Más de 800 ciudadanos peruanos viven en la provincia de Loja dedicados a diversas actividades.
Como ellos también hay comunidades de Colombia, Chile y Afganistán.

La Pastoral Social de la Diócesis de Loja trabaja desde hace cuatro años en el tema de la movilidad humana. La entidad presta servicios sociales y jurídicos a los migrantes, inmigrantes, refugiados, y retornados.  “Asesoramos para una adecuada gestión en la obtención de visas y regularización”, puntualizó  Cecilia Ludeña, asesora jurídica.

Esta entidad junto con la Universidad Técnica Particular de Loja culminaron un proceso de capacitación logrando ocho emprendimientos como panaderías, carpinterías, y manualidades.
En  Catamayo se conformó una asociación constituida por 30 ciudadanos peruanos que ya están regularizados.

Loja cuenta con una preasociación de colombianos refugiados y  una comunidad de Pakistán dedicados a la venta de su gastronomía y joyería. Pese a que estos últimos profesan otra religión, la Pastoral Social les brinda  apoyo en la regularización y en el impulso a la instalación de sus microempresas. 

El consulado de Perú en Loja tiene registrada la presencia de  800 ciudadanos de ese país dedicados a diversas labores, sobre todo, resaltan en los trabajos de la construcción y el comercio, informó Patricia Gutiérrez, responsable de la Unidad de Atención del Viceministerio de Movilidad Humana de Relaciones Exteriores.

Experiencias de los lojanos

Luis Álvarez, lojano, decidió hace diez años buscar mejores días en España.
Ya en tierras ibéricas ejerció un sinnúmero de ocupaciones para poder subsistir.
Al principio le fue complicado adaptarse a la gastronomía, las costumbres, las exageradas bajas y altas temperaturas. Dijo que en su país aprendió valores y principios que le permitieron desempeñarse en la rama de la construcción,  actividades agrícolas y otras.

Extrañó la comida ecuatoriana como la guatita y el ceviche. Sostuvo que  intentó acoplarse, pero no era lo mismo, sobre todo la sazón.

Al retornar al Ecuador invirtió su dinero en la construcción de una cancha sintética con el apoyo del proyecto Cucayo impulsado por la ex Secretaría Nacional del Migrante.
 Los trámites para crear su pequeña empresa en Loja fueron engorrosos a tal punto que intentó dejarlo, pero la fe lo llevó a continuar con su objetivo. 

Álvarez  tuvo el sueño de convertirse en un futbolista profesional, pero una lesión se lo impidió. “Ahora estoy dedicado a formar futuros jugadores con mi escuela de fútbol”.
Jorge C. no tuvo la misma suerte que Luis.

Permaneció en España e Inglaterra por cinco años y emprendió un negocio en Loja que al principio fue un éxito, sin embargo, con el pasar del tiempo las deudas empezaron a presentarse hasta que tuvo que vender su casa de tres plantas y su carro.

No tuvo  asesoramiento adecuado, afirmó su hermana Carmen.