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Chinimbimi se caracteriza por la producción de cerdas para las escobas de madera

El clima cálido y humedo de la Amazonia ha permitido que se desarrolle el chape que es la palma donde se obtiene la fibra para elaborar escobas
El clima cálido y humedo de la Amazonia ha permitido que se desarrolle el chape que es la palma donde se obtiene la fibra para elaborar escobas
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Por Ana Paula Jerves y Tamar Duran. Cátedra Abierta de Historia

En siglos pasados la Amazonía era considerado una tierra impenetrable para los extraños, habitada por tribus conformadas por aborígenes violentos, pero luego se conocieron sus riquezas a través de narraciones fantásticas que hablaban de lugares donde los alimentos y los cultivos se encontraban en estado silvestre para quién guste aprovechar de ellos.  Había el relato del oro en las ruinas de Logroño, destruida años a atrás por los indígenas, logró atraer, nuevamente, la atención de los azuayos hacia este sector del país.

Así, el siglo XIX se caracterizó por los múltiples intentos de colonización del “oriente azuayo” por hombres que en busca de la explotación de sus recursos sufrieron muchas penurias en sus viajes y se enfrentaron a los bravos shuar.

Entre ellos se debe destacar a los cuencanos Pablo Hilario Chica y Juan López Tormaleo (oficial español), quienes formaron parte de la empresa descubridora de Logroño (Gualaquiza); y hay que resaltar el papel del expresidente Luis Cordero quien publicó un pequeño tratado titulado ‘Una excursión a Gualaquiza’ en el que se exaltaba la belleza y exuberancia de estas tierras; además, en este lugar construyó su hacienda, La Libertad, donde, según narra Galo Sarmiento, encontró refugio de sus enemigos políticos.

La colonización, una oportunidad para los azuayos

El interés de los azuayos en este territorio no cesó y finalmente se consolidó este anhelo a mediados del siglo XX, a través de las leyes de reforma agraria y colonización de tierras baldías.

En la década de los 60 se inició el programa de colonización espontánea u orientada.

En los años 70 del siglo pasado, el CREA (Centro de Reconversión Económica del Austro) dirigió proyectos de colonización hacia la región suroriental del país, con el objetivo de ampliar la frontera agrícola, aumentar la capacidad de abastecimiento del Azuay, ocupar las tierras que se consideraban ‘desocupadas’ y buscar una solución a la crisis de la paja toquilla que dejó sin fuentes de trabajo a más de 20 mil familias.

Mediante este proceso y a través de los programas de colonización Upano-Palora, en 1969, y Morona, en 1975, se adjudicaron más de 400 mil hectáreas de territorio a más de 8 mil familias azuayas en la provincia de Morona Santiago según los estudios de Osvaldo Barsky.

Un nombre con sentido

En 1950, rompiendo la espesa vegetación y en busca de mejores días para sus familias, llegan ciudadanos oriundos de las provincias de Azuay y Guayas, a San Francisco de Chinimbimi, una de las 7 parroquias del cantón Santiago de la provincia oriental de Morona Santiago.

Los pobladores relatan que el orden de llegada fue el siguiente: Luis Gutiérrez, Olmedo Meneses, Segundo Jarrín, Francisco León, Segundo Ochoa Verdales, Olivia Pájaro, Ariolfo Vera, Víctor Vera entre otros.

Las recién asentadas familias formaron un poblado en las orillas del río Yurupaza y en sesión en la casa del señor Segundo Ochoa Verdales, fundan en el año 1958 el primer centro llamado El Prado. En 1962 cambian el nombre del pueblo a Chinimbimi, en honor al río Chinimpi, en cuyas cercanías se encuentra una cascada y una caverna donde abundaban los pájaros chinip, que en lengua shuar significa golondrina vieja, de acuerdo a Ávila y Chamba.

Tradicionalmente, en la parroquia de Chinimbimi, las actividades económicas eran la explotación de cascarilla y caña de azúcar, la búsqueda de oro y el comercio de la paja toquilla. Actualmente estas han sido sustituidas y el 67,86% de la población se dedica a la agricultura, la ganadería, la silvicultura y la pesca, destacándose el cultivo de plátano, yuca, pastos para la cría de ganado y, sobre todo, la cosecha de la fibra del árbol de chape, una palma de la familia de las arecáceas de las que también se obtiene la tagua y que crece de forma silvestre en las fincas y áreas montañosas de la parroquia.

Chinimbimi es conocida por la producción de cerdas a partir de esta fibra para la elaboración de las tradicionales escobas de madera; consistiendo esta actividad en una de sus principales fuentes de ingreso. La cosecha y la labor de preparación del producto son actividades que se realizan en varias etapas, en las cuales participa gran mano de obra local. Las escobas, cepillos y otros elementos para limpieza no se elaboran en la parroquia, los productores comercian la fibra como materia prima. Lo que se confeccionan son artesanías con la semilla y la fibra de chape. (I)

La demanda de las escobas de chape aumenta durante el invierno de la Costa

El clima cálido y húmedo del oriente de nuestro país permite que se desarrolle una tupida vegetación, entre la cual crece el chape que es la palma de la que se obtiene la fibra utilizada para elaborar escobas. El proceso comienza con la extracción de la fibra del árbol respetando su forma circular. Se obtiene hilachas de más de un metro de largo que se deben acomodar para realizar cortes de entre 30 y 35 cm de largo. Ya de un tamaño menor, la fibra debe ser ‘peinada’. Para este proceso se ha diseñado un cepillo rudimentario de clavos inserto en un ‘burro’ de madera que permite la limpieza del material. El proceso de peinado debe ser realizado varias veces hasta conseguir orden, limpieza y maleabilidad. A continuación, este se acomoda en atados de 2, 4 y 10 libras para acopiarlos en bodegas desde donde se comercializa con los transportistas que llevan el material a lugares como Guayaquil, Macas, entre otros, para venderlo a las fábricas.

Los colonos compran la fibra peinada a los shuar de las comunidades aledañas como Panía, San Pedro de Tunyiak, Nueva Sevilla, Tintiuk Naint, Yukan Kurintza y también a los campesinos dueños de las fincas en donde crece el árbol. El precio de este producto está establecido en $ 0,45 la libra y la revenden a
$ 0,55.

Según Roni Pacheco, quien se dedica a transportar esta fibra, la época de mayor demanda es durante el invierno en la Costa, entre los meses de diciembre y febrero, ya que por las fuertes lluvias se requiere más de estos artículos que son más resistentes que las escobas de nylon y plástico.

Pacheco manifestó asimismo que antes se llevaban entre 100 y 150 quintales semanales de material para elaborar las escobas; actualmente se transportan entre 40 y 60 quintales a la semana; esta disminución se debe al incremento de la actividad ganadera y agrícola que ofrece mejores réditos, además del auge de escobas de materiales sintéticos. (I)

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