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La misión de la ‘nave 67’ es limpiar Cuenca

La misión del 67 es recorrer un sector de la ciudad transportando a los trabajadores, recoger los desperdicios y llevarlos hasta el relleno sanitario de la Emac. Foto: Fernando Machado / El Telegrafo
La misión del 67 es recorrer un sector de la ciudad transportando a los trabajadores, recoger los desperdicios y llevarlos hasta el relleno sanitario de la Emac. Foto: Fernando Machado / El Telegrafo
05 de abril de 2015 - 00:00

Por Pablo León

Correr una maratón tras bolsas de basura no es un deporte olímpico, pero sí la muestra de lo esforzado que es el trabajo de quienes se dedican a la limpieza de la capital azuaya. Fabián Carrera, funcionario de la Empresa pública de Aseo de Cuenca (Emac), está listo desde las 7:45 para explicar todo lo que le puede deparar ese día.

El guía, Luis García, un obrero de recolección con un gran sentido del humor, provee del equipamiento para el día de trabajo. Vestidos de verde claro, todos se introducen en esta difícil labor; antes —claro— pasan por la sala de conferencias, donde se corre lista como todos los días, luego una pequeña parada frente a una estatua de San José, donde piden la bendición para el día de trabajo.

“No somos recogebasuras, preferimos ser llamados ‘obreros de recolección’”, es la última recomendación que García indica antes de ingresar a la sala. “La razón es clara. Es denigrante que nos digan recogebasura, cuando nuestro trabajo es tan digno como cualquier otro”, acota el trabajador.

A las 8 en punto de la mañana el destino está marcado: el grupo irá en el camión 67. El objetivo será recoger todas las bolsas de desperdicio del sector 1, del turno de la mañana.

El ambiente está lleno de buen humor, se nota un alto grado de compañerismo entre ellos y los chistes hacen la jornada más llevadera.

Los grupos que salen de la sala de conferencias están formados por 3 o 4 personas, que como ‘murciélagos’ se van colgados con la ayuda de pequeñas soguillas de la parte de atrás del camión. Ellos —y un chofer ya señalado para cada sector— serán los encargados de dejar limpias las calles de esta ciudad.

“Suco, después para que se ponga las bielas”, es la frase más repetida en el trayecto hacia el camión 67”.

El sector 1 del turno de la mañana correspondía a la zona de la av. Héroes de Verdeloma y av. de las Américas. El recorrido comprendía desde las 8:15 de la mañana, con un pequeño break a eso de las 10:30 y el regreso al establecimiento, con el 67 ya lleno de basura, a las 12:30 del mediodía.

Se tomaron las últimas medidas de precaución antes de partir a las labores encomendadas por las personas que están al frente de estos trabajos. Con guantes que deben acoplarse bien al tamaño de las manos para poder coger las bolsas de basura y por último la mascarilla, se inicia la labor del día.

Los tripulantes

El camión es blanco aunque con algunas partes ya oxidadas por los líquidos que salen de la basura, por la lluvia y los años. Todos los días recibe una lavada para mantener el aspecto de buenas condiciones.

En su costado lleva impreso orgullosamente un sello grande de la empresa Emac, y el número 67 lo tiene pintado en ambos lados de la ‘trompa’ del carro, tanto en la puerta del conductor como en la del copiloto.

Además de tener una capacidad para 14 toneladas de basura, el 67 también tiene 5 soguillas que están ya melosas por la basura que cae en ellas; una canasta, que será muy utilizada en este viaje, para recoger los desperdicios que se caen de las bolsas plásticas; y una especie de tabla que sirve como escoba para recoger los residuos.

“Ándate atrás, ‘Suco’, te tocó recoger las porquerías de Cuenca”, dice el chofer del 67, al abrir la puerta del copiloto. “Acá adelante solo vienes cuando las piernas ya no te den y llegues bañadito en sudor” acota el conductor.

El chofer tiene una camiseta medio gris medio azul que lo diferencia del resto del grupo. Es el mayor de los tripulantes del 67 y a quien todos escuchan antes de partir. Wilson Feicán es un hombre de estatura promedio, ni tan alto ni tan bajo, y de pelo lacio. Es alegre; sin embargo, a primera vista podría pasar como un hombre enojado, está siempre concentrado en su trabajo para no atropellar a sus compañeros y fijarse que hayan puesto la basura en su lugar. Su función como jefe del 67 hace que se sienta responsable del trabajo de su tripulación y la seguridad de todos.

Wilmer tiene 53 años y 25 de ellos ha trabajado en Emac como chofer de los camiones, entre ellos el 67, aunque no lo considera su favorito; pero como él dice “toca acoplarse al que haya”.

Se define como un buen jugador de indor fútbol; en sus días libres, que por lo general son los domingos, se dedica a jugar con su familia y amigos en Paccha. 

El más pequeño de todos los trabajadores del 67 es Juan Vizcaíno. Después de sus primeros 6 meses como obrero de recolección aún se le trata como a un ‘chúcaro’ (principiante). Parece que tras varios moretones y golpes en sus canillas ya sabe su labor al derecho y al revés. Con sus 20 años todavía no tiene a nadie de quien responsabilizarse, su sueldo lo utiliza para sus necesidades particulares. Es el más alto del grupo y así mismo el más flaco. Por su edad y poca experiencia es a quien más le hacen trabajar.

“Recoge, pes, Vizcaíno”; “te toca flaco” son muchas de las frases que suenan en el trayecto para molestar al menor del grupo.

En cuanto a los otros 3 miembros del equipo, son todos casados y con hijos.

En el caso de Segundo Nieves, tiene 2 ‘pelados’ quienes se quedan en casa con su esposa. La apariencia de Nieves es de una persona de unos 28 años, rapado a los lados y largo en el centro. Sin embargo a pesar de su pelo extravagante, es el de más experiencia como obrero recolector en el 67.  

Daniel Barzallo y Manuel Aucapiña, los otros 2 integrantes del grupo, son hombres de pocas palabras, aunque sus risas y bromas en el trayecto siempre estuvieron presentes.

La maratón del 67

Mientras cuelgan de las pequeñas soguillas, el 67 desciende de la av. de las Américas a la calle del Barrial Blanco. De repente, y sin previo aviso, la maratón comienza. A las 8:20 y con un inicio fugaz, el 67 baja la velocidad. Manuel y Segundo saltan a la acera de la calle. Es el comienzo de las postas. Aucapiña y Nieves se adelantan al 67 por el lado izquierdo de la calle. Ellos se encargan de trasladar todas las bolsas de basura de ese lado de la vereda al derecho.

Daniel explica que se realiza esa labor por cuestiones de tiempo y para no entorpecer el tráfico. Aun así, los pitos y los insultos se hicieron presentes. Sin embargo, la maratón está en sus inicios. Algunas personas salen a la calle corriendo por el sonido del camión para dejar los residuos que se han quedado del desayuno y Juan, con una sonrisa, les recibe el encargo amablemente.

Sube y baja, recoge y bota; todo en una secuencia de alta velocidad. Barzallo explica que esa era la parte más pesada del recorrido, tanto por el número de bolsas de basura que había que recoger, como por el peso de estas.

A las 10:30 se ve la cara de cansancio. Ya para las 11:00, el cuerpo de los trabajadores no responde.

“Trabajo es trabajo, cuando ya tienes responsabilidad con alguien no importa lo que tengas que hacer”, repite el líder del 67.   

Y así, ya con 14 toneladas comprimidas de basura, todas a bordo del 67, termina el día de la maratón más cansada pero entretenida a la vez. Al día siguiente volverán para realizar el mismo trabajo, quizás en lo posterior en otra zona de la ciudad de Cuenca.

En la ‘ciudad de los 4 ríos’ se recolectan más de 400 toneladas diarias de desperdicios. Los trabajadores de la Emac laboran desde las 4:00 para dejar limpia la ciudad. (I)

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