Busa está encantada. Glisa Montesdeoca, cañareja que pesca la laguna, recuerda la leyenda del origen del sitio: “En lo que ahora es el centro de Busa había una casa de gente muy avara; un día Dios bajó en forma de mendigo y pidió al dueño de la casa algo de comida.

El dueño mandó a decir con los sirvientes que no le iba a dar nada, pero una de las sirvientas se escabulló y le dio alimento. Entonces el mendigo le dijo que se vaya de la casa porque se iba inundar. Así fue como por encanto el lugar se llenó de agua y formó la laguna”.  

En cambio, según la cosmovisión de los Cañaris, en el fondo de la laguna habita una serpiente a la que llamaban Leoquina; a este ser mitológico se le hacían ofrendas en oro, por eso también se cuenta que hay personas que buscan las ofrendas en el fondo de la laguna.

En Busa, tanto la noche como el amanecer, tienen el poder seductor del oro y de la serpiente.

Algunos turistas rodean el perímetro de la laguna que está habilitado con senderos de gravilla y un sistema de muelles elevados unidos por puentes, que dan la sensación de estar en un laberinto. La laguna tiene una extensión aproximada de 12O mil m².

Este paraje turístico ubicado a 2.775 m s.n.m., es una dependencia del Municipio de San Fernando y está a 2 km del centro del cantón.

Por el momento, la familia de Saúl Castro administra el lugar; atienden de 08:00 a 20:00, de lunes a domingo.

Aquí se puede alquilar un bote para hacer recorridos de entre 15 a 20 minutos por las aguas de Busa, a un costo de $ 1 por persona. También es un espacio para comer, los menús varían entre los $ 2,50 y $ 3,00.

En el perímetro de Busa hay cabañas en construcción que buscan prestar facilidades a los visitantes para pasar la noche.

Don Saúl aspira a que la infraestructura entre en funcionamiento en un mes, pero esto depende de la administración municipal.