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Fazayñán, Guagualzhumi y Cojitambo, los cerros sagrados de Azuay y Cañar
Varias de las montañas en la provincia del Azuay y Cañar esconden una historia. Los cerros que ahora son considerados meros accidentes geográficos, en el pasado fungían como ‘dioses’.
Entre los cantones azuayos Sígsig y Chordeleg se encuentra el majestuoso Fasayñán, fuente de oro para la venta y elaboración de joyas preciosas. Parada en una tienda rústica, doña Rosa es su principal vocera: “Verá usted: siga derecho no hay adónde perderse, aunque en el cerro no se sabe… pero verá, siga hasta encontrar un puente, le cruza y sigue de nuevo derecho hasta que se dobla la montaña y de ahí sigue a la izquierda y después de un potrero y un bosque que se corta, de pronto pueden pasar la noche, el guía les ayudará”.
Todos en el lugar coinciden en que no es una montaña más, hablan de ella con temor y desilusión al mismo tiempo, porque rara vez se la puede visualizar con un cielo despejado. Muchos intentan llegar a su cima pero desisten cuando cae la neblina “el cerro no nos dejó subir” —dicen—, pero los que logran burlar el clima tienen la recompensa de ver sus lagunas.
Alfonso Cambisaca, estudiante y guía, cuenta que dichas lagunas tienen leyendas, se dice que en días soleados sus aguas se tornan similares al color de un arcoíris; en sus aguas termales se bañaba la “Huaca”, mujer hermosa de larga cabellera y protectora de lo sagrado, indica.
Guagualzhumi, la nariz del dios acostado
El cerro sagrado Guagualzhumi, en cambio, se encuentra en la parroquia del mismo nombre cerca del sector conocido como Paccha. “Es el nacimiento del sol y la luna, encajado en la vieja ciudad Cañari: fue el santuario más importante de Guapondélig”, indican.
Muchos de nuestros abuelos cuentan que ahí existe oro enterrado de los Incas, y no solo eso, sino que también se encuentra la “Huaca”, la protectora del Dios Guagualzhumi y de la laguna de Quituiña.
Don Vicente Guapisaca, morador del lugar, cuenta que existía en tiempos remotos una olla de oro ubicada en la parte posterior de la montaña, que ha sido el atractivo ambicioso para extraños, quienes, con poleas, se han acercado para escalar, adentrarse en el lugar y profanar dicho tesoro.
Comenta también que existen 3 huecos llamados “curitaquis” en forma de espiral, de los cuales uno conecta directamente al cerro Cojitambo en Cañar.
“Si usted quiere entre nomás, es una cueva llena de murciélagos, ellos no le darán paso para avanzar… a solo 3 metros de haber ingresado, regresará corriendo porque ellos le morderán las orejas”, dijo.
Pero no solo su historia es interesante, sino también la ruta para llegar a este cerro, sus carreteras de tierra; precisas para aventurarse en bicicleta y admirar del paisaje relajado de esta zona. Aquí, se puede apreciar las ruinas de la montaña, la laguna y las diferentes parroquias que la rodean.
Cojitambo, “el escondite”
Al llegar a la parroquia Cojitambo, ya en el Cañar, se observa la riqueza natural, arqueológica e histórica que con el esfuerzo de sus habitantes ha logrado convertirse en un atractivo para propios y extraños. “El cerro es ideal para la práctica de escalada, sus paredes de más de 160 metros permiten el ascenso de deportistas y aficionados a esta actividad de aventura”, dice Carl Rosam de nacionalidad canadiense, un experto en este tipo aventuras.
El pico de roca volcánica tiene una altura de 3.076 m s.n.m., y está ubicado a 25 kilómetros al noreste de la ciudad de Cuenca y 11 km de Azogues. Al momento existen alrededor de 100 rutas habilitadas que ofrecen una variedad de opciones para principiantes y experimentados escaladores.
Sus moradores señalan que el origen de este cerro es eminentemente volcánico y esto se comprueba por el aspecto que presenta; pues se dice que fue un volcán activo, que por los constantes cambios geológicos de la Tierra en cierta ocasión pudo cerrar su cráter. (F)