Chinos incrementan el comercio en Sarayunga
Ganaderos y agricultores de ocho comunidades de Azuay y El Oro, que hace dos años solo se dedicaban a estas actividades, cambiaron sus vidas gracias a la llegada de los ciudadanos chinos, que trabajan en la construcción del proyecto hidroeléctrico Minas-San Francisco.
Los asiáticos se radicaron en Sarayunga y la comunidad ha aprendido a convivir con ellos.
Los negocios como discotecas, cibers, restaurantes y hoteles experimentan un repunte.
La ejecución de la obra ha generado plazas de trabajo a los habitantes de las comunidades Gramalote, Uzhcurrumi, San Francisco y Ventanas. Un total de 1.300 personas, la mayoría es de asiáticos que prestan sus servicios en distintas labores.
La planta se levanta cerca del río Jubones, que une a las provincias de Azuay y El Oro.
El idioma es una de las barreras entre los comuneros y los chinos. Para comunicarse lo hacen por medio de señas.
Los chinos llegaron en calidad de técnicos y otros son obreros. Unos ya han traído a su familia. La mayoría reside en los campamentos instalados en las inmediaciones del proyecto. Otros han preferido instalarse en el pueblo.
Los técnicos de mayor rango, en cambio, habitan en Pasaje, provincia de El Oro, a 30 minutos del proyecto. Toda la señalética y letreros se han colocado en idioma chino-mandarín y español. El campamento está en una zona que era poco habitada por los comuneros.
Se han abierto accesos para facilitar el tránsito hacia las áreas donde están situadas la represa, la casa de máquinas y las instalaciones de la empresa China Harbin Electric International Cía. Ltda., a cargo de la construcción del proyecto.
Caminan por la carretera
Durante el día es más evidente su presencia en la vía principal Santa Isabel-Pasaje. Los obreros chinos –la mayoría- se movilizan en motos tipo tricar.
Chu Jim, de 37 años, llegó a trabajar hace más de un año y hace poco trajo a su esposa, junto con sus dos hijos, para ayudar en el lugar. Sus pequeños estudian en la escuela Vicente Rocafuerte, ubicada en Sarayunga, aprendiendo el español.
Asimismo, en la zona se levantó un pequeño chifa para ofrecerles la comida tradicional a los trabajadores.
Los comuneros aseguran que la presencia de los extranjeros ha permitido mejorar su economía.
“Hay mucho circulante por aquí, eso es bueno ya que nos ayuda a vender nuestros productos y también nuestros hijos trabajan en el proyecto”, dijo María Juncay, habitante de Sarayunga.
Los asiáticos tienen edades que oscilan entre los 20 y 50 años.
“El proyecto está para largo y no descartamos que en el futuro haya una comunidad de chino-ecuatorianos aquí”, manifestó Berta Ramos, habitante de Gramalote.
Fabricio Estrada, quien es oriundo de Zaruma y trabaja en el lugar, recordó lo que sucedió en su natal pueblo y en Portovelo, donde hace décadas los norteamericanos llegaron a explotar el oro.
La central de Minas-San Francisco constituye una de las obras más importantes del Gobierno Nacional a través de la Corporación Eléctrica del Ecuador.
La semana pasada, el Presidente Rafael Correa inspeccionó los trabajos que se cumplen.