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Se alojan en hostales juveniles cuyos costos están al alcance de su economía

Cuenca, tierra de oportunidades para mochileros

Este joven brasileño es muy hábil para confeccionar artesanías de alambre. Ha recorrido varios países de América del Sur y ahora está en Cuenca.
Este joven brasileño es muy hábil para confeccionar artesanías de alambre. Ha recorrido varios países de América del Sur y ahora está en Cuenca.
22 de febrero de 2015 - 00:00 - Damián Aguilar. Universidad del Azuay

Muchas de las veces los ciudadanos se preguntan, ¿de qué viven los mochileros? Uno de ellos es el cuencano Jorge Quezada quien sintió curiosidad y se animó a conversar con algunos de ellos. A través de su diálogo logró conocer que sustentan sus viajes de varias formas, por ejemplo, venden artesanías, hacen malabares en las esquinas de las ciudades a donde llegan y, en algunos casos, trabajan por temporadas en restaurantes o discotecas.

Jenny Borges, por ejemplo, es una colombiana que dejó su país para recorrer América del Sur. “Yo decidí irme (casa), mandar a la mier... todo. No quería vivir algo planeado por otra persona, no quería la vida normal que todos tienen, me fui para vivir diferente”, señala.  

Así como ella hay más viajeros con quienes comparte este tipo de creencias, opiniones e intereses. Son personas que se encuentran, conviven, comparten experiencias y se ayudan.

Algunos de los que a veces se ven en Cuenca llevan el pelo enmarañado en “rastas” largas, pantalones tejidos de colores y gorros con diseños andinos. Su paso lento, su caminar sin prisa hacia un destino aún incierto, contrasta con el ritmo apurado de la ciudad.

Escuchando los diferentes acentos se puede conocer, en ocasiones, los sitios de donde provienen. En el caso de Cuenca, por ejemplo, hay varios argentinos, colombianos, chilenos y uruguayos.

Son como todos los turistas, disfrutan de los centros culturales, históricos e incluso espirituales de las ciudades. Se toman todo el tiempo necesario para conocer y disfrutar la esencia del territorio que visitan, pueden ser días o años.

La mayoría inició su éxodo con algo que consiguieron ahorrar antes del viaje, pero para mantener un flujo de ingresos constante, venden sus artesanías o cualquier  comida típica de su país de origen.  Otro modo de conseguir dinero es la exhibición de sus habilidades en los semáforos, habilidades que van desde malabares hasta acrobacias, bailes o canciones y, cuando su estadía se prolonga, buscan trabajo en bares discotecas o restaurantes.

Con lo que ganan pueden pagar los llamados hostales juveniles que se convierten en su hogar por varias semanas. Los hostales son casas viejas de las zonas centrales de la ciudad que han sido adecuadas para recibir a turistas con un bajo presupuesto. Por un precio de entre $ 5 y $ 10 la noche tienen un cuarto sencillo con varias literas en las que duermen de 6 a 12 personas.   

Pasajeros en el mundo

La gente que eligió ese camino es nómada por naturaleza, se encuentra siempre en movimiento y trata de prescindir de cualquier obligación que le impida hacerlo.

A Borges le conocimos caminando por las calles del centro de Cuenca, llevaba unas diademas de flores que intentaba vender.

En el comedor de su albergue nos contó sobre su vida. Jenny lleva viajando ya 17 años, ahora lo hace junto a su hijo de 12 años, Lennon (nombrado así en honor al integrante de The Beatles). Juntos han visitado Venezuela, Perú, Argentina y Ecuador.

Mientras nos mostraba su trabajo como artesana se calificó como una “viajera del tiempo”, considera que los humanos somos pasajeros en el universo “y dado que nuestro tiempo es limitado la esencia de vivir se encuentra en el movimiento”.

Para ella, moverse, explorar nuevos lugares y experiencias diferentes es lo más importante en la vida. “Viajar te hace más humano, si te quedas quieto viviendo una rutina planteada por el sistema nunca avanzas”, comentó Jenny.

Ella y su hijo viven de lo que ahorraron durante algunos años y de lo que obtienen con la venta de aretes, pulseras, collares y atrapasueños que aprendieron a fabricar en el transcurso de sus viajes.

Así ha hecho desde que tenía 16 años y empezó su travesía. Se marchó joven de su casa porque estaba cansada de la vida que llevaba y “por cuestiones familiares” de las que no quiere dar muchos detalles.

Cuando habla de viajar y moverse, no se refiere estrictamente a trasladarse físicamente de una ciudad a otra, sino se refiere a cruzar fronteras intelectuales y espirituales, explorar otros lugares de su propia conciencia, ir más allá de lo establecido y estar abierta a nuevas experiencias.  

Su primogénito averigua su futuro

Lennon, su hijo, mostraba su tranquilidad. Se mostraba como un niño diferente a los demás de su edad. Sentado con su libro de García Márquez escuchaba un poco distante la conversación. Tiene unos ojos muy vivaces. Contó que para él “todo está bien”, disfruta de los viajes con su madre y está muy agradecido.

Al preguntarle qué quería ser en el futuro, tajante respondió: “No lo sé, estoy averiguando”. Al parecer la filosofía de su madre y de las personas con las que se relaciona entró en su conciencia de una manera tan natural.

Dejó su Play Station 4 por su mochila azul

En el café-bar Zoociedad, ubicado en una casa antigua del Barranco, encontramos a Paul Bontempi, un argentino de 20 años. Estudiaba Administración de Empresas en la Universidad de Buenos Aires hasta que hace 6 meses decidió dejarla. Desde entonces ha viajado por América Latina.

Además de lo que ahorró para iniciar su viaje, las recetas de su abuela son las que pagan las expensas de la travesía. Vende trufas, empanadas y alfajores que él mismo prepara en la cocina de los hostales.  

Contó que en Buenos Aires vivía con sus padres y su hermana en una casa grande por Saavedra, una vez que terminó el colegio  se puso a estudiar para poder manejar el negocio familiar. “Tenía un auto propio, armario lleno, novia y hasta la Play Station 4”, ahora su único equipaje es una gran mochila azul.

En el sector de la Escalinata encontramos al brasileño Baumderson Baumglads, de 30 años, quien ya ha recorrido varios países de América del Sur. Su habilidad con el alambre para hacer artesanías le ha permitido recoger dinero para sus viajes.

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