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El sITIO suroeste de cuenca tiene fama desde la época incaica
En el barrio de los herreros quedan pocos artesanos forjadores del hierro
Aún se escuchan los golpes de martillos sobre el hierro, sonido que recuerda que en el suroeste de Cuenca se asentaron artesanos con la habilidad de forjar el hierro y crear un sinnúmero de objetos como candados, faroles, bisagras, picaportes, chapas, lámparas y herramientas para los trabajos del campo, que fueron los que le otorgaron la identidad a uno de los barrios tradicionales de la urbe: Las Herrerías.
Zoila Quezada Robles, habitante de este sector recuerda aquellos tiempos cuando los caballos eran amarrados a los pilares de pequeñas viviendas de adobe y tumbados de carrizos, esperando para ser herrados. Además de ser un lugar lleno de cercas hechas de pencos con una sola calle, a lo largo de los primeros 50 años del siglo XX, este sector, de acuerdo con Pablo Estrella Vintimilla, en su libro La casa-quinta de Chaguarchimbana, fue transitado por campesinos y caballos que llegaban de sectores como Quingeo, San Bartolo y Sígsig.
El sitio, según el texto de Vintimilla, guarda historias desde antes de la fundación española de Cuenca. En la época incaica, señala, pasó por allí el Camino del Inca (Qapaq Ñan), que comunicaba Tomebamba y el Cuzco. En la Colonia fue una de las entradas principales de la ciudad, donde se asentó el gremio de los herreros. Y luego pasaría a ser una zona “apetecida por los potentados de la ciudad, que deseaban tener allí su quinta o su cuadra”.
Sin embargo, el autor indica que siempre fue ‘un parqueadero de caballos’.
En la actualidad aún existen pequeños talleres artesanales que continúan esta labor.
Lucila Morocho ha sido por más de 25 años, una maestra herrera. Aprendió el oficio de su esposo y con su martillo y fuertes golpes continúa forjando barretas, adornos y otros artículos.
Esta zona termina en la Plaza del Herrero, sitio en donde también se encuentra un monumento a Vulcano (dios del fuego y de la fragua), y en cuyas cerámicas que conforman en volcán del cual emerge Vulcano, están grabados los nombres de los primeros herreros.
En este sitio también destaca la Casa de Chaguarchimbana, (penco del vado) cuya construcción según el libro Rostros de Cuenca data de 1870 y estuvo bajo la administración de don Antonio José Valdivieso. Hoy en este espacio funciona la dirección de Cultura del Municipio y el Museo Artes del Fuego.
Documentos históricos indican que esta vivienda tiene características semirrurales, puesto que servía como área de abastecimiento agrícola y a la vez para el descanso temporal de sus propietarios.
“Era la casa que más resaltaba”, dijo Quezada, quien conserva una foto en blanco y negro en la que aparece esta estructura emblemática tras de sí.
Las características arquitectónicas del barrio, según Estrella Vintimilla, se mantuvieron hasta los años 60. “En la actualidad quedan pocas muestras [...] Contrastan de manera inequívoca con las modernas construcciones”.
Y sobre todo con otras actividades que han ido desplazando la labor tradicional de los herreros.
Los talleres que quedan son pocos y se han visto desplazados por la presencia de otros negocios —a criterio de sus moradores—, más rentables, como la venta de comida, específicamente de tamales, humitas, tortillas, y café.
En la actualidad, desde la entrada a este barrio, que empieza desde la avenida 12 de Abril, resaltan este tipo de negocios, en donde cada tarde decenas de personas llegan a probar estos alimentos, mientras unos cuantos talleres se resisten a desaparecer para recordar a la urbe porque se llama Las Herrerías.