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La cestería en San Joaquín guarda relación con la horticultura

La cestería en San Joaquín guarda relación con la horticultura
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El cultivo de hortalizas todavía era desconocido para los pobladores. En la década de 1950, con la apertura de la vía de acceso principal a San Joaquín, Tres Tiendas-Balzay y la carretera Durán-El Tambo —que facilitó el acceso a los mercados— inició la producción de flores, la horticultura y estrechamente ligada a esta, la cestería como herramienta de transporte de las hortalizas.

Antes de esta fecha, la agricultura era de subsistencia. Las chacras estaban compuestas por maíz, fréjol, morocho, haba, zambo, arveja, cebada y trigo. La siembra de hortalizas aún era ignorada hasta 1972, cuando, a través de una visita de los miembros del Cuerpo de Paz de Estados Unidos, se promueve esta actividad y se brinda capacitaciones y asesoramiento, además proveyeron las semillas necesarias a los pobladores. Entre los productos pioneros está la col híbrida OS cross, cultivada cuando aún no se disponía de canales de riego. Otro factor importante en el desarrollo de la horticultura fue la intervención del CREA (Centro de Reconversión Económica del Austro), organismo que introdujo el uso de agroquímicos en la producción (Loyola Illescas, 2012).

Junto con esta actividad se desarrolló la confección de grandes cestas tejidas como soporte para transportar los productos agrícolas. Poco a poco aumentó la demanda hasta generar productos cotizados como artesanías, con colores llamativos, como objetos para ser utilizados en la vida diaria e incluso como juguetes. Este proceso también se debió a los reducidos ingresos que genera el agro, por esta razón los campesinos se convierten en artesanos y se ven obligados a compartir su tiempo entre estas 2 labores. En las familias del sector, el trabajo agrícola generalmente recae en los hombres y los quehaceres artesanales en las mujeres, particularmente el de tejer cestas.

La cestería en la parroquia, se trabaja en duda, que es un tallo antes conocido como chaklla, perteneciente a la familia de las poaceas al igual que el bambú. Destaca por su altura, color, forma y textura completamente lisa y cilíndrica que puede llegar a medir entre 10 y 12 metros de largo, además, crece de manera silvestre en áreas de altura. Por esta razón esta fibra vegetal no puede ser cultivada, es decir brota sin ninguna intervención antrópica.

Durante su ciclo de reproducción (5 años), la duda es útil para la cestería únicamente mientras está tierna, después de este tiempo debido a su maduración no puede ser trabajada, ya que pierde su maleabilidad.

Este material en un inicio se utilizaba para la construcción de viviendas rudimentarias. Posteriormente, según mencionan los moradores de la parroquia, Nicolás Rojas lo emplea por primera vez en la elaboración de cestos, haciendo de la cestería una actividad artesanal característica de San Joaquín. Desde entonces, empleando su imaginación y habilidad, la población elabora objetos como canastas, paneras, pañaleras, abanicos, cunas, carriles, costureras, prensas, etc., para satisfacer diferentes necesidades.

La duda se obtenía principalmente del cerro Cabugana, situado al noroeste de la parroquia Sayausí.

Tras la continua explotación de dicho material solo han quedado tallos maduros o fibras útiles pero en lugares de difícil acceso. En la actualidad, la duda es traída al centro parroquial donde se comercializa los días sábado, temprano en la mañana; arriba desde diferentes puntos como el cantón Oña, zonas limítrofes entre las provincias de Loja y Azuay, la parroquia Zhoray en Azogues, y el catón Pallatanga en la provincia de Chimborazo.

En los años ochenta, la duda era adquirida bajo la denominación de mulas y tercios. La mula tenía un costo que oscilaba entre 250 y 300 sucres que corresponde a “la carga completa de un animal”, es decir, 2 bultos de 100 tallos cada uno; el tercio, en cambio, equivalía a la mitad de la carga, tanto en precio como en cantidad. En la actualidad se continúa utilizando estas designaciones para su comercialización, aunque el precio y cantidad han variado. El costo de la mula oscila entre los $ 15 y los $ 18, mientras que la cantidad de varas fluctúa entre 80 y 120.

Después de la adquisición de la materia prima, esta comienza su largo proceso de preparación. La primera fase consiste en el “hojado”, etapa en la cual se corta la caña para conseguir laminas gruesas o delgadas del largo de toda la vara. Tras rajar esta fibra natural se desgaja de la parte interna denominada shungo, entre 4 y 6 tiras u hojas sin desprender la corteza. Del hojado se extraen 2 clases de material, la duda liza, blanca o pelada y la duda gruesa, verde o sin pelar. Cabe destacar la maestría con el cuchillo que requiere esta tarea, ya que no todos los artesanos tejedores pueden realizarla.

El siguiente paso es el secado de las tiras al sol. Una vez seco el material se forman atados de acuerdo con la clase correspondiente (blanca, verde, gruesa, delgada, etc.). La fibra puede ser teñida con anilina, pero únicamente se trabaja con duda liza, blanca o pelada. Los colores y la firmeza variarán al gusto del productor.

Finalmente el artesano dará forma a una cesta tejida. Primero se debe realizar el tendido, único en cada producto y que marca el diseño con el cual se elaborará. Entre los tipos de tejidos más populares figuran el calado, con pupos, y llano; no obstante, los diseños, modelos y texturas dependerán de la imaginación y creatividad del artesano. Las cestas suelen finalizar con dobleces o jimbadas que les confieren firmeza como artículos para ser utilizados en la cotidianidad.

En esta zona de Cuenca, donde es complicado determinar el fin de la ciudad y el comienzo de lo rural, también se vuelve difuso señalar la separación entre la actividad agrícola y la artesanal. Pero lo que sí se ha vuelto claro con el paso de los años es la pérdida de la cestería debido al auge de los productos plásticos industrializados de menor costo que han sustituido a las canastas en la cocina y en el transporte y almacenamiento de productos. Esta labor cada vez más reducida se ve obligada a fungir únicamente como atractivo turístico, en vez de ser una actividad necesaria para el diario vivir de sus pobladores y vecinos. La cestería ha sido engullida por el avance de la industrialización, de forma similar a la fagocitosis de la ciudad hacia sus vecinas parroquias como San Joaquín. (F)

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