Haitianos ya reconocen la asistencia ecuatoriana
En las afueras de Puerto Príncipe, los habitantes de Haití se dedican a la agricultura. En grandes extensiones de tierra, como en Artibonite, ubicado a tres horas de la capital, cultivan arroz, aguacates, caña dulce y cocos, que son utilizados para el consumo interno.
Por ejemplo, un aguacate se consigue por 5 gourdes, que equivale a un centavo de dólar. En cambio, la libra de arroz cuesta 20 gourdes, que son 20 centavos de dólar. El gourde es la moneda nacional del país haitiano y su cambio es de un dólar igual a 50 gourdes. En Artibonite está la Misión de Apoyo a la Reconstrucción de Haití - Ecuador (Marhec), que colaboró desde junio de 2010 a septiembre de 2011.
En la primera fase, el estado ecuatoriano apoyó a Haití con más de 13 millones de dólares. Con esos fondos se construyeron puentes y viviendas para los habitantes. En la segunda etapa, en cambio, que arrancó en septiembre de este año y durará hasta marzo de 2013 se invertirán 15 millones de dólares para la creación de subcentros de salud y escuelas.
John Cave, de 13 años, vive en Artibonite. Aprendió el español porque un militar de apellido Benavides le enseñó. “Con amor, hoy yo quiero cantar, sí señor a mi Lindo Ecuador”, entona este niño en referencia a la melodía a Mi lindo Ecuador.
El menor de edad tiene cinco hermanos y vive en una carpa de no más de un metro, la que adquirieron luego del terromoto, como muchos de los damnificados. Un colchón y unas sábanas es todo lo que tiene al interior de la carpa. Todo eso ha sido donado por organizaciones internacionales. Afuera de su “vivienda”, en una pequeña olla encendida con carbón, Emanise, su madre, prepara una agua con plátanos. Esa fue la única comida que disfrutaron durante todo el día.
Hace dos semanas llegaron a la zona 90 militares ecuatorianos, los que estarán hasta marzo en el lugar. Darwin Cusquilcuma está ya acoplado. Cuenta que el calor fue un inconveniente para ellos en un principio, “pero quiero probarme a mí mismo y apoyar a quienes más lo necesitan”. John le dice “sammy (amigo en creóle, el idioma nativo que usa palabras del francés), los de Ecuador son muy buenos, nos ayudan, trabajan mucho”.
Cristian Orobio, de Chone (Manabí), piensa aprender junto a ellos, “y hacer quedar bien al país”. El uniformado se comunica con su familia, mediante su celular y un chip que compró. Otro niño llamado Blanco también conoce de Ecuador y del presidente Rafael Correa, de quien dice “es nuestro papá, nos quiere a los haitianos, queremos que venga”. Eso repite mientras con sus compañeros se alista para un partido de fútbol, el deporte más popular en este país caribeño.
Eline, de 5 años, en cambio tiene sed. Y es que en Haití, que se asienta en la isla La Española, la cual está rodeada del océano Atlántico y el Mar Caribe, un botellón de agua es un privilegio. Cada botella puede costar hasta 3,50 dólares (350 gourdes) mientras que una de soda está entre 1,50 (75 gourdes).
Antes del terremoto, solo un 50% de las personas tenía agua. A este problema se une la falta de electricidad. En comunas como Artibonite solo tienen luz dos veces a la semana. Por eso para alumbrarse hacen fogatas con basuras y papeles, también para ahuyentar a las moscas que hay en el lugar. Y todo eso crea más contaminación.
Mark tiene 35 años y dice que pasa el día jugando dominó. “No hago nada, no sé hacer nada”, afirma con un tono depresivo. Sus palabras inquietan al militar Lucero, quien da en el punto clave de un nuevo problema que se avizora para Haití: “Parece que se están acostumbrado a la ayuda internacional, y no tienen la cultura de mingas, ahora tienen pescado, pero nadie les enseñó a pescarlo, ¿qué pasará cuando nos vayamos?”.