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Historia, alfarería y arte popular en uno de los barrios más tradicionales de Cuenca
La Convención: Cuna de la alfarería
El barrio tiene vida jurídica desde 1999 y es parte de la Federación de Barrios de Cuenca. La actual directiva, presidia por Ramiro Lituma, viene actuando desde septiembre del año pasado.
“Los ejes en los que venimos trabajando, y nos proponemos seguir haciéndolo, son: promover y hacer de nuestro sector un baluarte de tradición, cultura y buena vecindad propio de la cuencanidad”, destaca el presidente del barrio, a la vez que informa que se han realizado eventos como ferias artesanales y agro-ecológicas, presentaciones de artistas y danzas, eventos sociales como elección de la madre símbolo, princesita de Navidad y reina del barrio, cuya ganadora en el período anterior fue también escogida como reina de los barrios de Cuenca, que promueve la Federación.
“Por ahora estamos coordinando con la empresa encargada de los trabajos para el tranvía, en la medida de exigir que estos se realicen de la manera más ágil, ceñida a una planificación y un cronograma de trabajo para que se agilite su avance y los perjuicios para los negocios de los vecinos que son frentistas no sean mayores”, dice Ramiro Lituma.
En octubre del presente año se cumplirán 180 años de la promulgación de la Constitución de 1845, que se dio en nuestra ciudad, llamada también Constitución de la Libertad, que marcó y marca un hito en la construcción como república independiente de nuestro país.
Historia del barrio
Hace 167 años se reunió en Cuenca una Asamblea Nacional Constituyente para reordenar el país tras la caída del Presidente Juan José Flores, en una casona tradicional situada al extremo occidental de la ciudad, en donde se congregaron los diputados constituyentes de las 7 provincias que en ese entonces tenía la República del Ecuador. Los constituyentes llegaron a Cuenca, a la sazón ciudad con aire colonial en el trazado de sus calles y en su arquitectura; ciudad pequeña de 13 cuadras de largo, con unos 15 mil habitantes, unos pocos templos, casas de adobe con tejados, traspatios y huertas, cuartos de almacenamiento de cosechas, patios para mulas y portales. (AVB)
Barrio de las alfarerías subsiste en medio de las nuevas tecnologías
En Cuenca existe un pequeño sector artesanal cerámico denominado ‘Ceramistas de la convención del 45’, asentado en el tradicional barrio Tandacatu, considerado espacio territorial cuyo nombre ha prevalecido para identificar al área a través de los tiempos. Los antecedentes históricos de los alfareros de nuestra región se remontan a épocas anteriores a la Colonia, en las cuales el artista popular tenía una posición relevante dentro de la sociedad. Posteriormente, durante la Colonia, el artífice popular es subyugado en su posición artístico-profesional y económico-social, situación que se observa no solo en la alfarería sino a nivel de todas las ramas artesanales.
Tiempos más tarde se da una paulatina transformación en el proceso productivo de la cerámica. La producción se ve condicionada a llenar otro tipo de necesidades, acordes con las nuevas costumbres del pueblo; sin embargo, el artista popular aporta como hombre original americano su propia concepción del oficio, tanto en la técnica como en el diseño, conjunto que habrá de perfeccionar con el paso del tiempo.
Antiguamente, los ceramistas populares de este sector eran abastecedores del mercado local, provincial y regional, de utensilios de cocina, adornos de diferente tipo, pitos de barro, dulceras, platos para el locro, medianos para el agua, maceteros de diferentes modelos, utensilios que de por sí constituían la auténtica producción del alfarero cuencano.
Las alfarerías ubicadas en este barrio se destacaban por sus gestores que eran de hábiles y creativas manos. El torno de pie era el principal instrumento de trabajo, sumándose los tradicionales hornos de leña. Antaño, los alfareros construían sus talleres en terrenos arcillosos, circunstancia que venía a constituir un factor determinante en la ubicación espacial del taller. El viejo alfarero, en aquella época, tenía como descendientes en el digno trabajo a toda su familia, destacándose la fiel y solidaria esposa; esta familia, de otra parte, dedicaba también todo el esfuerzo para mantener vivo este noble arte.
El sector alfarero estaba constituido por nombres y apellidos cuya tradición venía de épocas antiguas. Los Tola, los Feijó, los Vanegas, los Miller, los Cajamarca, los Maza, los Zapatanga, los Peralta y los Pacheco, por citar algunos.
En el barrio de las ollerías, en las décadas del cincuenta y del sesenta, se aglomeraban sus vecinos en plena esquina del barrio, alrededor del único grifo de agua, para lavar los trastes de barro y enjuagar la bolsa de café, embadurnado el surtidor con la borra y el agua blanquecina del mote pelado, descascarado con dosis de cal. Era un barrio de mitos y leyendas. Los viejos alfareros ya contaban a sus descendientes las míticas historias de los gagones, del cura sin cabeza, de los duendes y otros personajes, en medio de los escasos focos nocturnos que, colgados de los postes de madera, alumbraban a los niños que se entretenían jugando a la cebolla, al circo, a las cocinaditas, a la moña y a las bolas de cristal, conjunto de muchachos, hijos en su mayoría de artesanos alfareros y otras actividades artesanales. (Cornelio Vanegas)
Barrio de cultura popular
Junto con la tradición ceramista del barrio con familias destacadas en el arte de la alfarería, ha sido notorio el desarrollo de la cultura popular. Este es un barrio de artistas populares, entre los cuales han sido protagonistas los Vanegas. Don Carlos Virgilio Vanegas Maza fue fundador del gran núcleo familiar, clan que desde hace 162 años mantiene el arte popular de la alfarería.
De los 19 hijos de don Carlos, 3 están vinculados con la tradición alfarera, mientras que otros, junto con nietos y bisnietos, se dedican a otras expresiones artísticas. Carlos Alberto mantiene la escuela tradicional de su padre, incrementado el arte con elementos estéticos de la naturaleza y de la vida cotidiana como: casas, chozas o frutas, que le dan un nuevo toque a la alfarería y la hacen más vistosa. Gil Oswaldo, en cambio, incluye formas estéticas más tecnificadas debido a su formación académica en la escuela de bellas artes Remigio Crespo, artista que también trabaja con plumillas, oleos y pinturas. Así mismo, José Luis hace cerámica y diseña también ropa de tipo folclórica. Por su parte, Cornelio Ernesto, quien se dedica al teatro desde 1970, ha dirigido grupos teatrales de 12 colegios de la ciudad y con el resto de miembros de la familia preparan, anualmente, piezas para el arte de las tablas. Elena es parte del clan y ella también está dedicada al diseño y confección de ropa folclórica. Francisco es diseñador de moda y alta costura, sus trajes típicos y de gala han vestido a mujeres de Quito, Cuenca y otras ciudades del país y de América Latina.
La descendencia de los Vanegas ha cultivado y mantenido el arte en sus diferentes manifestaciones, destacándose por su actividad cultural persistente. La familia Vanegas está identificada con la docencia, el teatro, la música, las comparsas, el pase del Niño, la pintura, el dibujo, la caricatura, el diseño, la confección de trajes folclóricos, el diseño de moda y la alta costura, la danza y otros lenguajes de la fiesta popular. Son gente sencilla, relacionados con lo ancestral de nuestra cultura, conservando su propia vocación y su carisma.
Con fe e ímpetu rinden homenaje en cada ocasión a las manifestaciones tradicionales y populares de nuestro quehacer folclórico, en distintas épocas del año.