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Ecuador, 05 de Febrero de 2025
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La medicina en Cuenca a principios del siglo XX. Emiliano J. Crespo

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Emiliano J. Crespo Astudillo nació en la ciudad de Cuenca en julio de 1885. Según contaría años después en sus memorias, desde el día de su nacimiento sus padres presagiaron que se dedicaría a la medicina, su padre, don Emiliano Crespo Astudillo, también un eminente médico, señalaba así el destino de su primogénito. No se equivocó.

En julio de 1908 se graduó en la Facultad de Medicina de la Universidad del Azuay, nombre de la actual Universidad de Cuenca, se destacó como el estudiante más brillante de su generación. Al año siguiente su padre decidió que debía especializarse en el extranjero, así escogieron Parías, en ese momento el centro del desarrollo de las ciencias modernas, donde permaneció 4 años, como alumno del Instituto Pasteur.

No es una coincidencia que el Dr. Crespo Astudillo escogiese Francia para realizar sus estudios, siempre sintió un gran entusiasmo por ese país y su cultura, fue un lector asiduo de Julio Verne y a su regresó sentía una profunda admiración por Louis Pasteur y su trabajo. Los estudios de bacteriología y parasitología que desarrolló en el Azuay estaban fundamentados en los principios de Pasteur y sus años de aprendizaje en Europa.

A su regreso, en 1913, fue incorporado como catedrático de la Facultad de Ciencias Médicas; de esta manera, la medicina en Cuenca se divide en 2 épocas, es decir, un antes y un después de Emiliano J. Crespo. Hasta entonces la práctica médica en la ciudad no se había desarrollado completamente y por lo tanto, su enseñanza se encontraba estancada. Él es el iniciador de la era de la asepsia y antisepsia en Cuenca.

El Dr. Crespo cambió radicalmente la enseñanza y la práctica de la medicina. Al incorporar la asepsia y la antisepsia en las operaciones realizadas a sus pacientes, el peligro de infecciones se redujo drásticamente, adquiriendo notoriedad muy pronto. Sus pacientes lo describían como “tan bueno, delicado y constante para con sus enfermos… Infatigable y celoso, desde que inició en esta ciudad los verdaderos conocimientos en Cirugía”. Fue decano de la Facultad de Medicina por casi 10 años pero nunca descuidó su verdadera pasión: el servicio a los enfermos.  

En este contexto tuvo que afrontar el escepticismo de antiguos maestros y colegas que no aceptaban la existencia de las bacterias y de su papel decisivo en algunas enfermedades.
Finalmente se impusieron las nuevas ideas, mucho más efectivas. Sería él mismo quien dictara la cátedra de Bacteriología e Higiene desde 1923.

Cirujano de un gran talento, poseía una genialidad única que le permitió actuar en la poesía, en la política, en el periodismo y ser una persona interesada en el bienestar y desarrollo de su ciudad natal. Fue un investigador incansable y maestro en todo el sentido de la palabra, durante 42 años dedicó su vida a enseñar en sus aulas de clases con la misma dedicación que cumplía sus labores en el Hospital San Vicente de Paúl.

En 1930 la Sociedad Médico Quirúrgica del Azuay, de la cual formaba parte junto con otros médicos, considera que se debe “Propender al mejoramiento de los estudios médicos quirúrgicos mediante la presentación y discusión de casos… propender al concurso médico para el esclarecimiento del diagnóstico y tratamiento en casos difíciles, en beneficio del enfermo”, colaboró con la Gota de Leche, institución benéfica destinada a cuidar de los recién nacidos y fue parte de la Junta de Asistencia Pública.

Presidió también la Federación Médica del Azuay cuando la institución empezaba a consolidarse, actualmente es el Colegio de Médicos del Azuay.  

Siempre interesado en las necesidades sociales y en el panorama político de su provincia y de su país, representó al Azuay y al Partido Conservador como Diputado en el Congreso Nacional en una época de profundos cambios donde siempre actuó de acuerdo con sus firmes convicciones ideológicas que lo muestran como el hombre profundamente católico y tradicional con una indiscutible visión progresista.

También fue el primer Presidente del Consejo Provincial del Azuay, organismo que fue establecido por la Constitución de 1946. Estando apenas unos meses, impulsó el proyecto de la carretera Girón-Pasaje ya que creía firmemente que el desarrollo vial de la provincia ayudaría a superar la crisis económica que en los años cuarenta afectaba a la región.

Sus trabajos e investigaciones fueron recogidos en la revista Anales de la Universidad de Cuenca, no solamente fueron textos sobre medicina, también dedicó discursos a personajes como Pasteur (con motivo de los 100 años de su nacimiento, lo elogió como el genio que revolucionó al mundo).

Fue uno de los impulsores de la Revista de la Facultad de Ciencias Médicas y miembro del comité redactor, siempre con la idea de que el conocimiento debía ser compartido. 

Escritor nato, utilizó los seudónimos ‘Jerome’ y ‘Meñique’ para escribir artículos de opinión para varios periódicos de Cuenca, no porque quisiera ocultarse pues se caracterizó por ser un hombre frontal, sino porque la originalidad era parte de su forma de expresión. En los temas que trataba, políticos o sociales, su singularidad al escribir lo delataba inmediatamente.

En su libro Memorias de un Cirujano podemos encontrarnos con la Cuenca del cambio de siglo, a través de su pluma revivimos a una ciudad tradicional, romántica y que vivía a un lento ritmo colonial; pero, de la misma forma, nos muestra cómo la revolución liberal la alcanzó y como se vivieron esos días. Siendo todavía un niño pequeño observó con gran agudeza los acontecimientos para, años después, plasmarlos en sus memorias. Lastimosamente, y como suele suceder aquellos libros llenos de anécdotas y datos que nos acercan a una historia más auténtica y real, han caído en el olvido.

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