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La Casa de la Temperancia: Moderación y templanza para los alcohólicos

La Casa de la Temperancia: Moderación y templanza para los alcohólicos
22 de marzo de 2015 - 00:00 - Jacinto Landívar Heredia

Ha sido siempre un problema de las sociedades el alcoholismo, y una preocupación constante de la humanidad se ha convertido en permanente esfuerzo para reducir a los dipsomaníacos y tratarlos. En 1835, 2 personajes alcohólicos de Estados Unidos ‘Los Amantes del Brandy’, crean la asociación Alcohólicos Anónimos (A.A.), que logra éxito parcial para corregir el hábito del alcoholismo; actualmente se han multiplicado estos centros. Entre otras instituciones de beneficencia, se crearon las llamadas “casas de la temperancia”. En Cuenca, personas con pensamientos filantrópicos y cristianos crean diversas entidades de ayuda, como la  Casa de la Temperancia que data de las postrimerías del siglo XIX.

Fundación de la Casa de la Temperancia de Cuenca:

El obispo Miguel León construye una casa en la antigua plaza de San Sebastián en el año de 1876. El plano del lugar se atribuye al hermano Redentorista alemán Juan Bautiste Stiehle, quien trabajó con el obispo León en este y algunos otros proyectos, el más importante el de la Catedral de la Inmaculada de Cuenca.

En abril de 1884, en nuestro país, se crea el Ministerio de Instrucción Pública, Justicia y Beneficencia que es la institución que, entre otras obligaciones, coordinará la Asistencia Pública, que para entonces se llamaba la Junta de Beneficencia. Por esta época se destinaron 20 mil pesos para la fundación de un lugar para ebrios consuetudinarios en la ciudad de Cuenca. La Casa de la Temperancia de Cuenca abre sus puertas en 1886, comandada por el Obispo de la ciudad, Miguel León Garrido, llamado ‘el Reformador’, y por su hermano el sacerdote Justo León, conocido como el ‘doctor Justito’; el Obispo, a instancias del segundo de los nombrados, frente a la disolución de algunos frailes y sacerdotes y numerosos dipsómanos que deambulan en la ciudad sin ninguna ayuda, convierte a la casa en el sitio donde se acogerá a quienes padecen de esta enfermedad.

En 1892, el gobierno progresista de Antonio Flores Jijón fue pródigo en ayuda a las casas de beneficencia y, entre otras, entrega una subvención para la Casa de la Temperancia de Cuenca. La estructura donde funcionó en primera instancia la Temperancia es donada por el obispo León Garrido. Uno de los directores fue Mariano Estrella, afamado por su severidad cuando estaba al frente de la “abominable” Casa de la Temperancia, como la conocía la gente común.

El Obispo Miguel León, es indudablemente el creador de la Casa de la Temperancia, además levantó los cimientos de la Casa de Conferencias (luego Buen Pastor) para recluir en ella a los sacerdotes intemperantes alcohólicos. Promovió la construcción del edificio del Lazareto en Miraflores, que reemplazaría al Lazareto de Jordán, para aislar a los leprosos, reconstruyó San Francisco y entregó el ala anexa al Convento Parroquial, a la Escuela de los Hermanos Cristianos.
Al Obispo León se lo conoce, sobre todo, por ser el promotor e iniciador de la construcción de la Iglesia Catedral Nueva, obra magna, icono de la ciudad de Cuenca; sin su iniciativa y decisión inquebrantable, no se hubiera construido la Catedral de la Inmaculada.

El doctor Justito, como lo conocía la ciudad, sacerdote secular, hermano del Obispo Miguel León, quien murió con “olor de santidad”. Cuentan que luego de las misas de madrugada (misas de la aurora), salía a recoger a los ebrios, desperdicios de las tabernas, encontrábales tendidos en las calles o en las aceras, generalmente en los atrios de las iglesias, o en las plazas, y con delicadeza los cargaba para depositarlos en la Temperancia, si eran civiles, o en la Casa de las Conferencias si eran clérigos. En el año de 1890 consta que el doctor Justito recibía contribución económica para el mantenimiento de la Temperancia por parte de la Señorita Doña Florencia Astudillo y de otras personas benevolentes de la ciudad.

Como casi todas las obras de beneficencia, incluidas el Lazareto, la Casa de Huérfanos y Ancianos y el Buen Pastor, la Casa de la Temperancia tuvo muchos problemas económicos. Para el año de 1904 el sitio tenía un inspector nombrado por la Junta de Beneficencia, quien recibía un sueldo mensual de 20 sucres. El 31 de enero de 1905 se clausura la Casa de la Temperancia en espera de que tenga fondos propios y pueda así asilar a los dipsómanos. En marzo de 1905 es enviado un perito comisionado, arquitecto del Gobierno, para que examine el local donde funcionaba la institución de la Temperancia, mientras tanto debe funcionar en el sitio antiguo. Para la reconstrucción de la Casa de la Temperancia, en San Sebastián, se remata definitivamente el sitio del antiguo Hospital de Cuenca ubicado en San Blas.

Para el 8 de julio de 1905 se crea el reglamento interno. En los estatutos consta que los que deben ingresar sean los dipsómanos, los que tienen el vicio de la embriaguez, los ebrios consuetudinarios. Y señalan que deben ser conducidos por el Intendente General de Policía o sus agentes.

De las disposiciones municipales correspondientes, entre otras, se menciona que el número de personas que debe recibir la Casa de la Temperancia dependerá de los fondos que disponga dentro del presupuesto asignado anualmente por el Ministerio del ramo, añadiendo que existen muchos dipsómanos que se hallan “sueltos”. Un porcentaje de los fondos se destina para el arreglo interno de las puertas, entre otros enseres y demás reparaciones. Con un fondo restante disponible, se contrata al artista Nicolás Vivar para que pinte y decore el interior de la Capilla y algunos otros recintos. Por esta época, la Junta de Beneficencia da el desahucio definitivo de la antigua Casa de la Temperancia. En julio de 1906 la Junta de Beneficencia recibe un comunicado del Ministerio del Ramo que dice que “los alcohólicos dipsómanos que se hallan sueltos y deambulan en las calles de las ciudades sean retirados”. Para los fines consiguientes, debe intervenir el Intendente General de Policía a capturarlos para enviarlos a la Casa de la Temperancia.

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