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El científico alemán que aclaró los debates sobre Tomebamba
Nace Friedrich Max Uhle en Dresde, Alemania, en 1856, estudia en las Universidades de Gotinga y Leipzig, allí se gradúa de Etnólogo, dedicándose especialmente al estudio de las sociedades orientales; una vez egresado, intensificó sus estudios de Etnología en los museos de Dresde y Berlín. Simultáneamente se dedica al estudio de la Arqueología. Ya maduro, en 1883, inició sus campañas americanistas con otro científico también alemán, Alfonso Stubel.
Uhle realizó investigaciones arqueológicas en Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador. Fundó, formó y organizó el Museo Nacional de Lima, la sección de Antropología (1908) y Santiago (1912). Su actividad fue costeada, principalmente por el Gobierno de Alemania, que lo envió a América del Sur; y en otras 2 ocasiones, por las Universidades de Pensilvania y de California.
En 1919, el generoso y erudito Señor Don Jacinto Jijón y Caamaño, para entonces Director de la Academia de Historia, lo hace venir a Ecuador, para que realice investigaciones arqueológicas. Pocos años antes de su muerte acaecida en Alemania, en 1944, casi nonagenario, se refería con pasión al hablar de su viaje por América del Sur.
Juan de Velasco y Mons. González Suárez, la prehistoria del país
Max Uhle analiza rigurosamente a Juan de Velasco y su Historia Antigua y a Mons. Federico González Suárez en su Historia General de la República del Ecuador. De Velasco refiere que “…las fuentes originales del Reino de Quito, la historia de los Caras y de sus pobladores, no han sido encontradas en ninguna parte, no siendo de crédito las descripciones realizadas…”. La obra de Pedro Fermín Cevallos Resumen de la Historia del Ecuador, publicada en 1858 repite los criterios del Padre Velasco, sin aportar nada nuevo sobre la Prehistoria del Ecuador.
Sobre González Suárez, entonces presbítero cuencano, empezó a interesarse por el pasado anterior del país; Uhle comenta: “Tuvo este sacerdote inclinaciones a trabajos históricos, y juzgaba con mucha razón al asegurar que un historiador, sin el conocimiento de los indígenas de su país, carecería de facultades para hacer conocer a sus lectores el pasado de su nación toda (…) Se concentró el Historiador sobre todo de la historia de los Cañaris. En su voluminosa obra de 8 tomos, en el primero de ellos se dedica a la historia antigua, del período prehispánico. Entra de plano en conflicto con los relatos de Juan de Velasco”. Uhle considera que los argumentos de González Suárez son válidos, y por ello los analiza y amerita.
Cuando Max Uhle llega a la región del Azuay, su primera inquietud fue definir el lugar exacto donde estaba ubicado el segundo centro administrativo en importancia del Tahuantinsuyo incaico. Cita al cronista Cieza de León en su obra Crónicas del Perú, quien dice: “Estos aposentos famosos de Tomebamba están situados en la provincia de los Cañares, eran de los soberbios y ricos que hubo en todo el Perú, y adonde había los mayores y más primos edificios”.
Múltiples trabajos de investigadores cuencanos hablaban de las ruinas de Tomebamba cuyas huellas parecían perdidas para siempre; una de ellas es la del Padre Julio María Matovelle, publicada en Cuenca en el año de 1876 en la Luciérnaga de Cuenca, quien asevera que Tomebamba estaba localizada en la unión de los ríos Jubones y León; y otro artículo publicado en 1890, por el erudito Dr. Luis Cordero Crespo, quien tiene el mérito de haber sospechado que la antigua Tomebamba se hallaba en las cercanías de Cuenca.
Uhle, luego de minuciosas y extensas excavaciones, confirmó que las ruinas de la ciudad de Tomebamba Inca estaban en la región sureste de la ciudad de Cuenca: “En el curso de las excavaciones que pude emprender se descubrieron los fundamentos y la planta total de un Palacio Real y de un Templo del Dios Viracocha, los dos edificios alzan su frontis en oposición uno al otro. El Palacio, localizado en el sur, da su frente a la plaza principal”.
Añade: “La presencia de los restos de una ciudad antigua de la importancia de Tomebamba en la inmediata vecindad sureste de Cuenca, ofrece por sí misma un timbre de gloria para la ciudad moderna. Se prolonga con esto su historia hacia la antigüedad, y una región escogida libremente por los últimos monarcas incas, los más desarrollados de la antigüedad sudamericana, fue elegida como lugar para la construcción de la segunda sede de su poderoso gobierno, por ello mismo posee por sí misma valores geográficos y etnográficos que en todo tiempo deberían predestinarla para el desarrollo de una alta cultura…”.
Se determinaba así, de manera definitiva, el emplazamiento de la antigua ciudad de Tomebamba, asunto litigado por siglos, con argumentos y excavaciones rigurosamente científicas. No dejaremos de lamentar cómo la colonización española no supo valorar las riquezas monumentales de la ciudad de Tomebamba; los edificios, sobre todo iglesias y primeras construcciones de la ciudad de Cuenca colonial, ocuparon absolutamente todas las piedras talladas de las ruinas incaicas en los muros de sus construcciones. Las últimas investigaciones patrocinadas por el Banco Central del Ecuador, en la década de los ochenta lograron desenterrar y restaurar los cimientos del Palacio Real y sus alrededores.
Otras investigaciones del etnólogo Max Uhle
En Ecuador, en la provincia de Loja, Max Uhle investigó sobre las ruinas incaicas de Vinoyaco, las de Tambo Blanco, cerca del cantón San Lucas, Las de Sumaypamba, Yunguilla en el Jubones (antes denominado río Tamanalecha), las de Dumapara en el cantón Nabón, ruinas de Minas, en el valle del Río Jubones. En Perú, donde se radica en 1896, investiga con mucha amplitud, escribiendo un libro: Estudios sobre la Historia Incaica, con aportes sobre el origen de los Incas.