barrios de Cuenca, de Adolfo Parra Moreno, está conformado por unas seis manzanas donde viven unas 1.200 personas.
Pablo Estrella Vintimilla, en su libro La casa-quinta de Chaguarchimbana, señala que este sector “fue siempre un lugar en el que históricamente sucedieron cosas importantes”.
El sitio guarda historias desde antes de la Fundación de Cuenca. En la época incaica pasó por allí el Camino del Inca, que comunicaba al Tomebamba y el Cuzco. En la colonia fue una de las entradas principales de la ciudad, donde se asentó el gremio de los herreros. Luego Vintimilla explica que pasa a ser una zona “apetecida por los potentados de la ciudad, que deseaban tener allí su quinta o su cuadra [...]”.
El arte de la herrería se remonta a la época colonial, con la llegada de los españoles. Para 1776, explica Vintimilla que no fue una zona muy habitada, tenía una población inicial de 1.117 habitantes y para 1832 existía un dominio de cuadras y quintas. En 1905 los arrendatarios de terrenos municipales adquirieron predios gracias a una ordenanza dictada ese año, aunque para Vintimilla siempre fue “un parqueadero de caballos”, que a lo largo de los primeros cincuenta años del siglo XX fue transitado por campesinos y caballos que llegaban de sectores como Quingeo, San Bartolo y Sígsig.
“Era una sola entrada. Por allí la gente venía cargada de carbón, leña, y cada cual llegaba con dos o tres caballos para hacer herrar, especialmente los jueves que no se avanzaba”, recordó Luis Maldonado, de 85 años, quien a los nueve años prefirió dejar la escuela y convertirse en un forjador de hierro. Él trabajó con el padre de doña Zoila y continúa haciéndolo en un taller ubicado en el patio de su casa.
Tanto Luis como Zoila explican que en ese entonces las casas eran diferentes: pequeñas y de adobe, siempre luciendo en las cumbreras la cruz de hierro, entre las que resaltaban dos haciendas. La hoy conocida Casa de Chaguarchimbana, (penco del vado) cuya construcción según el libro Rostros de Cuenca data del año 1870, estuvo bajo la administración de don Antonio José Valdivieso. Y de la otra hacienda, donde hoy se ubica el hospital Vicente Corral Moscoso, no hay mayores detalles.
Estrella Vintimilla en su libro explica que la casa de Chaguarchimbana tiene características semi-rurales, puesto que servía como área de abastecimiento agrícola y a la vez para el descanso temporal de sus propietarios. “La construcción se concluyó de acuerdo a los planes originales, no así los detalles arquitectónicos y decorativos, que quedaron postergados seguramente por la muerte de Antonio José Valdivieso”. La vivienda finalmente pasó a manos de la señora Teresa García y luego a su nieta Florencia Astudillo.
Don Luis Maldonado también recuerda que la actual calle del herrero en ese entonces llevaba el nombre de Valdivieso, “y el Municipio le cambió para homenajear a los artesanos”.
Algunos momentos son recordados, tanto por Luis como por Zoila, y fue cuando el río Tomebamba arrasó con el antiguo puente de Ingachaca (puente del inca), ubicado muy próximo al actual puente de El Vergel. Esto en 1950. Además llegó a la zona de Gapal por primera vez el ferrocarril. Las características arquitectónicas del barrio, según Estrella Vintimilla, se mantuvieron hasta los años 60. “En la actualidad quedan pocas muestras [...] Contrastan de manera inequívoca con las modernas construcciones”.