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Ecuador, 27 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Bonsáis, la obsesión de un cuencano que cuida a 150 especies

El amor por la naturaleza   ha convertido a Leopoldo Idrovo en un coleccionista y cultivador de bonsáis.
Estos diminutos árboles naturales, plantados en macetas,  aparecieron en  China hace dos mil años y eran utilizados como adornos en  domicilios de personas pudientes.

Este cuencano, de 46 años, cree que el reducir el tamaño de los árboles  tiene como fin rendirle culto a la naturaleza de una manera particular.

Asegura que  el cuidado de estos arbustos le ha servido para  desestresarse, pero también reconoce que le permite obtener réditos económicos, ya que los comercializa.

Todo inició en una propiedad de sus abuelos, ubicada en el cantón San Fernando, de la provincia del Azuay, cuando Leopoldo tenía cinco años.

Al observar la forma de  los árboles de Luma, que tenían sus ascendientes,  pensó en llevárselos a su casa como adorno, empero analizó que no cabrían por los más de diez metros de altura que tienen. 

“La idea era tenerlos en mi casa de tamaño pequeño. Entonces tomé unas ramas y las cultivé en una funda, para luego colocarlas en una maceta”, cuenta.

Desde entonces posee más de 150 árboles enanos en su casa, situada en el sector del barrio Cayambe, norte de la ciudad.

Durante esos años  aprendió a cultivarlos y mantenerlos.
Para adoptar nuevas técnicas en este proceso, Idrovo leía cuanta información obtenía de textos y vídeos de enseñanza que los chinos, pioneros en este arte natural, suben a la web para que sus seguidores puedan aplicarlas.

En la actualidad posee distintas especies, desde las más comunes, como un eucalipto, hasta un abeto, menos identificada por la gente y difícil de conseguir.

El eucalipto, por ejemplo, puede llegar a medir entre 15 y 20 metros en un bosque, pero en el jardín del hogar de este coleccionista existe uno de la misma especie que no pasa los 20 cm de alto.
“Yo intento hacer lo mejor para que los bonsái se formen bien. A veces hay que podarlos y  revisar que las raíces no se entrelacen porque eso no permite su crecimiento natural, pero uno como ya tiene conocimiento no tiene mayores problemas”, explicó.

Incluso confiesa que parte de los frutos que obtiene de sus árboles de limón, mandarina y naranja, los utiliza en su hogar para hacer jugos.

Considera que son igual o más sabrosos que aquellos que se obtienen de los  de tamaño natural.

La edad, un valor agregado

La antigüedad de estos arbustos es otro de los puntos que llama la atención. Por ejemplo,  entre su colección tiene uno de guayaba que  cultivó en 1971.

De este incluso ha tomado sus frutos para poder elaborar mermelada.
“El sabor  es excelente. Al obtenerlo de un bonsái es más ácido”, sostiene.
Su esposa, Carmita Pauta y sus tres hijos, Juan Diego (16), María Fernanda (13) y Andrea (8), son testigos de la dedicación que Leopoldo pone para que los árboles a escala puedan desarrollarse de manera idónea.

“Él es el experto. Mis hijos y yo  ayudamos a regarlos. La menorcita  es quien más atención le pone a este asunto”, confiesa la cónyuge del coleccionista.
Para aprender más sobre la especie de cada uno, Idrovo cuenta que recurre a la experiencia y conocimiento de gente del campo.

Estas personas, afirma,  pueden describir las características y el nombre exacto de los árboles.
“Otro aspecto a considerar es que se debe tratar a las plantas de distinta manera. Por ejemplo, las que vienen de la Costa, como la mandarina, no deben estar a la intemperie”, reveló.

En otros países los bonsáis son negociados a  precios que van desde los 3.000 dólares hasta los 6.000 dólares, dependiendo de su especie.

Son comercializados

A Leopoldo  trabajar en este proceso de reducción de árboles le ha significado réditos económicos, pues, asegura, en la ciudad vive gente que gusta de adquirirlos como adornos de oficinas y domicilios.
“Los precios van desde los 10 dólares. Por ejemplo,  uno que tenga 40 años conmigo  puede costar hasta 600 dólares. Varias personas de las que me compran  vienen acá porque a veces  se les están muriendo y yo sé cómo revitalizarlos. No es fácil poderlos mantener vivos porque el cuidado es especial”, comenta el experto.

Agrega que sus clientes, por lo general, son personas de clase económica media alta, pues los utilizan como adornos en sus viviendas, quintas y oficinas.

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