Por Florencio Washima Chávez

Corrían los primeros años de la década de los sesenta, cuando un grupo de jimeños, en un arrebato de inspiración patriótica y sana rebeldía, cansados de soportar el abandono, la discriminación y el quemeimportismo de las autoridades, tomaron la decisión de fijarse un objetivo: la construcción de la carretera Jima-Amazonas-Gualaquiza.

El arribo a Jima de los primeros voluntarios del Cuerpo de Paz —algunos de los cuales ostentaban el título de ingenieros civiles recién egresados en las universidades norteamericanas— fue importante. Es digno de mencionar a Kennet Coofeen, Jack Vetter, David Knight, Roberto Mrocsek, Daryl Lane. Hay que sumar a esto las opiniones autorizadas de 2 personajes de reconocido prestigio en el campo técnico científico: el Dr. Cándido Stuby, catedrático de geología de la Universidad de Cuenca y el Ing. Gonzalo Uscátegui funcionario de la Junta Nacional de Planificación (Junapla), quienes, en cumplimiento de importantes misiones, en momentos diferentes, recorrieron palmo a palmo toda la zona y al emitir sus informes coinciden en recomendar la construcción del carretero que partiendo desde la parroquia Jima siga la cuenca del Río Cuyes hasta Gualaquiza, “por ser la ruta más directa, menos costosa y de gran beneficio para la integración de los pueblos”.

A finales de 1962, conformaron un organismo con el nombre de Comité Pro carretera Jima-Amazonas-Gualaquiza, a través del cual pusieron a funcionar un amplio plan de acción cuyos principales puntos fueron: solicitar al extinto CREA (Centro de Reconversión Económica del Azuay) la inclusión del proyecto vial dentro del Plan de Desarrollo para la Región que se había propuesto ejecutar el organismo mencionado; solicitar al Ministerio de Obras Públicas la autorización para que los estudios y el trazado de esta vía, sean ejecutados por los técnicos del Cuerpo de Paz; y, preparar la gran minga de inicio del camino carrozable en mención con la participación de todas las comunidades que iban a ser beneficiadas con la construcción de esta obra.

Preparado el plan en sus mínimos detalles y en la medida en que se iban dando los resultados, las comunidades, a través de sus delegados, se empeñaron en determinar la fecha de la minga. En agosto de 1963, la comisión que viajó a Quito obtuvo del ministerio del ramo la autorización para que los estudios preliminares sean ejecutados por los voluntarios del Cuerpo de Paz. También el CREA, en respuesta a las gestiones realizadas, puso mayor interés en el proyecto y las visitas de sus personeros eran cada vez más frecuentes.

En octubre, luego de concluidas las festividades religiosas de Jima, el Comité Organizador fijó el día 14 de enero de 1964 para que se realice la minga inaugural del naciente proyecto. Los técnicos del Cuerpo de Paz, fieles a su compromiso, trabajaban contra reloj en pos de determinar el trayecto que seguiría la vía en su etapa inicial. Las cuotas en dinero, las reses y aves que se iban a sacrificar, la chicha, el guarapo y mil y un detalles más, todo tenía que estar listo para el día de la histórica minga; y el día fijado llegó.

Se calculaba que muy cerca de 2.500 mingueros de Jima, San José de Raranga, Cumbe, San Miguel de Cuyes, Amazonas y Nueva Tarqui, se dieron cita en este multitudinario evento. La tribuna instalada al aire libre en la explanada del barrio 12 de Noviembre del centro parroquial de Jima, estuvo repleta de autoridades y público. Todo resultó un éxito.

Luego de los ajetreos de tan sonado acontecimiento, la obra continuó avanzando a ritmo sorprendente, a tal punto que en marzo de 1965, la vía construida prácticamente sobre la base de mingas, permitía recorrer en carro hasta el kilómetro 11.

En respuesta a este entusiasmo, por gestión de los voluntarios se consiguió de Alianza para el Progreso un tractor de oruga y la suscripción de un convenio para la donación de alimentos a través de CARE; hasta entonces, las únicas disponibilidades mecánicas para mover la tierra en parajes fáciles de roturar el suelo, eran un tractor de arado y las yuntas de bueyes que llevaban los mingueros.

El CREA por su parte, destinó un equipo técnico compuesto de ingenieros, topógrafos, cadeneros y personal de apoyo, todo bajo la responsabilidad de José Ordóñez Alvarado, joven profesional, que por su entrega y cariño a la obra supo ganarse el respeto y el aprecio de quienes lo conocieron. Para entonces, el primer campamento fue instalado en el sector de Cuzhadel a 5 kilómetros del centro parroquial; el segundo tuvo que ser ubicado en las faldas del Saninga, uno de los picachos prominentes de la Cordillera y a poca distancia del Morire, límite entre Azuay y Morona Santiago. También Obras Públicas Fiscales a través del CREA hizo efectivas pequeñas asignaciones que fueron invertidas en el alquiler de un volquete para el lastrado de las partes más difíciles del tramo construido.

En 1971, el último campamento asentado en Tambillo a 27 km de Jima, quedo prácticamente abandonado; de nada sirvieron los insistentes reclamos de las comunidades para conseguir que el Organismo Regional no alzara sus tiendas, lo que finalmente ocurrió.

Los años que vinieron después, a excepción del corto período que dirigió el entonces mayor Paco Moncayo (1976-1978), fueron, por decir lo menos, un verdadero fracaso.

Se destacó, como una despedida del CREA de este sector, la contratación de los estudios de la carretera Gañadel-Jima-Gualaquiza con la compañía Astec, estudios que pese haber sido concluidos en su totalidad, poco han influido hasta ahora para que este sea considerado como un proyecto de interés nacional o por lo menos regional. (I)