La gloriosa y sus repercusiones en la ciudad de Cuenca
A inicios de la década de los años cuarenta del siglo pasado, el pueblo ecuatoriano había perdido parte de su alma nacional; estaba gobernado por Carlos Alberto Arroyo del Río quien se posesionó como Presidente de Ecuador el 1 de septiembre de 1940.
El gobierno era el producto de un fraude electoral; la derrota militar frente al Perú, en 1941, había causado un profundo trauma en la conciencia del pueblo; existía animosidad entre los carabineros, el ejército y amplios sectores de la población civil que llevó a frecuentes y sangrientos enfrentamientos; la política económica del gobierno había provocado un casi inaguantable alto costo de la vida y era motivo de angustia y desazón entre las clase populares; los partidos de izquierda consideraban deshonesto al gobierno de Arroyo del Río, el presidente se desempeñaba como abogado de compañías norteamericanas, mientras sus colaboradores cobraban altos honorarios y coimas para facilitar negocios con el gobierno, se decía; se le acusaba de entregarse a los intereses de los
Estados Unidos, implicados en la Segunda Guerra Mundial; les vendía materias primas a precios muy bajos y les cedió las islas Galápagos para la instalación de bases militares. Factores que prepararon la sublevación popular.
Velasco Ibarra aparece en la escena política
La situación se tornó más difícil ante la proximidad de las elecciones presidenciales en la que terciarían Miguel Albornoz, candidato oficialista, y José María Velasco Ibarra, el ‘gran ausente’, el ‘Profeta’, exiliado, perseguido por el gobierno arroyista a raíz de las fraudulentas elecciones de 1940. Velasco Ibarra había logrado catalizar las esperanzas de reconstrucción nacional frente a la desacertada política de la administración cesante.
Desde el exilio combatió al gobierno de Arroyo del Río, “Estoy listo a ir cuando haya una revolución, con la que podamos purificar al país”, había escrito a uno de sus partidarios. Su candidatura aglutinó a partidos de derecha e izquierda en Alianza Democrática Ecuatoriana y con el apoyo de oficiales jóvenes del ejército se buscó derrocar a Arroyo del Río quien pretendía, mediante el fraude, entregar el gobierno al candidato oficialista.
La sublevación, que tenía como uno de sus objetivos principales entregar el gobierno al Dr. Velasco Ibarra, se inició en Guayaquil el 28 de mayo, extendiéndose luego a todo el país; el líder de las multitudes debía ingresar al territorio nacional por la frontera norte.
La presión de los cuencanos marcó el interés.
En Cuenca, al día siguiente, diario El Mercurio con grandes titulares informaba: “En Guayaquil, ocurrió movimiento armado”; y en subtítulo menor: “Repercusiones locales del movimiento de Guayaquil en la noche de ayer y en la madrugada de hoy”, se daba a conocer que “Al acudir a la Jefatura de la Segunda Zona de Carabineros de la República e Intendencia General de Policía, uno de nuestros empleados de información fue cultamente atendido por el Señor Coronel don Miguel Ángel Fernández Ampuero, quien manifestó a nuestro enviado que por orden del Gobierno habíanse efectuado algunas prisiones de carácter político en esta ciudad en la madrugada de hoy, sin que se haya creído conveniente dar los nombres de los presos, mas por familiares de estos sabemos que son el doctor Carlos Cueva Tamariz, Rafael Galarza Arízaga, Joaquín Moscoso Dávila. Luis Cobos Moscoso y otros”; entre ellos estaban el universitario Rafael Arízaga V. y el artesano José Miguel León.
El 29 fueron apresados: el Gobernador de la provincia, el Jefe de Zona y el comandante del Batallón Esmeraldas, a la par que se organizaba la Junta Provincial de Gobierno, presidida por el Dr. Cueva Tamariz e integrada en su mayoría por los presos de la víspera; mientras, el Teniente Coronel Samuel Reyes controlaba las fuerzas del ejército y la Guardia Cívica, constituida con anterioridad a los sucesos del 28, era conducida por el capitán retirado Carlos Baquero. Para el 30 se conformó una comisión que debía concurrir al recibimiento triunfal del Dr. Velasco Ibarra.
En la memoria colectiva de la ciudad aún subsiste el recuerdo de la multitudinaria manifestación que se congregó el 29 en el Mercado 9 de Octubre, a raíz de la cual una exaltada multitud procedió al linchamiento de pesquisas, mientras se solicitaba armas en los cuarteles; el asalto al local de los Estancos dejó un saldo de 3 muertos y 9 heridos y, se acometió la casa de uno de los dirigentes arroyistas y se incendió varios muebles, entre ellos un gran piano.
Recuerda Rafael Arízaga Vega “que fueron arrojados a la calle por el pueblo enardecido… y cuando encontró dinero en efectivo lo dejó sin tocar un sucre, pues el asalto no fue para robar sino para castigar la insolencia de 4 años de los dueños de la vivienda”, El robo habría contradicho el sentido moral de la revuelta en contra del corrupto régimen liberal.
Estos datos han sido tomados de la siguiente bibliografía: Norris, Robert (2004). El Gran Ausente; De la Torre, Carlos. ( 1993) La seducción Velasquista; Vega Ugalde, Silvia. (1987) La Gloriosa; Carrasco V. A. (1980) La revolución de mayo.