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El Telégrafo
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Según habitantes, la mayoría de ‘moliendas’ funcionaron hasta fines de la década del ochenta

La historia de Ayapamba se construye alrededor de la panela

Las viejas moliendas aún se conservan en varios sectores de la provincia de El Oro. La caña de azúcar es la materia prima para la elaboración de la panela. Fotos: Fabricio Cruz / El Telégrafo
Las viejas moliendas aún se conservan en varios sectores de la provincia de El Oro. La caña de azúcar es la materia prima para la elaboración de la panela. Fotos: Fabricio Cruz / El Telégrafo
19 de octubre de 2014 - 00:00 - Redacción Regional Sur

Hay que recorrer 60 km desde Machala, en una vía con poco mantenimiento, pero con mucha neblina, para llegar a un pequeño pueblo de la provincia de El Oro. Ayapamba, es una parroquia del cantón Atahualpa, donde las familias se han dedicado por generaciones a la elaboración de panela.

Al llegar al poblado se pueden divisar, entre los cañaverales, nubes de un humo negro, acompañadas del ruido de motores. Es la señal de que un trapiche (molino de caña) está operando y produciendo panela. “Es un trabajo muy laborioso, pero es una herencia de mi padre y nunca la dejaré”, comenta José Loayza de 60 años, quien toda su vida se ha dedicado a fabricar panela.

Este trabajo no es nuevo, se inició hace varias generaciones y llegó a constituirse en la base de la economía de Ayapamba, que antes de ser parroquia de Atahualpa, era parte del cantón Zaruma. Hoy esta actividad es más bien una tradición que sustenta a unas 25 familias de la zona.

El poblado es uno de los sectores más antiguos de la provincia de El Oro. Cuando la parroquia vecina de Paccha se separó de Zaruma en 1984, Ayapamba pasó ser parte del nuevo cantón Atahualpa, junto a Cordoncillo.

Posee una riqueza agrícola que radica en la caña de azúcar materia prima de la panela, también está el cultivo de café de distintas variedades; de igual manera, existen diversidad de productos de ciclo corto que embellecen el paisaje en las bien conocidas huertas familiares.

Sin embargo, todo esto ha ido desapareciendo poco a poco, ya que el boom de la minería ha desplazado a los habitantes (sobre todo a los jóvenes) para trabajar en esa actividad “más rentable”.

Freddy Vicuña lleva 45 años como panelero; con esta actividad alimentó y educó a su familia, que participa en todo el proceso de elaboración del producto, desde la cosecha hasta la comercialización. “Esta actividad solo es familiar, ya no hay para pagar al jornal”, dijo el productor.

Su trapiche está junto a su casa; bajo un techo de zinc están los implementos básicos para hacer panela: molino, horno, pailas y moldes. El espacio está rodeado de la materia prima: la caña de azúcar. El producto es cargado en mula y se apila en un rincón.

El procedimiento es artesanal y requiere de gran esfuerzo físico, desde la transportación de la caña hasta el trapiche, la molienda y la cocción del guarapo. En esta última hay que soportar altas temperaturas al mover constantemente el guarapo mientras se evapora en un recipiente de 2,5 metros por un metro de diámetro.

Un alto porcentaje de la población de la antigua parroquia de Ayapamba estaba dedicada a la actividad panelera. En la década de 1960, la mayor parte de la producción se llevaba a lomo de mula a otras poblaciones como Chilla, Guanazán, en la misma provincia de El Oro, y Manú, en Loja.  

Según comenta José Loayza, antes se utilizaba mucho el intercambio de productos, es decir el denominado trueque, ahora desaparecido.

Según sus habitantes, la mayoría de paneleras de Paccha y Ayapamba  funcionaron hasta fines de la década del ochenta, cuando se produjo un relevo generacional. Algunos hijos de los antiguos dueños salieron de la cabecera cantonal, o bien emigraron a otras ciudades y al exterior.  

“A la juventud ahora no le interesa la agricultura; antes todo el mundo se dedicaba a elaborar panela o a sembrar y cosechar café”, manifiesta uno de los trabajadores.

Los comentarios de la población se comprueban al observar que en casi todas las “moliendas”, como es conocido el sitio donde se hace la panela, trabajan personas mayores de 40 años que no han dejado esa actividad que es herencia de sus padres. La panela es un derivado de la caña sin refinar, sin ser sometida a un proceso industrial como el azúcar que se expende en tiendas y supermercados. La diferencia radica que este producto es natural, con un alto contenido de melaza y minerales como calcio, potasio, magnesio, cobre y hierro, según destacan sus propios productores.

Pese a estas ventajas, pocos son los ecuatorianos que consumen panela. En tiendas de Machala este producto es muy difícil de encontrar, ya que no tiene mayor demanda.

Aguardiente de Piñas

El cantón Piñas también es muy conocido por la elaboración de panela, sitios como Moromoro o San Roque han dedicado por décadas a esta actividad, aunque también destilan licor. “El que toma trago del bueno, nunca vive enfermo”, comenta sonriente Alvaro Loayza, habitante de Moromoro, y productor de aguardiente, puro, guanchaca, corincho o tapetuza, como llaman a esta bebida.

Él y su padre son los únicos de este recinto que se dedican a esta actividad en el campo. El trapiche de Loayza está en un rústico galpón de 6 metros por 10 m, construido con madera, caña y un techo metálico.

La caña empieza a molerse y cae el jugo, espumoso y de color verde claro. Baja por un canal elaborado con bambú. Pasa 24 horas en unos recipientes, llamados cubas, para fermentarse y transformarse en guarapo.

Cuatro cubas guardan 3.200 litros, de los que salen 800 litros de trago. Este producto es distribuido en distintas partes de la provincia.

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