“Por favor señores, no suelten a sus niños”, manifiesta Cristian Granda, uno de los ocho guardias de la empresa Fecomia, que laboran en la Feria Libre.

Son las 10:20 del sábado 28 de diciembre y en el sector hay miles de personas que llegan para adquirir productos alimenticios, ropa y demás enseres.

Lo del guardia no es un simple mensaje, es una advertencia que hace a las personas que pasan con sus pequeños, pues minutos antes había recibido una llamada a través de su radio transmisor en donde se le reportaba sobre la desaparición de una niña de ocho años.

“De lo que nosotros sabemos ocurren estos casos unas 15 veces por mes”, sostiene el celador, quien acota que regularmente se relacionan con el paradero de los menores.

No pasó ni una hora y María Valente, con lágrimas, daba aviso a miembros de la Policía Nacional sobre el extravío de Álex Ñauta, su hijo de un año y medio.

Según los vendedores, con la presencia de la Policía la inseguridad ha disminuido en esta zona comercial.

La mujer decía que “el responsable del pequeño era el padre, pero que hasta ir al baño, con la multitud de gente que caminaba por el lugar, perdió de vista al menor”.

Después de unos cinco minutos, la gente, impresionada por el rostro de tristeza de la madre alertó la ubicación de Álex. Lo llevaron hasta los brazos de su progenitora.

Esos son ejemplos de situaciones que se viven todos los días, en especial los miércoles y sábados, en uno de los mercados más grandes de la ciudad.

Los pequeños se extravían por el descontrol de los padres de familia y a ello se suma el caos vehicular, vendedores ambulantes y otros problemas que según los comerciantes aún no han sido superados.

La seguridad en este sector es uno de los aspectos que resaltan la mayoría de comerciantes.

Omar Castillo, por ejemplo, quien labora en la denominada plataforma, zona en la que se expende ropa regularmente los miércoles (por fin de año ahora lo hace todos los días), asegura que los robos se han reducido por el trabajo de los miembros de la Policía Nacional, guardias y los propietarios de las carpas.

Caos vehicular

En la avenida de Las Américas el tráfico es intenso. Cerca a las 12:00 recorrer cinco cuadras puede tomar unos diez minutos. Esto, sumado a que existe un carril exclusivo para buses, lo cual causa molestias a choferes y usuarios de taxis, debido a que es difícil estacionar cerca a las aceras.

Bolívar González, taxista desde hace más de 10 años, tuvo que conducir su auto por el carril de los buses para dejar una carga.

“El problema es que no se puede estacionar con tranquilidad, para dejar cargas ni pasajeros. Por suerte algunos agentes de tránsito nos permiten hacerlo en el lugar de los buses”, analiza.

Para poder cruzar la avenida, la mayoría de ciudadanos optan por usar el túnel, aunque este, según Cristian Granda, guardia del lugar, colapsa por la cantidad de gente que se moviliza. “Uno de los problemas más comunes es que el ascensor, que es para los discapacitados, no funciona ”, advierte.

Para evitar más caos entre la multitud, 14 betuneros crearon una asociación que los ampara. Uno de los puntos importantes que se observa es el lugar determinado en el que brindan sus servicios y de esta manera, dijeron, que dejan atrás el desorden. Juan Paida, es uno de ellos.

Dice brindar servicios en este lugar desde hace nueve años, pero que lo mejor llegó desde hace cuatro, cuando crearon la asociación, debido a que se establecieron valores a cobrar, lo cual les permite a todos tener la misma posibilidad y además organizarse.

“El costo por betuneada es de $0,30. Diariamente entre todos hemos de hacer unas 25 más o menos.

También tener nuestro propio lugar es bueno porque la gente ya sabe en donde nos ubicamos ”, comenta.